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lunes, octubre 20, 2008
Recordando cuando la luna sí era de queso
A propósito de Ojos de luna
Por Yolanda Arroyo
Pujo coágulos como palabras y palabras como coágulos. Me acaricio el vientre, intento subsanar el embate de los cólicos. Sacar algo del cuerpo tan adherido a uno siempre duele un poco, pero de vez en cuando también se sonríe uno, quizá por la tranquilidad que da el expulsarlo, algo así como un exorcismo combinado. He sonreído al excretarlo.
Ojos de Luna es el título de mi tercer y próximo libro de cuentos que saldrá en breve con Terranova Editores. Fue creado y provocado por la inquietud de explicar la existencia, de entender lo que mis sentidos perciben, de cocinar los ingredientes que poco a poco la vida me va otorgando. El libro es un mapa de un mundo que aunque antiguo, es novedoso. Es un descubrimiento de las crisis, de las miserias, de las marginalidades. Cuando escribo me quedo inmersa en la historia, paso días deambulando por los universos a los que soplo con polvos mágicos y que despierto para que me abacoren y me posean. Me obsesionan los temas desde la perspectiva femenina cuando las mujeres son reprimidas por las circunstancias. Algo en mí quiere salir y luchar en sus pieles y es por eso que creo y recreo estas existencias que debieron tener coraje, rabia, arrojo, que debieron ser contestatarias, dar golpes, vengarse.
Tengo algo de niña cuando escribo, me gusta pensarme ingenua en el ejercicio literario, juguetona, esperando siempre la sorpresa que me van develando las palabras. Ojos de Luna es a veces una radiografía de gente que menstrúa y que se niega a los convencionalismos, a seguir papeles en una sociedad controlada por la testosterona. Varios de mis cuentos tocan el tema de romper los moldes de manera directa, otros lo hacen de forma sutil, pero en definitiva hay un rebelarse, una protesta que se propone rechazar roles. Fue curioso porque no elegí escribir sobre nada de esto, el tema me eligió a mí y se fue aderezando a lo largo de cada escrito. También hay relatos sobre hombres en el borde de los linderos tradicionales, como es el caso del cuento “Pollitos de Colores”. Uno de mis favoritos es el cuento “Claro” que juega con la pieza “Claro de luna” de Debussy a modo de un ritmo llevadero de destinos, en un agüero que protagoniza una mujer dedicada a contratar muchachos vírgenes para satisfacer sus deseos sexuales y llenar una ausencia de afectos.
También trabajo con los relatos históricos muy deliberados, ese es el caso de los cuentos “Los ojos de la luna”, “Saeta”, “Especias del Medioevo”, “Sin Olas” y “Alborotadores”. Sin embargo, mi propuesta no es un libro de historia, y como dice Vargas Llosa, he trabajado sobre la historia con la libertad de la que se apropia un escritor. Al igual que él en La fiesta del Chivo, creo haber seguido con fidelidad los grandes lineamientos históricos, pero en los detalles me he tomado licencias, he cambiado, añadido, alterado con toda la independencia que la ficción me da permiso.
Esta obra tiene y no tiene de mí, de mis dolores, olores, de mis malestares, de mis miedos, de hecho es como un vitral. Trato de mostrar las historias distorsionadas por los prismas, formadas por una red de perfiles, de trozos de vidrio con colores diferentes y distintas texturas que se insertan en él y que al final de cada lectura refractan la luz. La luz que lo atraviesa y que produce sensaciones: sentimientos, impresiones, apasionamientos, desatinos, desdén. En Ojos de Luna he arrastrado las ideas y las similitudes de un universo confuso y nada equitativo, he plasmado injusticias, iniquidades, desafuero. Lo he vestido del tema de los ciclos lunares y de cómo afectan las vidas de ciertas personas, sus mareas, la longitud de los marullos y la largura de los arrecifes que contrastan y contrarrestan. Trato de ser un simulador que recrea la sustancia de lo vivido y que, cuando puede, lo rectifica.
La escritura de Ojos de Luna me ha permitido la reconciliación del alma con las anomalías que va hallando el cuerpo en dimensiones más físicas y menos espirituales. Significa para mí la conversión literaria en ejercicio activo, vivo, delatando un mejor manejo de las diferentes situaciones encontradas en nuestro camino, o en el de los personajes. Cuando no podemos remediarlas, al menos nos queda el sabor de haber esgrimido en papel lo que nuestro ejercicio mental bien ha deseado como posible solución. La palabra escrita me da una alegría que sólo se compara al acto de la gestación. Escribir para mí es ir permitiendo una criatura en mis adentros para luego verla parida. Escribo para conocerme, para acordarme de mí y de los otros, para concentrarme en lo paradisíaco e ignorar la frivolidad del planeta. Escribir este libro me ha hecho sentir más viva que nunca.
Ojos de Luna es plegable, como los nuevos artefactos que se usan para construir ciudades diminutas. Así que indudablemente es un juguete. Creo fervientemente en el juego a la hora de escribir, en meter la pata, en ser espontánea. Este libro tiene historias que se han gestado mientras duermo, mientras conduzco, mientras leo, mientras hago el amor.
(Ojos de Luna, Terranova Editores, 2007)
Publicado en http://www.piedepagina.com/numero12/html/yolanda_arroyo.html
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