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domingo, febrero 20, 2011

Lecturas de Febrero 2011: El tiempo de los escarabajos, Olaudah Equiano y Pájaros en la boca

Lecturas de Febrero 2011: El tiempo de los escarabajos, Olaudah Equiano y Pájaros en la boca



El tiempo de los escarabajos, de Ángel Antonio Ruiz Laboy, se instala en un marco ludens scriptum donde el mismísimo título nos retrotrae a una época dedicada exclusivamente a la adoración de los machos de la especie. Un juego desde el estudio biológico de éstos, nomenclatura de la mayor orden de insectos en el mundo con más de 350,000 especies, hasta la lúdica referencia de que las mariquitas son, en efecto, un tipo de escarabajo. En su más reciente obra, Ruiz Laboy da perfecta cuenta de que es ésta, también, su más madura, llevándonos por el recorrido de sus participaciones en la Antología ‘Los otros cuerpos’, Anzuelos y Carnadas (escrito a cuatro manos junto a Xavier Valcárcel), El Sótano 00931 e incluso su más reciente en Revista Boreales. El tiempo de los escarabajos es un criptograma (a lo Edgar Allan Poe y su cuento The Gold Bug) con movimientos de orden antropológico, donde los hombres (hombres en exclusividad, maravillosa metáfora) plantean migraciones, retornos y se vuelven relicarios, como aquellos anticuarios que la realeza se colocaba en lujosas cadenas sobre el pecho, colgantes del cuello, en forma de escarabajos para esconder el cabello del amado, la imagen o un recordatorio residual de semen. El libro abre con ‘presentir la noche’ en la primera de las tres disecciones de la colección, donde da paso a ‘glandelocuente’, un texto de marcado erotismo invitacional: “palpitas en mi mano cual recuerdo de la carne/ te abres a mis dientes/ te sabes a mi boca”. Y a éste le siguen ‘atraganto’, ‘tajeadas’ y ‘ley natural’. En ‘retornos’ descubrimos el propósito real de la criptografía (del griego κρύπτω krypto, «oculto», y γράφω graphos, «escribir») como técnica que altera las representaciones lingüísticas del mensaje hombre-hambre-hembra de Ruiz Laboy. Aquí nos despedaza ‘tajo con tajo’ y primicia la sección en un homenaje a Kavafis, con una puesta en página de ‘epidermis’, ‘jinetinta’ (mi favorito) y ‘parábola del beso’ (segundo favorito) cuyo verso “tu beso es el prepucio de esta carne que no parte” me recuerda por qué soy tan besucona.

El mensaje origen de Ruiz Laboy queda desenmascarado, muy artísticamente, por la cubierta aludida en el poema ‘el tiempo de los escarabajos’ que da nominación al libro. El verso “a veces urge tatuarse el tiempo entre las alas” es una radiografía para quienes amamos la tinta en la piel, como demarcador de sucesos resultantes y orígenes krono-semánticos. Es allí, en ese poema, donde se inserta el verdadero tiempo-tempo de la colección, aquel arrastrado por la ‘pluma de Maat’, deidad egipcia, diosa de la justicia, la verdad y el orden cósmico, y el jeroglífico que la representa es una pluma de avestruz, vertical, en perfecto equilibrio, como equilibrada es esta obra de Ángel Antonio. Por eso la devoción de “la tinta a los tatuajes que dibujan tiempo” copula con otros pasajes “ser jinete/ ser tinta/ jinetinta”.

La parte final, ‘relicarios’, concluye el libro con recordatorios y memoriales del texto cifrado-descifrado desde la “precisión del minutero” en los poemas ‘funeral de la caricia’, ‘escarabeo’ y ‘arqueología’, desde donde se trazan parentescos epigráficos con Miguel Ángel Náter, Abniel Marat, Víctor Fragoso y José María Lima. La aplicación concreta del algoritmo qüiar, según re-nombrado por Daniel Torres en el texto presentatorio de contraportada, nos plantea la existencia de una clave ya no tan secreta: el tiempo épico donde los hombres aman hombres, sin miedo a represalias ni repercusiones.

El libro ‘Olaudah Equiano’, o ‘Narración de la vida de Olaudah Equiano, escrita por él mismo’ es una autobiografía de un esclavo liberto del S. XVIII con el que me topé haciendo investigación para una nueva obra. El autor nacido en 1745, fue secuestrado por otros negros africanos, que al igual que él, transitaban el continente, excepto que éstos tenían mejor tecnología bélica y estrategias de la maldad más desarrolladas que la tribu de donde venía el protagonista. A los once años Olaudah paseaba, cazaba, jugaba y vivía en Essaka, en lo que es hoy la región de habla Igbo de Nigeria. A esa edad, fue tomado como esclavo y llevado a América, y luego vendido a un capitán de la Marina Real, quien le dio el nombre de Gustavus Vassa (en honor al rey sueco del mismo nombre).

Con el pasar del tiempo fue vendido a unos traficantes blancos que le embarcaron en un buque esclavista hasta la isla de Barbados, en donde tuvo que supervisar a otros negros como él, pero reportando a la hegemonía dominante blanca; es así que se convierte en velador y torturador indirecto de aquellos limitados de libertad, como él. Luego pasó a Virginia, donde fue comprado por un teniente de la armada británica con quien tuvo aventuras marinas por mucho tiempo. Un empresario cuáquero comprará su libertad permitiéndole educarse y convertirse en uno de los primero autores negro-africano que relatan sus incidencias desde haber sido extraído de su natal África, hasta la culminación de sus días en Inglaterra, en donde se casó con una mujer blanca y tuvo dos hijas.

