Cuento leído en el último encuentro de escritores en Café Berlín.
— Aaaahg!!! — El grito fue grande, como el orgasmo... y la frustración.
Se agarró a ella con pena y se durmió.
Despertó abrazado. Ella no se había movido.
— Tenemos que hablar. — Se lo dijo al oído con ternura. — Yo siento mucho por ti.
No se atrevía a ser directo. La pegó más a su cuerpo.
— Yo siento que tú no participas. Estás distante. — le pasó la mano por la cabeza.
Ella no hizo nada.
— No haz tenido un orgasmo nunca. — Se contuvo temeroso de lo que había dicho.
Ella no se movió.
— Te he traído tus manjares favoritos y te los he dado de mi mano. — La miró con ternura.
Pero los ojos tristes no enseñaban placer.
Con otra táctica:
— He visto cómo te maman, y créeme, no me he puesto celoso, pero creo que disfrutas más con ellos que conmigo. Se que debes hacerlo, sino se mueren.
— ¡Haz algo! ¡Dime algo! — subió el tono, sin coraje.
Ella ni lo miró.
La apretó hacia sí con fuerza, casi haciéndole daño sin notarlo.
Ella baló.
— Perdona, ¿Te lastimé? — y acarició su vellocino.
Y sonrió cuando ella finalmente tuvo una respuesta:
— Bee eeh....
Ignacio de Iraola
Septiembre de 2006
Editado en octubre 4 de 2006
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