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sábado, febrero 23, 2013

El feminismo no es blanco, ni de clase media: propuestas de algunas feministas negras en la construcción de otro feminismo

El feminismo no es blanco, ni de clase media: propuestas de algunas feministas negras en la construcción de otro feminismo
(2011)



Respuesta de mujeres ante el racismo: MI reacción ante el racismo es la ira. Una ira que me ha acompañado casi toda la vida, tanto si hacía caso omiso de ella como si me alimentaba de ella o aprendía a emplearla antes de que echara a perder mi visión. Antes vivía la ira en silencio, asustada por sus consecuencias. Mi miedo a la ira no me aportó nada, vuestro miedo a la ira tampoco os aportará nada.

Todo debate sobre el racismo mantenido entre mujeres debe dar cuenta de la existencia de la ira y de sus usos… Toda mujer posee un nutrido arsenal de ira potencialmente útil en la lucha contra la opresión, personal e institucional, que está en la raíz de esa ira. Bien canalizada, la ira puede convertirse en una poderosa fuente de energía al servicio de progreso y del cambio. Y cuando hablo de cambio no me refiero al simple cambio de posición ni a la relajación pasajera de las tensiones, ni tampoco a la capacidad para sonreír o sentirse bien. Me refiero a la modificación profunda y radical de los supuestos en que se basa nuestra vida.


Audre Lorde, “La hermana, la extranjera”

 

La premisa fundamental por la que muchas y muchos vamos aprendiendo el feminismo es la experiencia vivida. Las sucesiones de historias muy personales que nos cruzan indefectiblemente, a veces casi de manera repetitiva. Sentirnos en una cultura que no ha sabido nombrar la diferencia de las mujeres, y la diferencia de algunos hombres, sentir la incumbencia de un estado represor, un mercado donde se tranza el trabajo, el cuerpo, la vida de maneras crueles y malsanas. Y no puedo hablar de otra forma de un sistema económico que posiciona de maneras tan sólidas a ciertos sujetos en lugares de subordinación y enajenación tales que no hay forma de ganarse la vida, de trabajar por un salario digo.

La frase: “no hay forma de hablar de feminismo, si no es hablando de la raza y de la clase”, se ha vuelto una cliché casi esquizofrénico en los pocos cursos y lugares donde la palabra género y feminismo no son mal vistas. Yo parafraseando esto diría, que no se puede pensar el feminismo sin las realidades del racismo y del clasismo. Decirlo así, nos pone frente a dos males altamente mutables, cambiantes, pero cercanos, liados mutuamente para la satisfacción de los que tienen el poder. El racismo históricamente, en nuestras Américas ha servido para legitimar ampliamente la noción del poder colonial sobre algunos pueblos bárbaros, que llenos de riquezas debían ser cristianizados y puestos en orden. La Historia marca las rutas de nuestra existencia como sociedad.

Entonces, hablar del racismo como un sistema de creencias que separa a sujetos y los valoriza, aún ahora después de 300 años de una falsa liberación colonial, (que fue en realidad la liberación de los criollos del impuesto de la corona española), es decir que el racismo es parte de una ordenación simbólica, en la que constantemente estamos midiendo que tanto valemos y que tan oscuras somos. Pero esta valoración simbólica es puesta en evidencia en la separación entre clases, donde las clases más privilegiadas tienen acceso a salud, a altos niveles de educación, a trabajo remunerado, a horas de ocio y de creación. Estas clases privilegiadas siguen siendo en su mayoría blancas, y las clases subordinadas económica y socialmente seguimos siendo todas las demás. La gran mayoría en amplias variaciones de colores, sigue estando al lado de la precariedad, de la lucha constante y de la rebeldía.

El capitalismo se vuelve una forma de ordenamiento de las relaciones sociales y subjetivas en la que sólo algunos (y estos algunos son en su mayoría, hombres blancos y de clase alta), tienen los medios de producción, o los bienes por los que se puede crear riquezas. Estos algunos controlan y explotan a su antojo a poblaciones enteras, de su misma raza quizá, pero siempre de otra clase, y pueden explotar de maneras más legítimas y extremas a población enteras si son oscuras, negras, delincuenciales, bárbaras, pobres, desesperadas.



El feminismo blanco.

Bell Hooks, pensadora feminista, negra y norteamericana, en su libro “Desde donde hablamos”, nos convoca a mirar cada una nuestras imágenes cotidianas, en las que aún a pesar de tener un discurso antirracista, las personas que no viven esta opresión olvidan constantemente que ubican a las mujeres y hombres negros, en lugares de desprestigio y de diferencia jerarquizada. Cuando habla de “personas de color”, lo hace utilizándolo como un nombre de autodefinición política que muchas mujeres feministas provenientes del llamado “tercer mundo” se han autoimpuesto para problematizar y politizar la diferente de raza. “Women of color” o mujeres de color, solo sirve como metáfora agrupadora para pensar la opresión, pero nunca para homogenizarla, siempre para colocarla de lado de la propuesta por el cambio. No un cambio de lugar en la jerarquía, sino un cambio que incluya lo más profundo de nuestras mentes y corazones para destruirla.

Para Bell Hooks, lo característico del feminismo de los sesentas es que por primera vez las mujeres de la clase dominante, blancas y de clase media y altamente educadas se rebelaban contra el patriarcado y contra un sistema de creencias sexista. Lo que ha permanecido en el imaginario colectivo es la mujer blanca luchando por la liberación sexual y por el acceso al poder; lo que no se tiene en cuenta es que tanto el feminismo de ese tiempo, como los movimientos críticos de las mujeres en otras partes del mundo, como en el Perú, han hablado siempre de los problemas de la clase, pero lo relacionado a la sexualidad, por ser más escandaloso y mediático, es lo que ha recibido más atención.