Como escritor africano del siglo XVIII vivió en Gran Bretaña y en sus colonias americanas. Se ha dicho que en su autobiografía, Olaudah emplea estrategias como la perspectiva del ojo inocente (innocent eye perspective), o lo que se conoce hoy como “narrativa sin juicios”, permitiéndole al observador-lector, llegar a sus propias conclusiones de lo que debió haber sido uno de los momentos más nefastos de la historia humana. También el escritor hace alusión de la estrategia de elementos picarescos con reminiscencias en la literatura española del siglo XVI. Hace magistral invocación del conocimiento que tenía de la vida y documentos religiosos, cuestionando el lugar del hombre blanco esclavizador, a la luz de lo que dice el cristianismo. Equiano defendía el matrimonio entre blancos y negros como vía para disminuir la segregación racial y unificar a los seres humanos. Unos pocos académicos, entre ellos, Vincent Carretta, autor de Equiano, the African: Biography of a Self-Made Man (2005) (Equiano, el africano: Biografía de un hombre hecho a sí mismo), aseguran que el escritor habría nacido en Carolina del Sur y sugieren que su relato fue basado en experiencias que ya habían sido publicadas con anterioridad. De ser esto cierto, me recuerda lo mencionado sobre el libro “Infortunios de Alonso Ramírez” por la investigadora Estelle Irizarri: "La obra Infortunios de Alonso Ramírez, publicada en 1690, ha sido reconocida como comienzo del género novelesco en el Nuevo Mundo, pero a pesar de que el erudito mexicano Carlos Sigüenza y Góngora dice que recogió la narración, por encargo del Virrey de la Nueva España, de boca del puertorriqueño Alonso Ramírez, la crítica la ha considerado casi exclusivamente como obra del escritor mexicano”. El paralelismo de la calidad de ambos textos, el de Olaudah y el de Alonso, no raya en la autoría, sino en la definición de reconocimiento ficcional, más bien que autobiográfico. Este dato da tela para cortar sobre el asunto de la autoría por un boricua, de la primera novela de habla hispana conocida. Para los puertorriqueños es todo un honor este dato, y aún si coincidimos en que el género es ficcional o autobiográfico, sigue estando de relieve el hecho de la autoría o inspiración portorricensis del libro. Lo mismo funciona para la obra de Equiano. A modo de consuelo, el misticismo y misterio que envuelve la polémica sigue brindado pie para la especulación y nuevas investigaciones.

El libro de cuentos ‘Pájaros en la boca’ de Samanta Schweblin es lo más cercano a una experiencia cinematográfica de horror fantástico, que se haya tenido desde los inicios del género. Lo insólito se privilegia en sus páginas, desde el primer cuento ‘El cavador’ en donde se nos promete el juego caja china adornado de la desesperanza del desenlace. En efecto, "Pájaros en la boca" confirma que Schweblin es una de las cuentistas más robusta de la literatura latinoamericana actual.

Premiados en Cuba y Argentina, traducidos a siete idiomas, los cuentos de Samanta denuncian una mirada nueva desde Poe, muy sobresalientes en la narrativa contemporánea. Lo real aterrador, lo real sucio, lo real escatológico, lo real fantástico tejen una red de araña en donde se dá cátedra de que la construcción de lo verosímil mucho tiene que ver con el talento del escribiente. La crueldad aterradora del cuento ‘Mariposas’, en donde el título y el eje argumentativo son aparentemente inocentes y dulces, nos reitera la prominencia que siente esta orfebre de la palabra por lo extraño, lo insólito y lo raro. Toda construcción de Schweblin es una sospecha nada trivial y poco silenciosa que bombea minuciosidad en cada historia absurdamente intelectual y paranoica. Se ha dicho de ellos que son como pesadillas kafkianas que “se mueve en la delgada línea que separa lo fantástico de lo real, lo sobrenatural de lo cotidiano, en un estilo fluido y preciso”. Lo extravagante en cada inciso, de cada personaje que revela su angustia y hastío nos “obliga a existir más allá de lo supuestamente humano” con la pericia de esta escritora. La cacería de bestias en la estepa, la furia de las pestes, el papá Noel que duerme con la madre deprimida permean violenta densidad e irreversible vértigo. Este libro de relatos postula a Samanta Schweblin como una de las mejores y más originales narradoras argentinas de su generación.

"De espaldas a nosotros, poniéndose en puntas de pie, abrió la jaula y sacó el pájaro. No pude ver qué hizo. El pájaro chilló y ella forcejeó un momento, quizá porque el pájaro intentó escaparse. Silvia se tapó la boca con la mano. Cuando Sara se volvió hacia nosotros el pájaro ya no estaba. Tenía la boca, la nariz, el mentón y las dos manos manchadas de sangre. Sonrió avergonzada, su boca gigante se arqueó y se abrió, y sus dientes rojos me obligaron a levantarme de un salto. Corrí hasta el baño, me encerré y vomité en el inodoro." (del cuento “Pájaros en la boca”).

1 comentario:

  1. La de Pájaros en la boca me la recomendó Newman hace unos meses. Lo pedí por amazon y lo tengo en fila. El tiempo de los escarabajo lo empecé a leer y me parece verdaderamente un buen texto poético, entre actual y clásico, entre lírico y conceptual. Muy detallado, muy elocuente y sí, como dices, maduro. Qué podemos esperar de un poeta que de verdad trabaja sus textos... lo mejor. El de Olaudah, suena interesantísimo. Yo tengo uno parecido, en francés, sobre una esclava de las islitas. Algún día espero poder comprenderlo.

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