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lunes, marzo 19, 2012

Carta a Antonia Martínez Lagares por Roberto Ramos-Perea

Me ha conmovido tanto este escrito, que lo incluyo en Boreales para que, como dice el Maestro Ramos-Perea, te conozcan Antonia...


"Antonia, tu nombre es una historia de un pueblo que se busca y se ha encontrado en tí. Antonia, tu nombre es como un alba los pájaros desatan la luz del porvenir Antonia, los pueblos no perdonan un día esa ley se ha de cumplir. Aquellos que un día derramaron tus pétalos de sangre no sabían que así echaban las semillas en el aire y a la vista del pueblo habrían de surgir. Antonia, los pueblos no perdonan un día esa ley se ha de cumplir. Tu muerte la juventud la canta es bandera en sus labios y ..." - Antonio Cabán Vale, El Topo



Antonia… o si será inútil larabia.

Carta a Antonia Martínez Lagares, a los 42 años de su vil asesinato impune.

Por Roberto Ramos-Perea
Dramaturgo Puertorriqueño


QueridísimaAntonia:

            Ayer andaba por Río Piedras y medetuve justo frente a tu hospedaje de hace 42 años. Miré largamente tu balcón,el del segundo piso de la Ponce de León, allí, por las librerías, y un amigocon quien siempre comparto cuando voy por ese barrio, me dice, “ahí mataron aAntonia”.
            Yo no le había hablado del tema,pero salió de su boca con una brillosa certeza inesperada. Es que el trabajapor allí, y todos los días, cada vez que ve el balcón, se acuerda. Y yo porende también. Es ese balcón, sí, justo allí. Deberían poner una placa o algo.Sé que hay murales en tu nombre, con tu bello rostro reluciente de juventud,que acompaña versos de poetas guerreros. Pero allí donde caíste, no hay nadaque te recuerde.
            Cerré los ojos un instante,pretendiendo, como hago a veces, reconstruir en mi oscuridad, las emociones dealgún pasado importante que no haya vivido. Pretendo oír las voces de ese mismopasado resucitando en el presente, como una vieja película que se torna depronto reluciente, o una obra de teatro en la que me siento en primera fila. Ydesde mis lecturas, mis imágenes, mis sentimientos más íntimos depuertorriqueño… escuché.
            Escuché el calor pesado de aquellas6:15 de la tarde, cuando las ordas policíacas perseguían a tiros a cientos deestudiantes que durante ese día, el 4 de marzo de 1970, se habían levantado enarmas, gritos y furia contra el militarismo en la Universidad de Puerto Rico.
            Escucho los disparos a lo lejos, laspatadas en el suelo de los que corren y gritan, siento el picor agrio del gaslacrimógeno que me irrita y me enfurece. Siento también el sordo golpe de lamacana en una espalda, el furioso ay, el coño, el cabrón… el grito salvaje delque oprime, del que mata.
            Allí, en tu balcón, estás hablandofuriosa con tus amigos, con Celestino, con las demás muchachas… Hay en tu dulcerostro transfigurado una rabia de siglos que se va retorciendo en tu gesto,como un espasmo cósmico de ira, como si fuese el estruendo de un astro enllamas, el grito de un semidios enbravecido por la injustica… porque allí justofrente a tus ojos, un bárbaro macanea sin piedad a un estudiante, en medio dela calle, otros más patean sus testículos, le gritan, le pegan duro con lasmacanas y las botas con puntas de acero… te agarras de la baranda del balcón,con aquellas delicadas manos convertidas ahora en garras… te inclinas hacia elfrente, como si tu mirada fuese una llamarada, y tu pequeñita voz estruendea enhuracán de rabia… ¡ASESINOS!!! ¡ASESINOS!!!
            Luego acompañaste esas dos saetas defuego con otras frases rabiosas, para que no golpearan más al pobre compañeroque yacía sangrante en medio de la calle.
El bárbaromira rápido; es tan magna la fuerza de tu grito, tan magnificiente elestentóreo gemir de tu dolor de mujer y de patriota, que el salvaje no puedeevitar en reflejo cobarde, llevarse la mano al cinto, sacar la pistola ydisparar intencionalmente contra tí, como si el estruendo de aquella bala tepudiese haber callado.
            La sucia bala atraviesa tu cabeza deun lado a otro, y también hiere en su cuello a Celestino Santiago Díaz, queestaba junto a ti. Los pétalos de sangre derramada, como dice El Topo… hicieronque este pueblo no perdonara.
