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jueves, marzo 29, 2012

Reseña a Caparazones: un diario de navegación y espera

Por: Nadya Echevarría
Publicado el marzo 25, 2012 por nadjamelissa
En el Blog Decadentia // pretextos y nervaduras //



 El libro es negro como algunas ausencias extendidas y en su portada expone una piel desnuda con un único elemento agregado en una mano. Desde la portada se nos muestra elementos que formarán parte de analogías diversas tejidas en una especie de diario de la espera. Podría ser también una bitácora de navegación de una tortuga que en el espacio surca un porvenir para una vida después de la vida. Caparazones, novela de Yolanda Arroyo Pizarro (2010), contiene cinco capítulos dispuestos en una sucesión de caparazones (primer caparazón, segundo, tercero, cuarto y quinto caparazón) en los que la voz de una mujer con el nombre de Nessa, reportera freelance puertorriqueña, reúne memorias de su enigmática y magnética relación con Alexia: fotógrafa, activista de derechos de animales y del ambiente, también practicante de filosofías de la nueva era.



En total son 52 los registros acumulados en los que se nos ofrece una descripción abarcadora, primordialmente, de la personalidad de Alexia, de los espacios en los que ambas se encuentran, el toque de sus cuerpos y de una correspondencia de obsesiones entre ambas que incluye una paridad entre sus cuerpos y los de otras especies en constante asecho (tinglares,  por ejemplo) por las que entregan y dedican sus energías evitando la extinción, posibilitando el apareamiento y el desove según los hábitos naturales de las tortugas. La autora extrae el elemento migratorio de las tortugas y lo pone a girar junto a su pasado de relaciones fusionándolo a su actual adicción en la que se batalla hasta su espíritu siguiendo esa misma ruta nómada y discontinua del movimiento de seres (ese zigzagueo).



Son varios los tiempos que se conjugan paralelamente en la escritura, sumado al del deseo constante de un regreso, de una vuelta al placer de esos cuerpos que se entregan hasta el punto de la posesión imaginaria de uno sobre otro. Sobre el nomadismo, Gilles Deleuze(1) expone:



El nómada tiene un territorio, sigue trayectos acostumbrados, va de un punto a otro, no ignora los puntos (punto de agua, de habitación, de asamblea, etc.) Pero la cuestión es lo que es principio o sólo consecuencia en la vida nómada. En primer lugar, incluso si los puntos determinan los trayectos, están estrictamente subordinados a los trayectos que determinan, lo contrario de lo que sucede con el sedentario. El punto de agua no está más que para ser dejado, y todo punto es una parada y sólo existe como parada. Un trayecto es siempre entre dos puntos, para el entre-dos ha tomado toda la consistencia y goza de una autonomía como de una dirección propia. La vida del nómada es intermezzo. Incluso los elementos de su hábitat están concebidos en función del trayecto que no deja de movilizarlos.



Traigo esta cita de Deleuze colocándome otras gafas para entender el tránsito que va desarrollando Nessa cuando recuerda sus travesías profesionales, los puntos donde chocaría con el flujo de Alexia (por ejemplo esa casa a la que Nessa le confiere carácter de patria) donde Alexia experimenta otro tipo de poderío afuera de aquella estancia familiar, que nunca precisa como primaria o secundaria. Hasta su fin Alexia vive entre distintos planos a los que da continuidad a pesar de la espera de Nessa y de su rencor por su matrimonio oficial. La persona de Alexia se hace mito en las palabras de Nessa; la casa misma está organizada de acuerdo a parámetros de geomancia y de hacer que el flujo prosiga por sus rutas naturales de entrada y salida.



En una misma tela son representadas ambas figuras de mujeres, movimientos en guerra constante y común entre defensores de causas asumidas, el recuerdo punzante de su madre, el trauma con la presencia de ciertos hombres y el contexto confuso en que canaliza sus recuerdos. Todo esto hace que el lector, en lugar de leer en modo lineal asumiendo posiciones únicas en temas tan diversos como la experiencia homosexual y varias trabas presentes en pluralidad de formas en que se organizan los afectos, amplifique el espectro de percepción. En mi caso, problematizo la duda de si la voz narradora (Nessa)  a causa de la falta de un orden autoritario en su vida como adjudica en el número 34 de sus escritos, repara tal falta en Alexia convirtiendo esas lagunas en deseo y entregando decididamente su voluntad a la de ella, al punto de inseminarse y acceder a concebir un hijo. Constantemente le pide que se divorcie como persiguiendo una plenitud de agua donde beberá Alexia cuando por fin se instale, como promete y a la vez evade.



En una primera vista antes de la inmersión en los distintos caparazones que soportan y cuentan la trama, nos encontramos con una cita sugerente de Salman Rushdie (2) que la autora y luego la voz de Nessa atrapan como lo lógico para entenderse a sí misma o si es preciso hará que su espíritu, como inscribe en el número 17:  quiera ser lanzado en proyectil, con el viento solar […] como si pudiera ver los gases y materiales del universo que me traspasarían y yo los traspasaría a ellos. Las orbitas de otros cuerpos que esquivo…



Casi al final de los caparazones lo que se asume y se sintetiza es un manifiesto y una rebelión contra la ausencia, esa que la deja siempre justo al filo de su pensamiento, sintiéndose como un caleidoscopio que deshace implacablemente hacia el cosmos. Con el fluir de la escritura proveniente de Nessa permea un juego que se vale de todo para mantenerse: espíritus, memorias, visiones, reconciliaciones, incluso el mismo dolor y la angustia conforman toda la expresión que desea mostrar y desnudar tal como en la fotografía de la portada. En el ser de lo escrito todo converge y se equilibra por la organización espacial de los elementos en Alexia y con su anhelo por escapar hacia otro planeta. La novela se convierte pues en una metáfora de la ausencia y el amor, hasta el punto de la muerte, que brilla como amuleto proveniente desde todos los puntos a los que remitieron ambas su devenir migratorio.







1 Citado en: Maite Itarrugi, El deseo según Gilles Deleuze. Tàndem Edicions. Valencia, 2000. 95 pp.

 2 “The human being is a storytelling animal, or, actually, the storytelling animal, the only creature on Earth that tells itself stories in order to understand what sort of creature it is.”








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