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domingo, noviembre 05, 2006
Do you need a Hug? y otras ficciones de los aereopuertos
Por Yolanda Arroyo Pizarro
“Me tienes donde quieres, Baby, dime qué es lo que quieres de mí y lo hago”. Qué no hubiera dado yo porque esa frase se me dijera allá en el aeropuerto, esperando mi salida devuelta a la Isla por el gate 12, salida por la cual una total desconocida se me acercó y me dijo: I don’t know you, but you are crying with such sadness, you are in such a terrible pain that I couldn’t help but came here and tell you that everything is going to be all right. Do you need a hug?
Le dije que no al hug. Le dije que sí a la pregunta de si era un break up. “The worst”, añadí. Hang in there, me dijo la gringa. Eso hago. Desde ese fatídico día. Entonces hoy me tiras la frase de “baby, dime lo que quieres de mí y lo hago”. Aquel día te hubiera dicho algo tan diferente. Que me quieras, que me respetes, que me ames bien. Hoy, lamentablemente, tengo que pedirte, suplicarte, que desaparezcas. Que me dejes en paz.
Los aeropuertos son mundo a parte, siempre he pensando eso. Te puedes encontrar cualquier cosa. Pero es impresionante que la gringa se ofreciera a consolarte y además darte consejos. Por lo menos podemos decir que quedan personas sensibles en el mundo.
ResponderBorrarMuchas pasamos por situaciones en que nos rompen el corazón y a veces seguimos al lado de esta persona por costumbre o por el sólo hecho de no estar solas. Me encantó lo que dices al final. Es la mejor desición que se puede tomar.
Saludos y que todo vaya súper bien.
Sabes, en los aeropuertos, al igual que en los aviones, pasan las cosas más insólitas. Es quizás ese deseo de querer contarle nuestra vida a un desconocido, desahogarnos y dejarlo todo ahí.
ResponderBorrarHasta el momento, no recuerdo que me hayan ofrecido un abrazo pero sí me han contado historias de abuso, he cuidado niños de madres que viajan solas y necesitan ir al baño, me han invitado a salir, no me han hablado en vuelos de 7 horas...
Mi anécdota favorita es la vez que regresaba de Panamá, enferma con un virus del estómago. Había pedido que me movieran a la última fila para estar más cerca del baño, por razones obvias. Luego de vomitar sin haber podido llegar al baño, la asistente de vuelo se me acerca a preguntar, "¿Se siente mal?"
Así es la vida.
Mariposa, la protagonista de esta ficción desea contestarte:
ResponderBorrar“No estoy con ella por costumbre ni por el mero hecho de no estar sola. Estoy con ella porque así lo dice mi ADN. Me hice unas pruebas de genética hace poco y esos fueron los resultados. Nuestro amor es algo que se gestó mucho antes de gestarnos nosotros. Para mí, que escribo, se me hace sumamente difícil aceptar de modo vulnerable que no tengo palabras para explicar esto. Ya, simplemente lo acepto como es. Dos decenios de la mano de alguien que es tan fascinante, y a la misma vez tan intimidante, no es cualquier cosa. Con todo, a veces duele tanto, duelen tanto las luchas, duelen tanto los desprecios, duelen tanto las reconciliaciones, las noches de pasión infinitesimal, las madrugadas de llanto insomne que se hace imposible proseguir. Pausa, quizás ni siquiera el valor para terminarlo. Sólo pausa. Es todo así de sencillo, y es todo, así de complicado.”
Iva querida, por tu respuesta mi protagonista debe sentirse entonces afortunada que a ella sí le hayan ofrecido ese tan consolador abrazo, al que por pura timidez y bochornería no accedió. Que pena tus correrías al baño a vomitar. Sabes que te adoro, amiga.
A ambas, gracias por entrar a mi casita; a la mía y a la de mis personajes. Besos, Yolanda.
vale entonces introducir aquí esto que a mi me dejó con la alegría más profunda, algo que necesita la protagonista de esta ficción:
ResponderBorraraquí
Mama, dile a tu protagonista que lo coja suave, que si esta en el ADN, eso no lo despinta nadie.
ResponderBorrarBuen final. Cierto hasta la precisión.
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