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miércoles, agosto 08, 2012

Wanwe (fragmento)



«El primer recuerdo pudiera ser el barco. Una barriga de maderos unidos y flotantes quienes los suyos llaman owba coocoo.Tanta enormidad, tanto espacio. Un conglomerado de leños apretados, vigas y tablones labrados y unidos con algún desconocido procedimiento. Palos anchos repujados y de feo color. Varios poseen un musgo adherido, aquellos cercanos al agua. Nunca antes a ese tiempo vistos por Wanwe.

La llevan al barco, en una canoa pequeña, en compañía de otras mujeres. Van atadas.

BookCoverPreview las Negras frenteUna de las mujeres tiene orejeras y un pendiente de nariz. No es de la casta de Wanwe y ni siquiera habla su idioma. Sin que nadie lo note, de manera silenciosa, desamarra con astucia las sogas de sus extremidades, y acto seguido se lanza de la canoa. Dos hombres se arrojan al agua tras ella. Logran alcanzarla, la agarran del torso y la golpean. El chapoteo del mar da cuenta de la violenta golpiza. Wanwe nota que la espuma blanca, en ocasiones, se vuelve roja. La devuelven a la canoa, atándola esta vez del cuello. Sus manos son inmovilizadas detrás de la espalda. Le halan el cabello y desgarran los aretes de ambos lóbulos de oreja. Esperan a que pare de llorar y desgarran el del tabique. Es poco lo que comprende Wanwe o las demás mujeres que miran, pero entienden perceptivamente que se trata de un acto de control. Los hombres imparten más fuerza en el amarre del cuello y la mujer tose, pero además lanza patadas.

Las otras mujeres sentadas dan alaridos. Wanwe cierra los llorosos ojos y el resto de los captores realizan ademanes, unas amenazas con movimientos sin ritmo para que se calmen. Les muestran puñales, gesticulaciones de maldad en cejas y mejillas amarillentas y una lengua que sacan y entran a medida que abren y cierran la boca de griteríos apestosos a algún tipo de estiércol con licor.

Las venas de alrededor del cogote de la mujer que ha intentado escaparse se tensan, parecen explotar, entonces ella babea. Siguen apretándola hasta que se desmaya, o su espíritu va a encontrarse con los bailadores poderosos de las puertas del inframundo. Wanwe quisiera tener la certeza de ese paso de portal hacia las esencias ancestrales, quisiera poder realizar alguna plegaria que diera luz al ánima encarnada hasta el ánima desmaterializada.

Quisiera pintar la frente, cortar con marcas de hierro la piel de los hombros para marcar a esa mujer hermana en su pasaje. Pero no puede. Está imposibilitada para realizar nada a favor de esa alma.

Uno de los hombres hamaquea la soga al otro extremo y la exhibe, como escarmiento a las otras.»

Este libro de Yolanda Arroyo Pizarro aporta a la valoración y reconocimiento de los trabajos ejercidos por las mujeres negras esclavas en América: comadronas, curanderas, yerberas, sobadoras, nodrizas, santiguadoras, cuenteras, sirvientas, cocineras, ordeñadoras de vacas, etc. Además, se visibiliza las luchas de resistencias de estas heroínas negras en papeles protagónicos.

         — Dra. Marie Ramos Rosado

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