Vino, vio y venció. Lo vieron. Lo vimos. Lo viste. Caminó con su corona de olivos, su espada de roca iridiscente. Nos tomó a todos por sorpresa, se instaló a sus anchas entre nuestros aparejos, discurrió maneras de hacernos creer que era infinito. Y justo cuando ya no pensábamos en él, nos recuerda que ya no está, que se fue ayer. En diferentes tiempos, sin descanso. Levanté el mantel, casi vi la totalidad de tus piernas. Empujé la puerta, te vi desnuda. En el espejo tu mirada de cerca removiendo una pestaña. Desde el patio, vi la cama con las sábanas revueltas. Dormía contigo, conmigo, con todos. Hoy no está. Terminas de pintar tus labios, se escucha que alguien toca a la puerta. Ladra el perro. Me miras. "Alguien llama." Entiendo. Abro la puerta. Tiene corona de olivos. Es él, pero no es. No pide permiso. Sólo entra. Se instala. Sonríe. Un aire de distancia le inunda la vista. Un velo de misterio le rodea. El periódico de mañana todavía no se imprime, mas ya lo trae bajo el brazo. Se instala. Sonríe contigo, te saluda. Hay tonalidad de complicidad. Respiras con alivio. Le das la bienvenida. Mientras, escribo.
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domingo, enero 01, 2006
Mientras, escribes.
Escritor Invitado: Daniel Navarro
Vino, vio y venció. Lo vieron. Lo vimos. Lo viste. Caminó con su corona de olivos, su espada de roca iridiscente. Nos tomó a todos por sorpresa, se instaló a sus anchas entre nuestros aparejos, discurrió maneras de hacernos creer que era infinito. Y justo cuando ya no pensábamos en él, nos recuerda que ya no está, que se fue ayer. En diferentes tiempos, sin descanso. Levanté el mantel, casi vi la totalidad de tus piernas. Empujé la puerta, te vi desnuda. En el espejo tu mirada de cerca removiendo una pestaña. Desde el patio, vi la cama con las sábanas revueltas. Dormía contigo, conmigo, con todos. Hoy no está. Terminas de pintar tus labios, se escucha que alguien toca a la puerta. Ladra el perro. Me miras. "Alguien llama." Entiendo. Abro la puerta. Tiene corona de olivos. Es él, pero no es. No pide permiso. Sólo entra. Se instala. Sonríe. Un aire de distancia le inunda la vista. Un velo de misterio le rodea. El periódico de mañana todavía no se imprime, mas ya lo trae bajo el brazo. Se instala. Sonríe contigo, te saluda. Hay tonalidad de complicidad. Respiras con alivio. Le das la bienvenida. Mientras, escribo.
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