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lunes, noviembre 21, 2011

Almudena: de la transgresión al Sor Juana

Almudena: de la transgresión al Sor Juana
Por Yolanda Arroyo Pizarro




La primera vez que tuve un texto de Almudena Grandes en mis manos, yo estaba recién cumpliendo los treinta. Acababa de publicar mi primera novela, Los documentados, que todos insistían (e insisten) en llamar Los indocumentados sin que yo jamás los corrija, porque de eso se trata, de permitir esa confusión pre-cognitiva que se crea entre el tema generador y el conocimiento previo. El amigo Carlos Esteban Cana, conocedor de mis vicios, me llamó para decirme que en los cuarteles de Ediciones Callejón se gestaba una venta quemarropa de fin de año. Hice las consabidas y necesarias llamadas contagiando a otros viciosos de libros, obsesionados de letras y entes capaces de dejar de almorzar por comprar un buen texto. Llené el carro de gente que me ayudó con el serrucho para la gasolina y hacia allá nos dirigimos. El primer libro que abracé fue ‘Las edades de Lulú’. Lo escondí al llegar a la casa que compartía con un señor donante, que me ayudaba a criar a mi hija y que era, a su vez, vicioso de ciertas religiones fundamentalistas. Yo estaba segura que ese señor no iba a ver con buenos ojos que bajo su mismo techo pernoctara cerca de él, un libro ganador del Premio La Sonrisa Vertical, el galardón más importante de literatura erótica escrita en español, que en otra ocasión ganara nuestra Mayra Montero. Así que lo escondí, y así, poco a poco lo fui leyendo en la clandestinidad. Almudena me dejó saber que yo no estaba loca, que las poligamias sentimentales y carnales eran posibles, que lo mío tenía nombre, que los poliamores son como la energía, no se crean ni se destruyen, se transforman.

Hoy, casi una década más tarde, la vida me ha dado el privilegio de ser jurado de la feria literaria en español más importante del planeta, que galardona una obra anual en nombre de Sor Juana Inés, para una escritora meritoria. La FIL Guadalajara. Este año, increíblemente, esa escritora es Almudena Grandes, una mujer que me enseñó lo que es la ferocidad literaria, la transgresión, lo atrevido. Y yo soy parte del jurado que le otorgará tan importante presea el próximo 30 de noviembre en México. Voy a estar a su lado, respirando su perfume y dejándome embriagar por su duende. Espero que las palabras me salgan para poder darle las gracias. Por todo lo que hizo por mí. Estoy segura que sin ella, hoy yo sería otra.

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