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martes, septiembre 01, 2009

¿Duermes?




Es de madrugada. Una ingesta de leche tibia, dos benadryles y un zolpidem más tarde no han podido mantenerme dormida. Estoy segura es la euforia. He dado vueltas, he leído, me he puesto a escribir… lo más importante es que he repasado con cautela los eventos del día: despedida de Jack al aeropuerto “abro paréntesis” (sí, Jack se me apareció el sábado luego de un berrinche y una semi- discusión al teléfono, y me dijo “estaré en Puerto Rico en tres horas, ve a recogerme al aeropuerto para aclarar las cosas”. Y eso hizo, se apareció. Así por sus cojones. Los cojones adorables de Jack que me ponen de cabeza. ¿No decía yo que había que mantenerlo a raya, alejadito, sin hacerle mucha gracia porque él es mortal para la salud mental? En fin, vino, hablamos, bailamos, lloramos y se acaba de ir) “cierro paréntesis”. ¿Por dónde iba?

Ah… que es de madrugada, que gobierna el insomnio, que si el hombre de la tosecita y yo fuéramos lo que éramos antes, los grandes y especiales amigos que éramos antes, él seguramente ya me hubiese enviado un text message preguntando “¿Duermes?”, como cualquier vez anterior, y yo le hubiera contestado: “Imposible”. Y nos hubiéramos guindado del teléfono. Y le hubiera contado de los cabellos rubios de Jack, y de su sonrisa apoteósica, y de los pliegues de sus labios. Hubiera disimulado para no sonar cursi mientras le contaba de su olor, y de su sensibilidad, y de sus atenciones, de sus manos perdidas en mi cuello, acariciándome la cabeza, y de sus rubios y lumínicos cabellos hermosos (¿ya dije que son rubios?). En fin. Al hombre de la tosecita también le hubiera contado del vacío, del boquete que queda. De la desolación. Del miedo que día a día espanto. Al que no le hago mucho caso. Miedo a que un día Jack no esté, no porque haya decidido marcharse a otras experiencias, sino miedo a la posposición de tanta felicidad, a postergar todo para mañana, a mover para luego los proyectos de vida, por la otra familia, o el otro compromiso, o por el miedo al miedo. Miedo a que tenga un accidente, o que haya una tragedia, o que se yo, y Jack deje de existir de manera corpórea y yo… yo perdería la voluntad hasta para respirar.

Si el hombre de la tosecita y yo fuéramos lo que éramos antes, los grandes y especiales amigos que éramos antes, le mostraría lo último de Hiroshima. Confabularíamos hasta la risa. Volveríamos a ser compinches. Le mostraría el manuscrito que se acaba de ir a la editorial y que espera ver publicación en octubre. Chismorrearíamos en la complicidad de la dedicatoria. Ya me lo imagino diciéndome: “¿Qué hiciste, abusadora?”. También le contaría otras cosas. Le diría “lo siento”, le pediría “perdón”. El insomnio es así de metiche.

Al hombre de la tosecita, además le diría “ven”. Y él vendría. Sin importar la hora. Y yo le abriría la puerta, como tantas otras veces. Porque necesitaría llorar en sus brazos. No de tristeza. Tampoco de alegría. No sé si me entienden ustedes, pero él me entendería.

2 comentarios:

  1. Yo sí te entiendo...y...hasta que Jack vuelva, hasta que vuelva el hombre de la tosecita, aquí estoy....

    La Mujer Cruda

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  2. Yolanda
    Tal parece que en un rincón estaba yo escuchando esa conversación
    Jack vuelve por favor y deja que Yolanda duerma y en sueños te siga escribiendo

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