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martes, enero 10, 2012

Reseña del poemario Novilunio, de Javier Febo Santiago

En  fase de Novilunio: reflexión, encuentro y sexualidad
Por Ana María Fuster

       “Todos los días debiéramos preocuparnos por escuchar buena música, leer hermosos poemas, extasiarnos en lindas pinturas y hablar palabras razonables,”  disertó una vez el genio alemán Goethe.  Así, el arte nos salva de la muerte, de la ceguera de la sangre (o de eso que denominan alma), y más en estos tiempos convulsos donde se ha perdido el respeto a la vida, el sentido de los sueños, el culto a “tener” “ahora”.  Por el contrario, el oficio del poeta debe estar cargado de estas palabras razonables y belleza. Belleza con el significado de obsequiarnos placer a través de la forma,  de los sentidos y el movimiento.   El verso debe transgredir el conformismo, la rutina y encaminar a los fluidos de la razón, al grito y al deseo.

           El lector de poesía es el más exigente. No se queda quieto. Exige que el poema esté trabajado con arte, que lo convoque a viajar a través de la palabra, sentir solidaridad, pasión o hasta odio, si fuese el caso.  Si esto le sucede, estimado lector, usted se encontrará satisfecho ante el nacimiento de Novilunio. Un poemario razonable y bello, donde el hombre transita por el mundo, la locura, la mentira, las pasiones, el amor y la búsqueda de la verdad, sea en el cielo, sea desde el infierno.

         La  Luna Nueva (Novilunio) ocurre  justo cuando Ella se coloca entre el Sol y la Tierra, y no se ve, pero allí está. Se impone esa luna negra, luna oscura que invita a los eclipses. Son estos versos de Javier Febo Santiago: un juego donde la pasión, la locura, el amor y el deseo danzan húmedos y libidinosos desde la certeza de quitarle el antifaz a la mentira y presentarse amado y amante con sus defectos y virtudes  a ese  “clímax inquieto / insufrible” (pág. 115). Aquí, la palabra inquieta recorre al hombre y su yo apasionado entre el Sol, el Eclipse y la Luna. Después de todo, “si hay poesía, hay acotamiento de goce” (cita de Jacques-Marie Émile Lacan).

En estos poemas, la voz poética huye de la mentira, de las apariencias o del engañoso divertimento de las apariencias. Aquí la única verdad se alcanza en la unión sexual de los cuerpos y la búsqueda de entender la vida junto a la otredad.  Esa vida que es y no es, tal como las maniobras del destino, los engaños de la Luna. Sin embargo, el poeta no sufre ni se siente impotente, no da señales de caer en la angustia del poeta incomprendido, mucho menos del poeta maldito.  Javier Febo tiene la última palabra, el control de la realidad y del amor, en especial del sexo, divina eyaculación, sin perder de perspectiva su realidad personal.  “Faltan cinco / para embarazar / a la madrugada / con el semen / de mis ojos.” (pág. 71)

El poeta tiene dominio de la vida y la palabra. Febo Santiago se define en uno de los poemas más reveladores (no exento de ese humor mordaz que lo caracteriza) del poemario: “Contigo estoy en búsqueda / Me invento trabajos / le predico a duendes / evangelios esotéricos / abro puertas, las cierro / las dejo entreabiertas / recito malabares, ciencias / remodelo enciclopedias  / escribo enfermedades / cocino verbos, adverbios / y adjetivos / […]  / Contigo estoy en búsqueda / de la pedagogía de la vida “.  Y, en efecto, este es el poema enlace entre sus dos publicaciones Novilunio (2011) con el anterior, Avisos de locura (2010).

