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jueves, abril 26, 2012

La denuncia desde el Cuerpo, la protesta desde la Erótica




La denuncia desde el Cuerpo, la protesta desde la Erótica
Por Yolanda Arroyo Pizarro


Quisimos escribir desde el cuerpo y la erótica, conversando sobre aquello que nos incomoda, sobre lo que es injusto, sobre la inequidad.  Hicimos ejercicios que denunciaban la infibulación, que metaforizaban  las espinas de acacia, y que permitían el desborde de la rabia por la ablación, por las niñas abandonadas en cunas de India, por el planchado de pechos en África, por la trata, por las clínicas de violaciones correctivas para evitar el lesbianismo, por la escandalosa esclavitud (la antigua y la actual), por la violencia de género, por el abuso sexual, por la Inquisición, por la quema de brujas…

Nacieron textos desde la médula, con caricias que gritan, con regodeos que cercenan, que piden que nos miren para que denuncien con nosotras…

Por eso les invitamos a que nos acompañen el próximo jueves 3 de mayo de 2012 en Poets Passage, a las 7:00 pm.  Mientras tanto, aquí va un bocado...




Esencia Eterna
Jennymer Rivera Alameda


Son tus labios suaves, húmedos y delicados,
abertura cóncava llena de misterios.
Cohabitas con el deseo y la pasión de llegar al más allá,
al más allá de la razón hacia el punto en que detonas de placer.

Son tus curvas finas y sutiles.
Te rodean exquisitos manjares que son tu huella de mujer.
Huella de mujer que es guía de perdición
y dulce emblema enigmático de rendición.

Allí estas tú, glorificada y sublime,
intocable e inaccesible.
Deseada y elogiada,
musa eterna entre poetas
e inspiración divina del ser.

Tus misterios causan desasosiego,
temen a tu fuerza creadora.
Tu luz imponente desorienta sus sentidos
al mismo tiempo que ensordecen su razón.

Allí joven aún yaces inmóvil, controlada y aterrada,
llena de preguntas no contestadas.
Pierdes tu fuerza y tu esencia
mientras castran tu luz de mujer.

Navajas viejas tajan tu piel fina.
Cercenan tus labios suaves como postas de res.
Retorcida del dolor gritas en silencio,
cortan tu carne, mas no castran tu ser.

Allí yaces indefensa, sostenida por tradición,
tradición sin sentido que nace del temor.
Rendida ante tu realidad ya no luchas más,
entregas tu voluntad y te dejas llevar.

Espinas punzantes laceran tu alma,
Tu espíritu tiembla ante tal desfachatez
Ritual de iniciación,
ablación e infibulación,
mutilan la piel mas no el ser.

Soy esencia mutilada, aun así soy deseada,
no habrá cortes ni dagas
que a mi alma dejen castrada.
Víctima de la tradición
mas no de la desolación,
aquí levanto mi frente y vivo,
pues el placer proviene de mi interior.



Título: UNO MENOS UNO/ Por: Giselle E. Mena

La vida es un péndulo,
al borde de mis hombros.
Puedo sentir tu nariz húmeda de lobo…
Parpadeo y el cielo se vuelve una grieta.
Vas lamiéndome despacio,    
devorando mi carne fresca.
Degollas mis entrañas,
miro mi sombra
y soy una niña vieja.
Me llueves y te fundes con lo salado
de 14 hombres al día.
Aquí no se multiplican los panes,
solo espesa el sida.
Hombro a Hombro,
tu madre consuela a mi madre,
mi madre consuela a tu tía.
Soy fantasma que late,
aún me esperan con la cena servida.
¡Perfúmame de libertad!
Te cambio un millón de semen,
por una gota de humanidad.
Sin encoger los hombros,
“uno menos” dijo Mandela.
De uno en uno,
uno menos uno, pido yo.       


Sujeto #2 Mujer. De cincuenta y tantos.
Marlyn Cruz Centeno
“¿Hay algo que no te guste de tu cuerpo, que te cambiarías o te pondrías?” pregunté a una amiga. “¿Me vas a regalar el implante?” dice mientras se agarra las tetas con las dos manos y se las levanta. “Porque con una levantadita me da” se ríe.  Pienso por un momento que este ejercicio se me va ir en tetas. Le explico, que voy a escribir unos versos para un taller de poesía que estoy tomando y necesito saber ese “oscuro secreto” para poder hacer el ejercicio.

Entonces se quita el zapato y saca su pie izquierdo  y me lo pone en las piernas. “¿Ves?” pregunta volteando un poco el pie. Miro con atención y noto  una cicatriz que va desde el interior del arco del pie y señala diagonal hacia el tobillo. Le paso el pulgar por encima y entonces la miro a los ojos.

