Páginas

jueves, mayo 24, 2007

Luna Roja
Por Zurilma Ortiz Ramos


Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket
Foto por Stefan Seip


Luna Roja
Por Zurilma Ortiz Ramos


Entró a uno de esos cafés cibernéticos, para comerse algo. El lugar era acogedor y estaba vacío. –Un café por favor– le pidió al muchacho que tomó su orden, mientras sacudía el abrigo y sus cabellos de las lloviznas que habían comenzado a caer. Había caminado desde el hotel al café y se había relajado, hasta se sentía contenta, sobretodo porque su cabeza ya no latía. Hojeó el periódico que estaba sobre la mesa y detuvo su atención en un artículo sobre inexplicables acontecimientos de la luna. La marea había subido a niveles de los que no se tenía registro alguno y el comportamiento lunar dejaba atónitos a todos los científicos. –Extraño–pensó Chandra mientras bebía del líquido sanador que llenaba la taza y tomaba dos aspirinas para el dolor de cabeza que la había atacado desde hacia varios días.

***********


El viento soplaba fuerte empujando nubes grises por todo el lugar. Lloverá otra vez–dijo en voz baja mientras guardaba sus instrumentos de trabajo. Había llovido todos los días y su dolor de cabeza estaba empeorando.

Desde que llego a Alpa sus migrañas no cesaban. Siempre había padecido de ellas, pero no como esta vez. Decidió irse al hotel pues el día había sido duro y necesitaba distraerse. Tal vez daría un paseo, si el tiempo se lo permitía, a ver si así desaparecía su dolencia.

La lluvia se había disipado. Después de un baño, salió a caminar. Sin razón ninguna aquel lugar le parecía familiar, era una sensación de que sabía por donde ir. Nunca había visitado la ciudad, incluso supo de ella porque del Museo Arqueológico Mundial le encomendaron ese nuevo trabajo. Juraba que había visto todo aquello antes. Los campos, los cultivos. Su cabeza latió de repente. Sintió la extraña sensación de que alguien la miraba y a lo lejos escuchó el graznido de un cuervo, pero continuó su paseo.
Aún con los esporádicos latidos de su cabeza disfrutó del paisaje. Absorta en sus pensamientos no se dio cuenta del hombre que pasó por su lado pero al levantar la cabeza vio que la observaban desde la esquina. Se sintió incómoda.
–Esos ojos– se dijo a sí misma.

Al ver al hombre se puso nerviosa y supo que era hora de regresar al hotel. Se volteó y el extraño se le acercó diciendo en una lengua extraña -Amit Premal-. El corazón se le paralizó. Ella conocía esas palabras pero – ¿de donde?– Cuando quiso detenerlo, había desaparecido. Su cuerpo temblaba y su migraña había regresado. Esta vez le provocaba nauseas y aversión por la luz. Pidió un taxi y ya en el hotel se tumbó en su cama.

Pasó una noche terrible. Tuvo pesadillas. Soñó con rojo, fuego, la luna, sonidos y cánticos extraños. Al despertar podía recordar con claridad las palabras del misterioso personaje –Amit Premal-repitió, mientras se miraba al espejo. Parecía diferente esa mañana. Sentía que había despertado en algún lugar distinto al hotel.

El día de trabajo fue todo un caos. Fango, ruido, gente debatiendo edades, tiempos, fechas. Habían comenzado a cavar por todo el lugar y de no ser por aquel gigantesco árbol hubieran arrasado con todo. Por eso no se acordó del incidente de la noche anterior, ni de su migraña. Casi anocheciendo se dio cuenta que no había comido nada en todo el día. Su dolor de cabeza volvió aparecer. Las voces comenzaban a molestarle y fruncía el rostro para mejorar su vista que poco a poco se volvía borrosa. Ahora recordaba la sensación de la mañana.

Por alguna razón después de haber trabajado tanto, le dolía mucho el muslo. Pensó que debió estar en cuclillas mucho tiempo estudiando aquellas vasijas, que su grupo había encontrado. Caminó al hotel y volvió a escuchar un cuervo. De algún lugar salió nuevamente la figura del hombre. Intentó pegar un grito pero quedó atrapado en su garganta.
– Chandra– la llamó por su nombre y miró al cielo.
– Estas muy cerca– dijo el hombre
– ¿Cerca de qué? ¿Quién es usted?- dijo Chandra casi en un murmullo.
– Continúa y descubrirás- Y sin más se alejó.

