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jueves, junio 15, 2006
Nuestro árbol
Me enseñaste a recorrer la Isla recostada de tu hombro, frotándote los muslos y acunando la palma de la mano completa entre ellos. A veces el juego de mis dedos, que iba de tu ombligo a las aureolas de tus pechos, nos desconcentraba y el vehículo de al lado saludaba curioso, indagador, cuestionando nuestros jadeos y rostros de gemidos, de mordidas de labios propios y compartidos, tuyos y míos, a sesenta millas por hora. Después de Salinas, las curvas no nos mareaban aunque por ocasiones, nos dejaban en blanco los ojos, quizás por alguna otra cosa. El cerro que nos tragaba cómplice con el secreto de nuestros amoríos, poseía un arbolito en el tope que era tuyo, o al menos eso me habías dicho siempre. Ése es mi árbol—decías—, es muy mío, me saluda, me entiende, me sonríe desde que estás en mi vida, será nuestro algún día. Haremos allí una casita, o al menos cerca, nos tiraremos por la loma y nos quitaremos la ropa sobre el pasto, seco o mojado. Ya lo verás.
Catorce años más tarde nuestro árbol se ha robustecido, ha florecido, ha engordado por el capricho de los vientos alisios y las tormentas de temporada. No estás conmigo. Haces tu vida en otro lugar, en otro país. Yo igual te extraño y te pienso. Ahora es a mí a quien saluda tu árbol, me entiende, me sonríe y me ha prometido esta mañana que en el futuro nos tiraremos por la loma y nos quitaremos la ropa sobre el pasto, seco o mojado. Se ha vuelto un soñador nuestro árbol.
Yola:
ResponderBorrarMe encanta tu escrito. Nunca en mi vida un árbol me había dicho tantas cosas.Me provoca tirarme por la loma y quitarme la ropa sobre el pasto, seco o mojado.
Un abrazo,
Bárbara
Hay mucha ternura
ResponderBorraren este texto
breve...
El aroma es
de nostalgia,
amor y
esperanza.
Me gustó
la pieza,
gracias
Yolanda.
Carlos Esteban Cana
YOLA:
ResponderBorrarSOY FANATICO DE ESE ARBOL.