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sábado, junio 03, 2006

Seda


Crítica literaria por Yolanda Arroyo Pizarro

¿Será cierto que la literatura termina regalándonos momentos de vida que nunca tendremos, aunque rocemos de a poco esos momentos mientras se nos escurren de las manos? Alessandro Baricco ha creado a Hervé Joncour, uno de esos hombres que regala momentos, que los aprisiona y los comparte mientras asiste a un estadio o dimensión de existencia allá en el 1861, año en que Flaubert escribía Salambó, y época en que el comercio de huevos del gusano de seda se ve amenazado por una epidemia. Hervé Joncour, que especula sobre Louis Pasteur y viaja a Japón buscando huevos sanos para su seda, se encuentra en esa expedición arrebatado de pronto por un amor sin palabras, apenas sostenido de una mirada y algunos ideogramas incomprensibles escritos en tinta negra.

Es un amor que no es exclusivo, un amor que comparte la misma dimensión de sangre, latidos y respiraciones con otros amores declarados y dedicados en cuerpo y alma. Otra vez las dimensiones. ¿Se ama en dimensiones? ¿Se ama en vidas paralelas con la ferviente intención de no alterar el orden establecido ni las expectativas fijadas? ¿Se ama todo cuanto se puede amar sin dañar todo cuanto se puede amar?

Alessandro Baricco, autor de la Seda que no solo envuelve a Hervé Joncour, sino a todo aquel que se viste de su existencia, es uno de los mejores escritores contemporáneos que puede hacer con las palabras lo que le da la gana. Y lo logra conciso, y lo logra enfático, que no es lo mismo que repetitivo. Y lo logra con sencillez y brevedad.

Seda es un libro que ha vendido ya más de 700 mil ejemplares y que puede leerse en un día. Su lección nos durará un buen rato; su lección nos transformará. Leerlo es como “morir de nostalgia por algo que no vivirás nunca”.



Seda (fragmento)
59.
"Permanece así, te quiero mirar, yo te he mirado tanto pero no eras para mí, ahora eres para mí, no te acerques, te lo ruego, quédate como estás, tenemos una noche para nosotros, y quiero mirarte, nunca te había visto así, tu cuerpo para mí, tu piel, cierra los ojos y acaríciate, te lo ruego, no abras los ojos si puedes, y acaríciate, son tan bellas tus manos, las he soñado tanto que ahora las quiero ver, me gusta verlas sobre tu piel, así, sigue, te lo ruego, no abras los ojos, yo estoy aquí, nadie nos puede ver y yo estoy cerca de ti, acaríciate señor amado mío, acaricia tu sexo, te lo ruego despacio, es bella tu mano sobre tu sexo, no te detengas, me gusta mirarla y mirarte, señor amado mío, no abras los ojos, no todavía, no debes tener miedo estoy cerca de ti, ¿me oyes?, estoy aquí, puedo rozarte, y esta seda, ¿la sientes?, es la seda de mi vestido, no abras los ojos y tendrás mi piel, tendrás mis labios, cuando te toque por primera vez será con mis labios, tú no sabrás dónde, en cierto momento sentirás el calor de mis labios, encima, no puedes saber dónde si no abres los ojos, no los abras, sentirás mi boca donde no sabes, de improviso, tal vez sea en tus ojos, apoyaré mi boca sobre los párpados y las cejas, sentirás el calor entrar en tu cabeza, y mis labios en tus ojos, dentro, o tal vez sea sobre tu sexo, apoyaré mis labios allí y los abriré bajando poco a poco, dejaré que tu sexo cierre a medias mi boca, entrando entre mis labios, y empujando mi lengua, mi saliva bajará por tu piel hasta tu mano, mi beso y tu mano, uno dentro de la otra, sobre tu sexo, hasta que al final te bese en el corazón, porque te quiero, morderé la piel que late sobre tu corazón, porque te quiero, y con el corazón entre mis labios tú serás mío, de verdad, con mi boca en tu corazón tú serás mío, para siempre, y si no me crees abre los ojos señor amado mío y mírame, soy yo, quién podrá borrar jamás este instante que pasa, y este mi cuerpo sin más seda, tus manos que lo tocan, tus ojos que lo miran, tus dedos en mi sexo, tu lengua sobre mis labios, tú que resbalas debajo de mí, tomas mis flancos, me levantas, me dejas deslizar sobre tu sexo, despacio, quién podrá borrar esto, tú dentro de mí moviéndote con lentitud, tus manos sobre mi rostro, tus dedos en mi boca, el placer en tus ojos, tu voz, te mueves con lentitud, pero hasta hacerme daño, mi placer, mi voz, mi cuerpo sobre el tuyo, tu espalda que me levanta, tus brazos que no me dejan ir, los golpes dentro de mí, es dulce violencia, veo tus ojos buscar en los míos, quieren saber hasta dónde hacerme daño, hasta donde tú quieras, señor amado mío, no hay fin, no finalizará, ¿lo ves?, nadie podrá cancelar este instante que pasa, para siempre echarás la cabeza hacia atrás, gritando, para siempre cerraré los ojos soltando las lágrimas de mis ojos, mi voz dentro de la tuya, tu violencia teniéndome apretada, ya no hay tiempo para huir ni fuerza para resistir, tenía que ser este instante, y este instante es, créeme, señor amado mío, este instante será, de ahora en adelante, será, hasta el fin."

-Alessandro Baricco

1 comentario:

  1. Yola:

    Si toda la novela es así, debe ser muy buena, porque ese fragmento es espectacular. Gracias por compartirlo. T.A.M.

    Besos

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