Quiso salir tras él pero sus pies estaban pegados al piso. Sudaba y temblaba toda. Esa noche fue peor que la anterior. Sintió el calor del fuego, escuchó los gritos y ella misma sintió ganas de gritar y de huir. Sentía una presión en el pecho, una angustia. La luna brillaba como nunca. Su cabeza le dolía, aún dormida. Y se levantó agitada, perturbada y desorientada, no sabía donde estaba. Era el llamado de su interior. Se dobló del dolor; su costado y su muslo la lastimaban. Se vistió con lo primero que encontró y salio corriendo del hotel.

Era de madrugada. Hacía frió. Corría como empujada por algún demonio. Sentía que la llamaban. -Chandra, luna, Chandra- escuchaba. Pasaba por las calles vacías, sabía exactamente a donde ir. Las sienes le latían, parecía que iban a estallar. Llegó al campo de trabajo. Se paró frente al gran árbol. –Amit Premal- escuchó con más fuerza. Era una voz masculina. Sentía el dolor en el costado como si le quemara. Cayó de rodillas. Se retorcía. Se quejaba. Parecía haber perdido el control de sus movimientos. Habían hoyos por todo el lugar, sacó unas piedras y comenzó a escarbar con sus manos. Gritaba con fuerza como si estuviera luchando con alguna magia invisible. –Suéltenme– gritaba. Chandra seguía escarbando, cada vez mas profundo, como si de eso dependiera su vida. Escarbó más y más. Hasta que sintió algo. Entonces gritó con desesperación.
–Al fin– escuchó nuevamente a la voz.

Su cuerpo fue a dar contra el piso. El golpe la sacó del estado en el que se encontraba. Abrió los ojos y vio la luna. Estaba roja. Igual que en sus sueños. Se levantó y vio lo que había hecho. Un hoyo mucho más profundo que el que su gente había estado haciendo. Un esqueleto humano parecía asomar su cabeza desde aquella oscuridad. Encontró lo que tanto la había atormentado.

Sintió arqueadas y estuvo a punto de vomitar, pero lo único que pudo hacer fue seguir cavando. Vio se trataba de un cuerpo entero. Era extraña la posición en la que se encontraba –es una tumba-exclamó. De pronto vio algo que no concordaba con la imagen. Sobre el hombre parecía haber un hueso que no era del esqueleto, –A menos que…–se congelaron sus palabras en el aire. Eran dos cuerpos abrazados. El costado le volvió a molestar.

Un cuervo gritó y llego al lugar. Se acercó y quedó junto a ella. Los ojos del cuervo quedaron fijos y ella los reconoció, era el hombre de la calle. La luna se reflejaba intensamente roja en el animal. El dolor del muslo le hizo doblarse y entonces el cuervo se transformó.
–Cihuacoalt– pronunció despacio el hombre cuervo.
–Larga mirada–dijo Chandra paralizada. –Amit Premal, lleno de amor eternamente– alguna vez un hombre le había susurrado esas palabras y el solo recuerdo le repugnaba.
–No importa cuanto trates de huir siempre te encontraré-dijo el cuervo-Tu destino fue seguirme hasta la muerte y la muerte siempre te encontrará a ti.
Se acercó, la tomó de la mano y la levantó. La envolvió en sus brazos, sus alas. Y voló.

Días después la prensa abarrotó los periódicos anunciando el gran descubrimiento: unos esqueletos abrazados. Una arqueóloga desaparecida. Y en la esquina superior, el reportaje sobre un extraño eclipse lunar.

3 comentarios:

  1. Este cuento tiene mucha magia. Es muy bueno. Gracias por compartirlo. Amit Premal!

    Obidio Franco

    ResponderBorrar
  2. Zurilma, tremendo cuento... mucho exito en tus proyectos futuros, se te aprecia de gratis!!!!!

    ResponderBorrar
  3. Algo totalmente espectacular, te mantiene sin aliento desde que comienza hasta que termina, con un final magico! Para quienes nos encanta este tipo de historias!Sorprendente! Las palabras no me dan para describirlo. Mucho Exito!

    ResponderBorrar