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martes, marzo 23, 2010
Severa Insatisfacción Latinoamericana
por The Clinic
Revista “The Clinic”
Semanario chileno
Sección ‘Caldo de cultivo’
Severa Insatisfacción Latinoamericana
A la lícita pregunta de qué es la nueva, novísima o lo último en la narrativa latinoamericana, el peruano Diego Trelles Paz responde, de manera algo hiperbólica, que la componen aquellos narradores nacidos entre los setenta y los ochenta, expuestos tanto a MTV como a la caída de las Torres Gemelas y el Muro de Berlín, la comida chatarra y los comics, en suma, a la globalización. Los diferencia de la generación McOndo que sus obras no son tanto una reacción a los coletazos del realismo mágico, sino más bien producciones cosmopolitas que no pierden de vista la realidad local. Al final de su prólogo Trelles Paz invita a los lectores a “Come and see, querido lector, ven y mira, que aquí estamos: de espaldas al futuro, narrando el derrumbe”.
Haciendo a un costado el inoportuno anglicismo, en efecto en la mayoría de los cuentos prevalece un ánimo parecido al de la derrota o la frustración o a lo que se podría llamar una insatisfacción severa con la realidad. En “Huracán”, de la cubana Ena Lucía Portela, la hija de un disidente cubano exiliado en Miami ha tomado la decisión de suicidarse, pero no de cualquier manera, busca el suicidio perfecto, quiere que un huracán se la trague, quiere desaparecer por completo, y por supuesto no consigue ni desaparecer ni morir. “Lima, Perú, 28 de Julio de 1979” es otro ejemplo de cómo la frustración, promovida en este caso por la desigualdad social, inocula en un estudiante de artes plásticas próximo a titularse el imperativo moral de enrolarse en Sendero Luminoso para llevar adelante la lucha de clases, para apenas acabar evocando su pasado como pintor mientras persigue a un amigable perro negro para darle muerte. Los hay también relatos en que la realidad se disloca para dar paso a lo fantástico y el horror. En ellos predomina una violencia alegórica en las que se funden el desgarro social con el dolor personal. La argentina Samanta Schweblin vuelve al Borges de “There are more things” y a Lovecraft para contar la historia de una pareja que vive en una estepa a la espera de cazar “algo”, un innombrable que podría ser cualquier cosa, pero que bien podría ser un hijo.
La disolución de la vida doméstica es también el tema de Antonio Ortuño, quien esboza la amenaza latente del adulterio en un juego de espejos donde la pseudoefedrina y la homeopatía desempeñan un papel crucial. “Rapiña”, de la portorriqueña Yolanda Arroyo Pizarro, es uno de los mejores y más inquietantes relatos de esta colección, y una alegoría descarnada sobre la pequeña burguesía que compone la clase política. Los aportes chilenos a esta antología estuvieron a cargo de Andrea Jeftanovic y Lina Meruane, con “Árbol genealógico” y “Hojas de afeitar”, respectivamente. Jeftanovic trabaja sobre la base de la teoría del incesto de Levi Strauss; el cuento es parejo, cerrado, y sugiere que a la narradora nacional se la da mejor la forma breve que la novela. El cuento de Meruane trata sobre el origen de la libido lesbiana en un colegio de monjas, donde las alumnas se depilan secretamente en los baños y pelan con desenfado membrillos en los recreos. Ambos son relatos sólidos, consistentes con el aliento de la antología. La alta calidad de los cuentos demuestra una vez más que el problema de la narrativa latinoamericana es la circulación y no la producción. Aparte de tres o cuatro nombres, el grueso de los escritores antologados es desconocido para el gran público (que no existe) y su presencia se reduce a unos cuantos cenáculos especializados (que apenas existen). Quizá el único reparo a la antología es que en ella no hay un cuento que desfigure al canon latinoamericano, un relato que rivalice con los de Rulfo o Cortázar, Machado de Assis o, aunque esto tal vez no sea posible, con Borges.
Página 19
18 de marzo de 2010
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