Me ve escribir. Pasea. Las teclas son ahora mi dueño, pero él reclama atención y se pasea. Estira su mano y descubre un pezón. Alega que debo de escribir así siempre. Alega que es una perfecta pose, una perfecta imagen. Dejo el pezón a la vista. De vez en cuando lo pellizco. De vez en cuando lo aprieto. Le sigo dando a las teclas. Creo que no estaré escribiendo por mucho rato. Me parece que la musa no bastará para mantenerme al margen de su piel.
Muy bien, así es ,Yolanda, la musa es esquiva, pero la disciplina no.
ResponderBorrarGracias por todo
No dejo de admirarte. Te sigo. Mi olfato me lleva hasta tus letras siempre. Como envidio a ese hombre que te amarra. Como lo envidiamos...
ResponderBorrarQuerida Yolanda, tu escrito se siente a flor de piel, excelente estilo de transmitir sensaciones...
ResponderBorrarUn momento interesante para la musa florecida. Poder contra querer, una lucha antagónica que perdura quizás un instante, quizás una eternidad. Siempre puedes tomar lo que dejaste atrás.
ResponderBorrarMuy interesante...saludos.