Lo demás yalo sabemos. Aunque yo no estuve allí, todavía lo escucho en mi cabeza. La genteque te llevó al Auxilio Mutuo, tu muerte decretada al filo de la medianoche. Tuentierro doloroso, acudido por miles que cantaban La Borinqueña. Escuché entre balbuceos el duelo de FlorencioMerced, de Rubén Berríos y del Comandante Marí Brás. Tu paso a la inmortalidad.Y esas tantas canciones a ti… ¡debe ser lindo eso de que te canten!
Yo no sécómo es el sitio donde tú estás ahora, pero hasta allá deben llegar esos versostan luminosos que te ha escrito El Topo… ese que dice, “Antonia, tu nombre esuna historia de un pueblo que se busca y se ha encontrado en ti”, uf, ¡me gustatanto esa canción!, porque con ella sé quién eres; y cantándola te amamos,Antonia.
            De cómo te convertiste en un signode esperanza, podemos dar fe todos los que hemos participado en los movimientosestudiantiles universitarios. Aquel militante que no sepa quién tú eres, deberemediar esa carencia ahora mismo, punto. Todos los que saben de ti, saben loque es el valor y la rabia. Y cuando acepté hablar de ti, pensé, ¿que decir de Antoniaque no sepamos ya?
Los datosde tu vida, que naciste aquí en Arecibo en abril del año 1949; que cuando temataron, apenas te faltaban dos meses para graduarte de Maestra. Que tu crimenquedó impune porque quisieron culpar a un policía de plantón, de nombre MarcosA. Ramos, para ocultar el envolvimiento de otras agencias represivas que laborabancon la Policía de Puerto Rico. Y esto se supo en medio de las Vistas deMaravilla. Que el Policía que haló el gatillo anda por las calles, y aunque yahoy deba estar viejo, enfermo o muerto, sigue impune y la impunidad noprescribe.
 Que los verdaderos responsables de tu muertelo fueron el Superintendente de la Policía, Luis Torres Massa, que ordenó laentrada de la Policía en el Recinto y protegió a tu asesino; el Dr. Jaime Benítez,Rector de la UPR que pidió la entrada de la Polícía para macanear a losestudiantes y el Gobernador de entonces, el anexionista Luis Antonio FerréAguayo que condonó y permitó todo esto. Todos con sus manos tintas de tusangre, Antonia.
Si fue larabia la que llevó tu corazón a abrir tu pecho de redención, es a lo que quisieradedicar la reflexión que me impongo hoy. Yo siempre he querido saber si larabia es inútil.
Y para averiguarlonecesito tu rabia, Antonia. Resucitar la fuerza de tu voz, tu gesto, tucontrita ira embravecida de tus 21 años de ilusiones y utopías.  El valor, el coraje, los ovarios bien puestospara que aún a costa de tu vida, apostaras a una extraña rabia que nos ofrecióla crudeza de la injusticia en toda su vergüenza. Ah, descubro algo importante.Un hondo sentido de justicia puede provocar una rabia iluminada. ¿Que puedecostarnos la vida la expresión de esa rabia, como te la costó a ti? Tu vida de21 años…
Imaginemostu vida entonces, si esa bala no hubiese atravesado tus sueños… los desórdenesde la Universidad se hubieran calmado, tu coraje indómito habría encontrado unapausa. Te hubieras graduado, hubieses encontrado un trabajo de maestra aquí entu Arecibo natal. Hoy tendrías 63 años. Creo que siempre hubieras sido independentista, pipiola, hostosiana osocialista, eso a la larga importa poco. Los que son independentistas deverdad, no cambian su sentir por estar en esta o aquella izquierda. Descubrootra cosa… tu rabia, motivada por la injusticia, supera las pequeñas parcelasde nuestras ideas políticas.
¿Cómo fuetu rabia? ¿La habías reprimido en palabras y gestos hasta ese día? O como la demuchos, fue creciendo, echando raíces, y a veces flores, soltándose en las conversacionesde la cafetería, en el hospedaje, mientras lees el periódico, o vas a clase contus amigos…
 Se dice que marchabas y militabas y lo hacíascon una profunda convicción de la necesidad de un Puerto Rico libre, de nuestraansiada República.
La rabia estambién sorpresiva; vemos algo que nos aprieta el alma, vemos el sin sentido,el abuso, la violencia y allí sale, llena de su natural color humano; unarabia, que de pequeña, en un trino se vuelve rayo… y estalla sobre las cosaspara que nunca más vuelvan a ser iguales. Esa rabia que nos cambia, que nos alerta,que nos agobia, rabia insomne que día a día nos despierta prestos a una nuevalucha.
