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martes, enero 04, 2011

Cuadrántidas 2011: lo que trajo el barco



El día que le haces la pregunta a tu padre es Año Viejo. Te atreves, al fin, luego de 40 años. Aprovechas una charla en la que él, borrachísimo, se declara lleno de remordimientos. Aprovechas un vaso de 12 onzas de whisky con tres gotas de agua tónica que él lleva cargando toda la velada, en un eterno refill. Dejas que se declare arrepentido por no haber estado cerca durante tu niñez, por no haber criado a ninguno de sus hijos, por haberse desaparecido en el army, luego en la Maestría de la Caribbean, después en el nacionalismo de Albizu. Permites, astuta, que te saque en cara la pensión alimentaria de $110 mensuales que pasó a tu madre (esa que ya nunca llamas mamá) para ti y tu hermano. Lo dejas que alardee del viaje a Sevilla que te financió, lleno de culpas, hace dos años. Nunca mencionas el viaje; es como si nunca hubiera sucedido, te reclama.

Aprovechas, meneas el vaso de coquito, y lo confrontas. Ella era usuaria, ¿verdad?, le dejas caer. Nadie nunca te dijo, era un secreto a voces, supones. Por eso las deudas cuantiosas que tuviste que pagar mientras ibas creciendo y teniendo trabajitos. Por eso las llamadas de más de una farmacia del barrio en donde ella debía miles. Por eso el lío con los médicos cuando se daban cuenta que ella había robado alguna libreta de recetas y falsificaba firmas. Por eso los acreedores, los co-feligreses estafados de toda y cada una de las iglesias a las que perteneció y fue diaconisa y dio la comunión, luego de convertirse y re-bautizarse. Por eso iban las mueblerías a rescatar enseres de todo tipo a su casa: lavadoras, secadoras, neveras dejadas de pagar. El banco le retiró el auto, con seis o más meses de atraso. El Mazda GLC, el Mitsubishi, el Malibú verde, el Nissan Sentra. Le cortaron el agua y la luz en tantas ocasiones. La pensión de jubilada nunca fue suficiente. Por eso te robó tu anillo de bodas y la cadena de oro que te regaló tu tia. Por eso sustraía dólares a escondidas del sobre amarillo del seguro social a los abuelos. Por eso los líos de Percoset y Xanax. Por eso el intento de suicidio, quizás un OD sin nombre. Por eso el abandono.

Haces la pregunta y miras a los perros que corren azorados por las detonaciones de petardos. Finges que no te va a importar la respuesta. Que recibirás indiferente lo que tu padre tenga que decir, como quien ya ha madurado, ha dado a luz una hija y ha continuado con su vida sin dirigirle la palabra, desde hace mucho, a esa tal señora . Como quien observa la pirotecnia ilegal que se enciende alrededor tuyo, con el lighter rojo transparente del vecino. Los cohetes explotan en colores. Todos callan, guardan silencio disimulando y comiendo pernil, empachándose de tembleque, cervezas de la base de Buchanan y bizcocho de frutas. Tu padre asiente con la cabeza y dice que Sí.

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