dejenme sola en el baño con mis pestes
mis escreciones, mis intimidades. déjenme
sola en mi cuarto al desvelo
alucinada y llena de llagas, o
ardorosa o aullando.
dejen que llore cuan-do-me-dé-la-gana
mientras friego o desconjelo el fríser
que rabie
probando las habichuelas
que voltee desesperada el arroz.
—escúsenme el beso por un tiempo—
DÉJENME YA
(…)
no me saluden, déjenme así: apestada
espinada con la rosa, hincada
en esta piel de lama hedionda.
no me hablen, no me miren; por lo menos no grito
déjenme sola, coño
déjenme con mis pestes
DÉJENME QUE ME JODA
—que esto pasa—
Del libro: La querencia
Por Anjelamaría Dávila
guau! Tremendo.
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