De algúnlado nació esa rabia tuya, Antonia. Del hastío de ver un mundo donde las cosascambiaban tan lento, de ver tanto valor y coraje reprimido. En tu época, la República no era tan ilusa y elusiva como lo es ahora. En tu momento la Repúblicaera algo tangible, real, algo que podía llegar mañana mismo. Hoy casi nadie usaesa palabra… República. Y a mi me place mucho como suena: la República dePuerto Rico. Porque es la frase sencilla, real y justa del destino de estepueblo nuestro y de todos los pueblos oprimidos y colonizados por un imperio.
Y esafrase, cuando se duerme en los intereses de unos pocos, cuando se mancha con lapolítica sucia y electorera que vivimos, cuando las bravías acciones delpasado, se someten a la “revisión” de programas de partido y a “nuevasvisiones” de la lucha… no sé; me da miedo pensar que tambien esa frase –Repúblicade Puerto Rico- pueda perder sentido, como me parece que a veces le quierenhacer perder el sentido a la rabia. Yo como buen anarquista, creo en ella. Mela cuestiono, pero creo en ella.
Mucha gentecuestiona la rabia y la indignación. No le ven posibilidades electoreras o detriunfo. La rabia no produce votos, porque todo el mundo ahora es muy mesurado,muy imparcial, muy balanceado y moderado, cosa de no ofender a nadie. Como sipara la ofensa, el ataque, la disidencia… hubiese que pedir permiso. Tú nopediste permiso para gritarle al asesino, él no pidió permiso para matarte.
Tú, amadaAntonia, que con tu rabia te jugaste la vida, si hicieras hoy lo que hicistehace 42 años, te ganarías muchos epítetos de parte de esa caterva de cobardesque solo buscan la mínima oportunidad de aparentar que luchan. Incluso teganarías que te llamaran a capítulo algunos compañeros de la izquierda –como sino fuera suficiente la jodedera de la derecha-, y te dirían, oye, baja el tonoque te enajenas, que nos separamos del pueblo, que los que expresan su rabiason tomados por locos, desorganizados y anarquistas.
¿Cuál es elmiedo de nuestro pueblo a expresar indignación como lo hiciste tú? ¿Qué cosa serompió en nuestro corazón que nos volvió a todos cobardes medidores de cadapalabra que decimos? Ahora no ofender al enemigo es casi una consigna. Entre lamisma izquierda, ¡cuestionar una injusticia de algún compañero, o la irracionalestrategia de algún partido, es un pecado supramortal!
Inclusosomos tan educaditos y civilizados a la hora de hablar de la dictadura. Miratú, la cantidad de gente que me pide que no use esa palabra cuando hable deeste gobierno, porque les parece que estoy “exagerando”. Lo siento, soyanarquista, me fastidia que me den órdenes.
Y yo nohablo de tomar armas. Creo que esa discusión nos ha dividido más de lo que nos haunido. Y el mismo Comandante Filiberto Ojeda Ríos, antes de lo mataran a tiroslos salvajes del FBI, nos había pedido Unidad independentista. Y esa unidad nollega, y como van las cosas, creo que no llegará nunca.
Entonces mepregunto, ¿puede unirnos la rabia? ¿Puede volver a juntarnos la indignacióncontra la injusticia? Esa fuerza sobrehumana, sencilla y directa, que tú ytantos otros nos enseñaron, de gritarle asesino al que mata, corrupto al queroba, hipócrita al que condena lo que él mismo hace, buscón al que engaña…gritarlo, sí. Bien duro, señalarlo, directamente, sin temor, a riesgo de que tedisparen o te golpeen, o te boten de algún programa de radio. Esto último lodigo con conocimiento de causa.
¿Es útilgritar la indignación si luego de ella serás un perseguido, un marcado, quepuedes quedarte sin trabajo, sin el sustento de tus hijos, sin casa, sin nada…?Que incluso por gritar tu indignación pueden sencillamente matarte o desaparecerte?Porque si eso pasa, Antonia, es humano e inevitable preguntarse si valió lapena gritar la rabia para con ella perder todo lo que se había ganado.
Oye, perotampoco podemos vivir una rabia “light”, “posmoderna”, esas rabias de café, amedias, sin calorías, edulcoradas con farragosa intelectualidad o peor aún,llena de complicidades y eufemismos. Eso y el silencio es casi lo mismo.
La preguntaes, antes de la rabia… ¿qué realmente hemos ganado con nuestro silencio? ¿Acasono hemos aprendido que todo silencio es cómplice?