“Mi papá era un borracho que se ponía muy violento, cuando yo tenía unos diez o doce años bebió hasta no reconocernos a mis hermanos y a mí” comenzó contando. “Agarró el machete para cortarnos por que pensaba que íbamos a robarle y todos nos fuimos “jarda” abajo corriendo para escapar del viejo. Yo era la más pequeña y apenas me daban los pies, uno de mis hermanos me arrastraba, tirada en el suelo había una botella rota que terminó abriéndome el pie. Hubieses visto la cantidad de sangre. Si pudiera borrarme alguna cosa me quitaba esa cicatriz.”

¿Cuántos puntos dices?



Comparemos suturas, guerrera.
Marlyn Cruz Centeno

Mostremos la seña de las sobrevivientes.
Déjame besarte el pie que cargaba tu cuerpo en la huida.
Déjame mirarte viva y celebrarte.
¿Cuántos puntos dices?
Qué cosas que no hay costura que reprima la memoria
Cada puntada adorna el contornearse
con que llevas tu cuerpo,
saben tus pies que cargan una mujer con historia.



El pabellón perfecto
Jennymer Rivera Alameda

Música, deleite para mi alma,
entras en mí como un bálsamo energizante.
Capto tus vibraciones sonoras con mi pabellón perfecto,
pabellón perfecto que decora mi rostro.
Allí sobresales y pintas mi silueta,
silueta que no sería la misma sin tí.
Eres mi emblema hermoso, suave, delicado y fino.
Portal elegante decorado con simpleza,
que recibe vibraciones, que permite conexiones
y que refleja mi naturaleza.

         Luego de leerle el poema, su rostro asombrado y su expresión sonriente tocaron mi alma.  Me comentó: “oh, ahora entiendo”, “que lindo gesto”, “es la primera vez que me dicen algo lindo acerca de mis orejas”, “es como una caricia al alma”.  En ese momento confirmé mi teoría de que una caricia al alma no cuesta nada, alimenta el espíritu, sana heridas y brinda felicidad.  Hacer de esta práctica un hábito impacta a todos y genera energía positiva que recarga el cuerpo, el alma y el espíritu.



Ejercicio: La nodriza
Marlyn Cruz Centeno

Fue el día austero y reivindicado,
fue el día en que el grito se arrastró trepando paredes
y el silencio cansado daba rondas.
Fue el día en que un grupo de manos negras
se negó a seguir recibiendo
blancos en el mundo.
La teta negra se negó a gotear
la mamable leche blanca
para el crío del amo y no el propio.
Así fue que cada nodriza, ahogó a cada infante blanco
en un balde de agua sin color.
Así traslado la negra el grito de dolor
a la garganta de la blanca.
Así como cada nodriza se reencuentra
con su niño blanco en un cielo sin color.
El blanco temió como nunca
la escritura de la que se colgaba con tanta confianza.
Negros levantándose al catolicismo
del ojo por ojo, diente por diente.



Mis negras manos
Meryland Cuevas

Las faenas de sobadora quedaron suspendidas por la inhabilidad de mis manos rotas y heridas. Las curé con ternura. Una yerbera me preparaba un menjunje de manzanilla y sábila. Todos los días,  pensaba en el dolor de esas extremidades y en el sabor de la venganza.

Llamaste a que tu cuerpo nuevamente atendiera, cuando te diste cuenta que ya mis negras manos estaban mejorando. En silencio me acerqué a ti, tomé mis aceites y los unté suavemente por tu espalda. Me hiciste la advertencia que tuviera cuidado con mis uñas para que la tragedia anterior no se repitiera.  Mientras yo, a tus espaldas sonreía.

Te sobé de la mejor manera posible, esperé que mis cuidados te hicieran relajar tanto que prácticamente durmieras en mis dedos. El momento que esperaba.  Estaba preparada para vengar mis nudillos, te llamé y te pedí que te voltearas para seguir aceitando tu cuerpo. Entre dormido y despierto hiciste el movimiento, aún  con tus ojos cerrados y tu pene erecto.

Había llegado el momento, con el que siempre soñaba, con el que tanta furia deseaba.  Me acerqué a tu cara con dos largas y puntiagudas espinas de Acacia que celosamente guardaba entre los pechos.  Por unos segundos me detuve a contemplar tu rostro y recordé cómo se transfiguraba.  Me tomó poco tiempo retomar mi ira y desatarla en tus ojos.

Ya no importa lo que hagan de mí.  Si a la horca han de condenarme, tus malditos ojos jamás volverán a ver mis negras manos.


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