En Avisos de la Locura, primerizo de Febo Santiago, se destaca esa exaltación por el mundo lírico entre la pasión y la locura, las apariencias, los sueños narcóticos y la imposibilidad de una verdad absoluta. “Es verdad y es mentira / Nada absoluto / Qué es absoluto / nada /  […] / Niego mi nombre / lo despojo de significado / lo acomplejo / indaga su lugar / y vuelve / siempre vuelve.” (Verdad y Mentira, Avisos de Locura, pág. 23). Un poemario que llega hasta el límite, es un grito desesperado, donde “[saber vivir / es un arte y una tragedia / […] / la vida /  es el apóstol / de la muerte” (Vida o muerte, pág. 79).

Así la “locura del poeta” nos acerca casi a Erasmo de Rotterdam cuando el humanista neerlandés expone en su Elogio de la locura que “la razón, para ser razonable, debe verse a sí misma con los ojos de una locura irónica”.  En ese punto donde, a través de la locura, el hombre podrá razonar correctamente.  Y es que jamás llegaremos a ser dueños absolutos de la razón. Entonces la locura del poeta al límite, se desborda de versos y nos lleva a su mundo apasionado y reflexivo. Atmósfera, que de forma más sutil, también se percibe a través de la lectura de Novilunio.

“Golpéame / con los cráteres vendados / de la Luna / con los rayos ultravioletas / del Sol / amanoplados / para que me ensangrientes / profusamente / despóticamente / como si ya no me amaras / Y te de pena  / y yo te pida perdón.”  ( pág. 33.)

         Sol, Luna, Eclipse, esa trilogía, que divide temáticamente en tres secciones el poemario, se funden en un fluir intelectual y sensual que caracterizan esta poesía de Javier Febo. El yo y el otro colectivo social, el yo y el objeto del amor; codificados a través de los versos que provocan a pensar, sentir, liberarse y amar con pasión. Aún en los tiempos que duda, rotundamente humano: “No tengo dinero / sólo tiempo / juventud / un poco de veneno / y te tengo a ti” (pág. 113.) Reflexión, encuentro, sexualidad recorren estas páginas, en las que la voz poética invariablemente dirige, impone, condena, se ríe y ama intensamente hasta la locura.  

En cuanto al estilo en Novilunio, tanto como en Avisos de la Locura, el poeta domina la técnica de la  economía del lenguaje con versos breves, limpios.  Trabaja con profesionalismo el verso directo y desnudo de adjetivaciones. Versos cortos que van marcando un ritmo a galope, veloz, donde no hay espacio para las divagaciones metafóricas.  Sin embargo, esto no quiere decir que caiga en una simplicidad facilona. Son versos lúdicos,  algunos rayando en el hermetismo. Son versos cargados de juegos sicológicos y de placeres “copulatorios”, sin descartar esa humanidad tierna y romántica que el lector agradecerá.

 En este punto radica otro de los mayores aciertos del segundo poemario de este poeta puertorriqueño nacido en Chicago.  Sus versos directos se disparan vertiginosos como dardo en la palabra, desnudando mentiras sociales, copulando con pasión y sin prejuicios. Es una poética ágil y profunda. Esta característica presenta una madurez en la poética de Febo Santiago tanto de forma como de contenido.  Aquí el poeta tiene la palabra. Esa que nos guía y salva.

“Ahora bien, los poetas son unos aliados valiosísimos y su testimonio ha de estimarse en mucho, pues suelen saber de una multitud de cosas entre cielo y tierra con cuya existencia ni sueña nuestra sabiduría académica. Y en la ciencia del alma se han adelantado grandemente a nosotros, hombres vulgares, pues se nutren de fuentes que todavía no hemos abierto para la ciencia” ha dicho Freud en “El Delirio y los sueños”. Celebremos esta fase de Novilunio.  El Sol y la Luna van de la mano sensual del poeta Javier Febo Santiago con sus poemas entre lo terrenal-corpóreo y lo intelectual, formando un Eclipse, junto al verso certero, bien cargado, sin vendas en los ojos, sensual, sexual sin tabúes, crítico en pleno Novilunio. Estamos convocados a la poesía.

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