Llegué a Cartagena anoche muy tarde. En el trayecto me terminé de leer ´Neguijón´ de Fernando Iwasaki. Y el Fernando, a parte de bailar salsa, también sabe escribir muy bien. Descubrí leyendo su novela que yo misma tengo tales gusanos arremolinados dentro mío, porque como dice el autor “los cuatro humores del cuerpo son los que engendran los gusanos de la barriga y los de las muelas, pues la ermitaña de los intestinos se desenrosca por la cólera y de la negra melancolía supuran los rabiosos neguijones”. Por ende, melancolía es igual a tener neguijones. Soy neguijosa, pues.
Fernando y su nigromancia de palabras da cuenta de un grupo miliciano que durante el Siglo de Oro, “siglo de viajes y descubrimientos, pero también de disparates y supersticiones”, lucha contra galeotes, templarios, luteranos y piratas desde un apostamiento a modo de enfermería en donde un barbero, que a su vez toma el puesto de sacamuelas, se dedica a buscar a los agoreros gusanos que él cree se cobijan debajo de las muelas de todos aquellos pecadores y dueños de la carne corroída. ´Neguijón´ es un inventario de los viajes entre España y América en los tiempos del Quijote y de la “sabiduría” religiosa que se sale con la suya proponiendo infinidad de tratados inverosímiles que desembocan en la excusa perfecta para expurgar la imperfección heredada por Adán.
En el “Tratado ´De humanis corporis fabrica´ se había leído que las muelas, los huesos y las piedras de riñón desenterrados en personas vivas podían ser poderosos amuletos contra el sufrimiento, siempre y cuando aquellos hombres hubieran sostenido, arrasados de dolor, la mirada eterna de Dios.” (pag. 121)
No en balde se necesitaba la Inquisición con ese rollo de pestes, bocas podridas, verrugas venéreas, hemorroides protuberantes y toda suerte de otras dolencias que testificaban de manera contundente de los demonios que uno poseía por dentro. No en balde se necesitaban tantos exorcismos con tanta llaga de lepra y convulsiones de epilepsia que según tantos tratados, podían deber su origen a los malos pensamientos y a la corrupción pecaminosa de todos nuestros deseos. No en balde el grupo de belicosos compuesto por un hombre manco, un amputado de pierna, un tuerto y un mellao estaban convencidos de ser poca cosa ante la distracción que resultaba de observar el cuerpo incólume de Luisa Melgarejo y sus dientes beatos, mujer rodeada de santidad, que hizo santos a muchos otros menos a ella misma. No en balde se creían tanta bazofia alquimista y se recetaban tantos mejunjes que iban desde la inserción de un yerro por el orificio del pene hasta la mezcla de heces con llagas de sarna y pus para aliviar los dolores de algún síntoma aleatorio.
´Neguijón´ es entretenidísima y bien lograda. El tono de la narración va desde lo sardónico hasta lo flemático, no sin dejar fuera la ironía causada por la desinformación de la época.
Páginas
▼
No hay comentarios.:
Publicar un comentario