Sabido es el valor del seso en nuestras vidas. De hecho, tener seso es, para cualquier persona, un valor añadido en nuestra sociedad. No tenerlo -o no ejercitarlo- sería entonces un demérito.
Sin embargo, todos lo tenemos, y todos lo usamos en distintas cantidades, con distintos fines y a partir de distintas premisas, mismas que admitimos como personales -qué curioso- a partir del uso del seso.
El seso nos ayuda a mejorar o a conseguir nuestros fines, sean éstos cuales fueren. Nos ayuda también a establecer estrategias para conseguir esos fines. Nuestro seso es, pues, nuestra mejor herramienta para defender aquello que nuestro mismo seso ha construido.
Me refiero, naturalmente, a la defensa de nuestros propios criterios (si es que hemos usado el seso, deberíamos tener algun criterio que defender). Quienes no defienden sus propios criterios o lo hacen con poca determinación y éxito, hacen un uso deficiente del seso o hacen uso de un seso deficiente. Claro que, habrá quienes haciendo un uso deficiente del seso podrían ser confundidos con quienes hacen uso de un seso deficiente (por eso hay que esforzarse) y habrá también, por otro lado, quienes haciendo uso de un seso deficiente podrían confundirse con los que hacen un uso deficiente del seso (los resultados se parecen). Habrá también (hay de todo) quienes hagan un uso eficientísimo de un seso deficiente (aplausos, muchos aplausos) y quienes hagan un uso deficiente de un seso deficiente (lágrimas, muchas lágrimas). Habrá -además- quienes hagan un uso eficiente de un seso eficiente (son pocos, pero son) y quienes hagan un uso deficiente de un seso eficiente, como hemos esbozado al principio.
Si usted, querido lector, quiere saber cuál es su caso y no siguió adecuadamente el párrafo anterior, no se preocupe. Olvídelo, no intente releerlo. Es usted de los que reciben mis más emocionados aplausos, por el respeto que me merece el intento, la vocación, la curiosidad, el entusiasmo, la lectura disciplinada, la búsqueda del entendimiento. Usted es la prueba de que este mundo puede ser mejor, y -más hermoso aún- es usted la prueba de que este mundo quiere ser mejor. Si me permite una confesión: yo quisiera ser como usted.
Ahora, si usted entendió perfectamente sin necesidad de releer, entonces tiene usted dos cosas: una responsabilidad por un lado y una opción por el otro. La responsabilidad es la de usar eficientemente su seso. La opción es la de hacerlo o no hacerlo (libertad que le llaman, absoluta libertad). Es por eso que usted es peligroso. Porque puede combinar malamente esas dos cosas y puede terminar tomando decisiones importantes que -por ejemplo- tengan que ver con campañas de prevención del sida en su país. Podría ser que usted caiga en las trampas de la otra cara del seso.
¿Qué es el otro lado del seso? Es como el lado oscuro de la fuerza (para los de mi generación). Es también la curiosa tendencia que tiene el seso por la pasión (que para nada es sesual, pero que es maravillosa), también -lamentablemente- por el fundamentalismo. Es la tendencia suicida del seso, el tánatos (versión nano) también aquí.
Por eso el seso es peligrosísimo; aparenta ser bueno, aparenta ser hermoso, constructivo, muchas veces aparenta ser inofensivo y casi siempre es -como hemos dicho- un valor agregado que todos ansían tener en grandes proporciones, y lo es. Pero detrás de él hay una cara siniestra que puede crear grandes desastres, como todo programa de enseñanza basado en la represión; o crear también grandes inutilidades, que es lo mismo que no crear nada, como una campaña (con gasto cuantioso) con una efectividad del cero porciento en el intento de mejorar la salud sexual del país.
La otra cara del seso, no nos permite ver cuán ofensivos podemos ser, cuán inútiles nos podemos volver, cuán necios nos vemos sin los prismas conservadores que nos calzamos cuando creemos que nos conviene. La peor ofensa que hace la otra cara del seso, es -amigos míos- contra el mismo seso, pero eso no parece importarle (a la otra cara se entiende).
La campaña que cunde hoy en las calles y avenidas no es eficiente para cuidar la salud de los jóvenes (¿Alguien podrá alguna vez mostrar las medidas de su eficiencia?), pero sí lo es para no interrumpir el sueño ligero en el que vegeta una aparente mayoría que no se caracteriza por el uso eficiente del seso. Esto es una pena. Mientras deberíamos defender el uso libre del seso, las relaciones sesuales (o sesudas) antes de cualquier matrimonio, comprender sin escrúpulos la homosesualidad (el pensamiento del hombre) y la heterosesualidad (el pensamiento del hombre y la mujer, juntos, con el mismo valor), aplaudir con fervor a quienes tengan capacidades bisesuales (dos sesos... ¡wow!) y embarcarnos con todo y zapatos en una campaña a favor del seso seguro (aquel en el que el seso aprende a cuidarse de la otra cara del seso), cada vez más cosas nos demuestran que es en la otra cara del seso en donde se forma el más profundo desprecio por el ser humano (como el consejo de abstenerse de usar el seso) y es también en la otra cara del seso en donde anida el complejo que nos hace creer que somos incapaces de hacer un mejor trabajo (cuando hacemos una campaña de salud, por ejemplo), es decir, en la otra cara del seso es donde vive, agazapada, acechante, nuestra propia mediocridad.
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Miguel Kolki es cuentista y ensayista peruano residente en Puerto Rico desde hace más de veinte años.
Me ha encantadoooooooooooo!!!! Es una realidad del dia a dia, pero como me he reido.
ResponderBorrarMe incluyeron en el MeMe y tú eres uno de los que seleccioné. Si tienes dudas date un paseito por mi blog.
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