Oye estecuento: En junio de 1867, en la Hacienda El Cacao,  Betances se reúne con los tres comisionadosque habían estado en las Cortes de España pidiendo reformas para Ultramar. Conél y de su lado, Segundo Ruiz Belvis y muchos otros puertorriqueños deseosos desaber cuál era el verdadero panorama para una reforma en Puerto Rico. JoséJulián Acosta explica como puede, que las cosas no salieron bien, que había quebuscar otras estrategias para que la reforma se pudiera negociar, pero que nohabía ambiente para ello. Betances, enfurecido, en rabia, irreductible, selevanta y pide que los que están reunidos allí, hagan el solemne compromiso deluchar por la independencia del país. Que ya bastaba, que era suficiente eso deandar mendigando reformas a España y que era hora de que se trabajara por la República,antes de tener que seguir soportando impuestos, persecuciones, leyes omnímodase injustas contra nuestro pueblo. Luego del violento exabrupto de su rabia, unsilencio se apoderó de todos. José Julián Acosta toma la palabra y se distanciade Betances de medio a medio. La reunión se divide entre reformistas y separatistas:fue un momento complicadísimo en la historia de este pueblo nuestro. Losreformistas quieren negociar. Los separatistas quieren la revolución. Fueentonces que aprendimos de Betances que la libertad no se negocia, se toma. Yde Acosta aprendimos que no puedes confiar en lo que te promete quien teesclaviza. A los reformistas los metieron presos por el Motín de los Astilleroscon el que nada tuvieron que ver. Betances y Segundo se lanzan alclandestinaje. Segundo a Chile y Betances a armar la revolución desde SanThomas.
¿Qué habríapasado si Betances no hubiese hablado desde su rabia?
La rabiatiene en su corazón de furia un sentido, una dirección y sobretodo una causa.Mira, Antonia, otra palabra limpia:  causa. ¿Tienen una justa causa todas las rabiasque nos aguantamos hoy? El joven por quien gritaste… ¿qué fue de él? ¿Acasocambió su segura muerte por la tuya? ¿Fue tu intención y tu causa de justicia ylibertad, tan grande y suficiente para que tu hermosa vida valiera tanto comola hermosa de él, abatido y sangrante en medio de la calle? O acaso… y esto meconmueve mucho pensarlo…. ¡Ambos dolores se hicieron uno en el dolor de la Patria!
Tú,oprimida, gritaste para salvar a otro oprimido. A ti te mataron, pero tu  muerte le salvó la vida a ese estudiante queno conocemos, cuyo nombre es cualquiera, cuyo nombre es pueblo.  Ah, ¿ves Antonia? ¿Cómo empieza a ser útil larabia?
Y trasperderte, al perder la tersa mano tuya que les daba cariño, la mirada tierna yamorosa de una hija sacrificada y dedicada… ¿qué ganó tu familia? Y alguien mecontó que tenías un novio. No sé si es cierto ni pude saber como se llamaba, nicuánto lo querías… pero ¿qué ganó él? ¿Le fue útil tu rabia? Tal vez, en lalimpieza del amor, se preguntaron, ¿por qué le gritaste a ese maldito policía?¿Por qué no te metiste dentro del hospedaje a esperar que pasaran los tiros…¿por qué a ti, si con tu muerte se perdieron tantas esperanzas? ¿Qué ganó tufamilia con tu muerte?
Yo no losé. Pero son preguntas tan dolorosas, tan directas… pero tan necesarias paracalmar el alma. Considerar y aceptar que el ser amado tiene su propiaselecciones, sus propios rumbos, sus propias rabias que lo llevan a hacer esto oaquello, es una tarea de desapego enorme, pero aún más, de respeto por lo quecada quien decide hacer con su vida.
 Yo tengo historias de éstas. Mi tío, UlpianoPerea, desobedeciendo la orden seca de mi abuelo- se fue a Ponce el 21 de marzode 1937. Se puso su uniforme de Cadete de la República y allí lo sorprendió lamuerte a manos de un vengativo policía puertorriqueño que lo partió en dos conuna metralla. Desde ese día, a mi familia materna le dio mucho trabajolevantarse de su miseria –Ulpiano era el único sostén económico- y con su muertese instaló para siempre en nuestra casa una continua evaluación delpatriotismo.
No esconsuelo tampoco decir que tu familia te perdió, pero que nosotros te ganamos.No me parecería noble ni justo, sino utilitario. El héroe de la Patria es útil,ante todo, a los que le aman.
Estas preguntaspodría contestarlas con poesía… a veces la poesía es mucho mejor que cualquierargumento de último minuto. 
