Ejercicio del Círculo Literario de Narrativa Corta del Recinto Universitario de Mayagüez de la UPR
Inspirado en el poema "Bruja" de Yolanda Arroyo Pizarro
Itiner
por Jorge Iván López Martínez
31 de octubre de 1999
Hoy las brujas invaden las carreteras. Las calles están repletas de calabazas huecas, inundadas de luz. Los postes emanan luz de manera intermitente. Y yo aquí, en este reducido cuarto de cuatro paredes. Quiero estar afuera. Quiero desplazarme con alegría sobre mi escoba. Quiero salir, pero debo preguntarle a mis padres primero.
En el colegio hablamos de los días como hoy, días que la iglesia critica grandemente por sus orígenes paganos. La maestra ha tratado mil y una vez de infundirnos este miedo por el Día de Brujas, pero nunca lo consigue. Nunca me convencerá. Para mí, es una fiesta preciosa, llena de emotividad y celebración. Hoy es un día maravilloso que marca mi vida año tras año. ¿Se me olvida mencionar que hoy es mi cumpleaños? Hoy un año cae sobre mis hombros. Y hoy recibí el regalo más hermoso. Rubén, el niño con el que sueño todas la noches, me ha regalado una tortuguita. Ha recordado que hoy cumplo años y a escondidas, envuelta en un papel, depositó en mi bolsillo una pequeña tortuga de plástico pintada por sus propias manos.
- Para que nunca me olvides - me dijo -. Porque, aunque nos separaremos el próximo mayo, tú siempre estarás en mi memoria, especialmente en mi corazón.
No pude decirle nada. Agarré su mano y la besé. De pronto sentimos un ruido y él salió corriendo. Luego lo vi en el parque. Me acerqué a su cuello y al sentirme me empujó. Caí en medio del campo y todos se rieron de mí. Él viró el rostro y siguió conversando con un grupo de chicas. Yo me fui. Llegué a mi casa, tiré la camisa repleta de fango y manchas verdosas al piso. También tiré la tortuga, con lágrimas en los ojos, con lágrimas sobre el rostro, sobre el cuello, el pecho y hasta el ombligo.
- No es justo - le hablaba a la tortuga -. El amor no es como lo pintan. No es fácil amar en este mundo, y menos si eres alguien como yo. Pero llegará mi día. Hoy, sin importarme lo que diga la gente, saldré a pasear mis enredados cabellos de bruja sobre los negros ríos de la perdición. Si alguien ofrece pagarme le entregaré mi cuerpo; si vale la pena, el alma, pues no me sirve de nada tenerla. Hoy será mi día. Hoy será el día.
Busqué en el armario todos los trapos que tenía. Uno negro para la cabeza, uno rojo para el cuello, uno verde para la cintura; todo sobre la toga azul de mi graduación. Me maquillé los ojos, oscuros como la noche; los labios rojo puta-pasión; el rostro blanco y las mejillas negras. Bajé las escaleras brincando, con los pies descalzos. Mis padres me miraron, indignados, empezaron a llorar.
- Vengo más tarde, madre - me despedí -. Ora por mi.
Caminé por la acera hasta llegar a la esquina. Me recosté del poste que también lloraba. Un carro se detuvo frente a mí. Un hombre musculoso, de bigotes y con gafas de sol a pesar de la oscuridad de la noche.
- ¿Cuánto pides, amor? - una voz ronca salió por la ventanilla.
- Lo que me des - le contesté -. Sólo quiero salir de aquí.
Me subí al auto y condujo hasta una colina de donde se veía toda la ciudad. Bruja al fin, volé. Él me hizo volar. Luego me tiró del carro. Caminé hasta mi casa. Subí sin que nadie se percatara. Con las pinzas de mi madre me arreglé las cejas. Escribí todo mi día en varias hojas de papel. Me iré con la esperanza de que alguien las encuentre y en mi memoria las entregue a mis padres. Me marcho, pues hoy es mi día. Hoy y el resto de mi vida. Pues las brujas nacimos para volar.
Gracias, Yolanda. Me llena de emoción ver mi nombre en tu blog.
ResponderBorrarEspero de todo corazón que la literatura puertorriqueña continúe desarrollándose, gracias a figuras tan impresionantes como tú, y que llegue a todos los confines de la tierra, como lo que es, literatura de excelencia.