Las letras de este [y del otro] amor
Con nuevas publicaciones y espacios para su difusión, la literatura enfocada en la experiencia de vida del homosexual cobra relevancia en el País
Por Ana Teresa Toro . ana.toro@elnuevodia.com / foto: CARLOS GIUSTI
Los cuerpos comparten geografías. Hombre y hombre, mujer y mujer se narran. También el hombre a medio camino se cuenta a si mismo. Verga, pechos, pestañas y voz viril, describiría alguna frase. La mujer que estrena feliz una fuerza desconocida pero anhelada en la entrepierna también habla de los vellos que, en su rostro, pronto comenzarán a salir.
Hombre-mujer, mujer-hombre se hacen palabra desde el cuerpo, desde la experiencia de vida que antes que cualquier cosa es humana.
Quizás en especificidades como esas es que radica la distinción entre la literatura -llamada- sin apellidos y la literatura que carga orgullosa el apellido gay o en un espectro más inclusivo “queer”. Desde que existen las letras, existe esta literatura. Bastaría citar ese delirante episodio de la primera parte del Quijote, en el que un cura vestido de mujer observa lujuriosamente a una mujer (Dorotea) vestida de hombre y que exhibe su pie desnudo en la orilla de un río. Si se trata de romper esquemas, salir de la norma o, sencillamente, de literatura en la que se narra la experiencia de todo aquello que queda fuera de lo social es evidente que no estamos hablando de ninguna cosa nueva. Aunque claro, no se puede olvidar el hecho histórico de que así como no se trata de una cosa nueva, también hubo muchos textos que no vieron la luz pues la censura siempre rondó (y siempre amenaza con rondar) estos textos.
Ahora bien, durante los últimos años y tras la publicación en el 2007 de “Los otros cuerpos”, la primera antología que recogía obra de temática gay, lésbica y queer (trabajada por Moisés Agosto, Luis Negrón y David Caleb Acevedo) así como la aparición hace alrededor de dos años del colectivo literario Homoerótica y la realización hace seis años del Festival del Teatro del Tercer Amor, resulta notable el hecho de que el tema ha buscado hacerse de un espacio digno y de debate en la esfera cultural.
Público no ha faltado. Las lecturas de poesía se abarrotan, los libros se mueven bien y las piezas teatrales se venden casi siempre en su totalidad. Sin embargo, a juicio de algunas de las principales voces dentro de este escenario de producción cultural, no se ha logrado trascender de modo que pueda perder su apellido y sea considerado sencillamente como literatura. Hay quienes la critican por entender que no trasciende el tema sexual. Mientras que para otros, el apellido es necesario, porque además del elemento inherentemente artístico, hay un componente de activismo.
Con o sin
“Hay un saldo positivo de que lleve el apellido porque la gente que se siente marginada se siente incluida. Cuando yo empecé mi carrera había mucha gente huérfana de escritos que reflejaran su realidad. No había una literatura lésbica con ese nombre de modo abiertamente homosexual y los lectores nos teníamos que quedar como voyeuristas mirando hacia esa literatura tratando de encontrar un signo que nos identificara”, expone la poeta Luz María Umpierre.
También depende de quién la identifique como tal. “Vivimos dentro de una sociedad heteronormativa y predominantemente machista. Entonces se piensan en estas literaturas como niños literarios, las ignoran, las marginan y no se les quiere reconocer como válidas”, expresa Umpierre.
Por su parte, la escritora Yolanda Arroyo Pizarro si bien coincide con el hecho de que identificar estas obras dentro de una temática abona al elemento humano de sentirse identificado, también señala que, en su momento, enmarcarse dentro de esa línea fue una decisión que debió tomar.
“Mucha gente me dijo que no lo hiciera, que no le pusiera apellidos a mi literatura. Yo pensé que podía salir airosa. Es un riesgo el que se te catalogue pero yo tengo la ilusión de que podré ser incluida en ambos discursos porque después de todo yo lo que no quiero es que me digan de qué tengo que escribir”, cuenta Arroyo Pizarro.
“Tenemos comunidades gay bastante frágiles en términos del acceso a derechos y la mirada que nos damos a nosotros mismos es pobre y está subdesarrollada pero aún así pienso que para estas personas es importante que sepan que hay una literatura que habla de sus experiencias”, opina por su parte el escritor de uno de los libros sobre el tema más vendidos del momento, la colección de cuentos “Mundo Cruel” que ya va por su segunda edición. “Se vendieron 1,400 ejemplares la primera semana. Es imposible que hayan sido todos gay”, añade.
¿Todo es cuestión de sexo?
Esa quizás es la crítica más severa, que la literatura gay no es capaz de trascender lo sexual. Entonces, ahí la cosa se complica. “El sexo va a ser siempre un tema recurrente y permanente en el teatro de tema gay porque es lo que se nos impide, es lo que ha sido vetado, oprimido y es desde ahí desde donde parten los cuestionamientos sociales como la psicología de un transgénero, o del hombre bisexual que deja a la familia por un amante, el tema sexual está ahí en todas sus vertientes”, observa desde el punto de vista de la dramaturgia Rafael Rojas, director del festival teatral.
A su juicio, “no existe un teatro gay, existe teatro y punto, existe buen teatro o mal teatro. Cuando usamos el cintillo de teatro gay estamos buscando levantar la curiosidad en un determinado grupo y quien lo señala desde sus prejuicios le hace un pobre servicio al arte”.
“Esto ha sido algo que ha estado toda la vida. Ese no querer leer, apreciar la literatura escrita por homosexuales y mujeres lésbicas bajo la estupidez de que creer que esos temas sólo hablan de actos sexuales y de homosexualidad y se niegan a ver que toda esa literatura tiene toda una carga de temas humanos”, aporta, por su parte, Umpierre.
La artista multidisciplinaria y escritora Liliana Ramos Collado subraya que hay que considerar que “hay mucha literatura mala”. “El hecho de que seas gay y hayas sufrido no necesariamente te hace un poeta. No es justo que se coja pon con el tema gay”, manifiesta toda vez que amarra su opinión al hecho de que “el arte no es autobiográfico. Punto. El arte es una invención, creas un sujeto, tu vida está arreglada, maquillada y sometida a los artificios del arte. El gran problema es que se le exige al marginado hacer arte autobiográfico y se le limitan sus capacidades. Mi vida es mucho más compleja que eso, no se reduce a eso”.
qué bien! gracias por compartirlo!
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