Recordar que hoy amaneció la almohada llena de sus pestañas.
Añorar ir a ver a Guillermo Dávila en concierto.
Distraerme al leer el billboard de Señora Leonela
y su lectura del tarot;
observar sus ojos violetas,
cuestionar si en serio es ella o una doble de Angelina Jolie.
Mover los brazos al conducir,
arquear la espalda apretando el guía,
sentir el espasmo causado ayer por la fuerza hecha sobre la burra.
Odiar las biopsias.
Maldecir los fibromas.
Sentir una pena inmensa al saber que mi mejor amiga
sufre de una alteración de la tiroides.
Sufrir por el tumor cerebral
que le descubrieron a la mamá de una mujer entrañable.
Reír porque mi compañera de trabajo se enteró de su preñez.
Saborear la nostalgia de saber lejos a un gran amor,
de saberlo triste, perdido, desesperanzado,
de saberlo deprimido.
Jugar con la idea de poder hacer algo
aunque no pueda hacer nada.
Fantasear con el hombre que a veces
me hace el amor platónicamente.
Acariciar a mi hija de siete años
que llora conmovida por una balada dedicada
al hombre de las pestañas.
Llorar con ella.
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