Concluyoque tu rabia fue útil. Es la rabia que marca las bofetadas de la historia, laque mueve las montañas, la que preña los vientres de la revolución.
Es difícilpensarte solo como una jovencita de 21 años que fue asesinada por el tiro deun vil. Que estaba en el sitio equivocado a la hora equivocada, allí, sinresponsabilidad alguna… o que te mataron por inocente.
No,Antonia, gritaste aquel día porque eras mujer, porque eras puertorriqueña,porque eras maestra, porque habías venido al mundo a construir y a mejorar,porque eras libertaria y justa, gritaste porque no hay espacio en la bondad delser para la vileza. Gritaste Antonia, porque en tu voz, gritó tu pueblo.
Y además,¡basta ya de eufemismos cobardes! Gritaste porque la rabia no es inocente. Y tú, Antonia Martínez Lagares, tú con tu actonos enseñaste que la rabia que sale de la entraña de la Patria SIEMPRE ES JUSTAy SIEMPRE ES ÚTIL.
La preguntaes ahora para nosotros, puertorriqueños que vemos el carnaval de asesinos de lajusticia gobernándonos. La pregunta es para los que nos encogemos de hombroscada vez que sale una nueva noticia del robo de millones del pueblo, delchantaje de las religiones, del maldito chisme político banal, de lasatrocidades de nuestra actual dictadura… ante todo este desastre, ¿qué hacemoscon nuestra rabia?
¿Podemosdesde nuestros balcones gritar ASESINOS!!!, como gritaste tú? Y los que lohemos hecho ya, ¿de qué nos ha servido?
Entoncesnos piden que nos organicemos, que hagamos partidos y movimientos para darcanal a esa rabia diaria que nos agobia… pero nuestros partidos también tienenque moderar sus lenguajes para no enajenar. Las organizaciones políticas tienenque hacer estrategias, concesiones, alimentar líderes que den guía y direccióna esta rabia alocada y anarquista. No sé… entre tanta condición impuesta, larabia se congela en mueca triste y vacía.
A mi, miquerida Antonia, déjame tu rabia útil y pura. Déjame tu rostro en los murales, déjame tu pequeña pero vitalhazaña en los libros… abrázame con ella, enséñame a deletrear esa palabra- ¡¡¡ASESINOS!!!-para poder decirla siempre en furia vengadora. Haz mi rabia útil como la tuya.Porque la tuya fue útil. No solo te sembró frondosa en la historia de estaNación nuestra, no solo te ganó el merecido espacio de mártir de la Repúblicasoñada, me dió a mi, a los míos, a los niños del futuro, esa dulce y susurradapregunta… “¿Quién fue Antonia?”
Antonia fuela que nos enseñó a gritar la rabia. Antonia nos enseñó que los pueblos noperdonan ni olvidan. Antonia es una historia de un pueblo que busca y se hayaen su finos labios que nos besan en huracán. Antonia es tantas cosas del almaungida de revolución, que recordarla todos los años, más que una obligación,será un privilegio para el alma. Bella mujer puertorriqueña, patriota entera,ovario fuerte y generoso, que da a luz al retoño de la esperanza, tú, queridaamiga y compañera, me quedo con tu imagen reluciente, me quedo con tu grito, mequedo con tu savia, porque sí, tu rabia es útil. Ha sido útil porque nos traeaquí a recordarte. A recordarte la falta que hoy nos hacen puertorriqueños como tú.
Por favor,guerrera, renace en los vientres de nuestra nación, sigue gritando tan altocomo pueda tu memoria, porque esa rabia, querida mía, ¡es santa!
Y si laRepública ha de vivir en el corazón del grito, que sea tuyo el grito en furiala que la proclame. ¡Viva la República, abajo los asesinos!
Quedo deti, siempre tuyo.


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Prof. Roberto Ramos-Perea
Director General del Archivo
Nacional de Teatro y Cine
Rector del Conservatorio de Arte Dramático
Ateneo Puertorriqueño
POBOX 9021180
San Juan de Puerto Rico 00902-1180
ramosperea@gmail.com

1 comentario:

  1. Joder con Ramos Perea, que casi me hace llorar de rabia!... Recuerdo a Antonia, a como la mataron, a como estaba mi territoriado pais cuando esa dama nuestra grito su rabia ante lo obvio, eso que como dice Ramos Perea, la posmodernidad boricua insiste en moderar, racionalizar, perdonar para olvidar... Pero estoy con El Topo: "...un pueblo no perdona, un dia esa ley se ha de cumplir..."

    Hasta la victoria, siempre! LiSA

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