El placer de abandonar

Post fatigosa y abandonada. Otra vez. Y no lo digo con coraje ni sorpresa, ni victimización. Lo digo como humana, mujer, persona que ha abandonado y que ha sido abandonada, en ocasiones distintas. Hacer las paces con las piruetas de la vida que hoy dictan una cosa y mañana otra. Hoy me toca, otra vez. Y miro por la ventana y suspiro. La última estadía se ha tomado como oportunidad, como coyuntura para aprovechar la distancia de cuerpos. Separaciones de vínculos. Elucubraciones de mejor me quedo sin ti, por ahora. Porque no compartimos los mismos valores, ni las mismas metas, aunque clavarte y clavarme sea tan divinamente rico. Aunque tus dedos y mis dedos, y las secreciones y los sabores a nutella en los pliegues jueguen a promesas infinitas. Nunca son infinitas. Lo bailao no me lo quita nadie, pero al final es eso, un bailecito. Una tonada. Si se trata de extender el asunto, dura lo que dura una sinfonía de Mozart. Pero al final de cuentas, se acaba.

Y para los días de “sobbing”, revisitar a Vanilla Sky.