Dentro del movimiento de mujeres y feministas en el Perú sucedió algo similar, sin entrar en detalles de un proceso del que no tengo más herramientas que libros y conversaciones de las mujeres que tomaron parte en de ese proceso, ya que por mi edad lo no viví; pero aún así, como miembro de una nueva generación de feministas puedo decir de manera lejana, y con cierto grado de crítica, que el discurso sobre la clase fue fundamental en esta primera etapa, en primer lugar porque la mayoría de las mujeres provenían de una tradición de izquierda, pero también sabemos por testimonios de las mismas mujeres, que el tema de la discriminación por orientación sexual y del racismo no fueron tomados de maneras conjuntas.

Pero más allá del discurso del feminismo, es lo que las mujeres han sentido como suyo, cercano, una esfera de pensamiento, una práctica política que evidencia que la clase y la raza, no es sólo un tema, sino una vivencia, un compromiso, una manera de acercarse y de cambiar la sociedad. Esto no ha existido. Es en entonces una deuda pendiente desde el feminismo y las mujeres, potencia una mirada crítica desde la propia vida de las mujeres negras y cualquier otra que sufre o siente los efectos de la discriminación y del clasismo.

Entonces les propongo que juguemos un juego. Este ejercicio lo crearon, Mujeres de frente, organización feminista en Ecuador que desde hace 8 años trabaja con mujeres en situación de encarcelamiento, sobre todo mujeres negras y pobres. A través de los años, no sólo las categorías que muchas de ellas conocían desde las ciencias sociales, fueron tomando fuerza, sino cuerpo, rostro, cabellos, sonrisas, nombres, sentimientos. Cada una de las opresiones leídas en los libros estaba personificada en los cuerpos y memorias de estas mujeres: mujeres con hijas, mujeres lesbianas, mujeres que traficaban droga cómo única manera de sustentar un hogar.; aunque las entrañas se llenaran de globos de droga, aunque eso implicara años de años, en la cárcel, siguiendo en la rueda continúa del racismo y del clasismo.

El juego consiste en cerrar los ojos, en imaginar un maleante. Pensemos en qué sexo tiene, cómo viste, cómo habla, si tienes cicatrices, cómo es su cuerpo, si está sucio, dónde vive, qué idioma hablar, pensemos en su familia, en la relación con su madre, si tiene hijos o no, en su sexualidad, pensemos en su color. Hagamos este ejercicio y sabremos que hemos normalizado el racismo en pensamiento y subjetividades capaces de pre-disponer, ordenar nuestras sensaciones y emociones hacia determinado tipo de personas: personas obviamente negras oscuras y pobres. No importa que lo podamos justificar diciendo que las estadísticas dicen lo que dicen, porque lo importa acá es la relación casi inmediata entre criminalidad, raza y clase.

El feminismo es, en palabras de Audre Lorde, otra importante pensadora negra dentro del feminismo, lesbiana y poeta, una forma de pensar nuestras vidas como mujeres, una forma de pensar la diferencia. “La amenaza de la diferencia también ha cegado a las personas de Color. Quienes somos Negros debemos comprender que las realidad de nuestras vidas y nuestra lucha no nos hace inmunes al error de hacer caso omiso a las diferencias o llamarlas con nombres erróneos. El racismo es una realidad viva en el seno de la comunidad negra y muchas veces las diferencias que hay entre nosotros se consideran peligrosas o sospechosas. Muy a menudo, la necesidad de unidad se interpreta erróneamente como una necesidad de homogeneidad, y la visión feminista Negra se toma por una traición a nuestros intereses comunes como pueblo”.

El feminismo, es, en la pluma de las feministas negras, revisitado, re estructurado, alimentado con ira potente crítica y nutridora a cualquier pensamiento capaz de cambiar vidas, de genera acción colectiva. El feminismo ha sido duramente criticado por las pensadoras negras, y las provenientes del tercer mundo, para poder decir la vida de las mujeres en su más amplia expresión, para buscar nuevas formas de rebeldía.

Para Audre Lorde, el racismo tiene influencias externas, y sobre todo tiene un impulso interno. Ella nos dice para el contexto estadounidense, pero me atrevo a imaginar que algo muy parecido puede estar sucedido en el Perú, que “la permanente batalla contra la aniquilación de la raza, librada en conjunto por las mujeres Negras y los hombres Negros, es la causante de que algunas mujeres Negras continúen negándose a reconocer que también estamos oprimidas como mujeres y que la hostilidad sexual contra las mujeres Negras no es patrimonio exclusivo de la sociedad racista blanca, pues también ocurre en las comunidades negras. Es una enfermedad que golpea el corazón de la nación Negra y el silencio no la hará desaparecer”. Además que “exacerbada por el racismo y por las tensiones generadas por el devaluación, la violencia contras las mujeres y niñas Negras se convierte muchas veces en norma y medida de la virilidad en nuestras comunidades.”

Es así que en muchos estudios sobre el machismo en Latinoamérica, sobre todo desde una mirada de género, que tiene en cuenta las relaciones de poder entre hombres y mujeres, y sus interdependencias; pero que no necesariamente tienen el talante crítico del feminismo, han potenciado al imagen del hombre negro y latinoamericano, como el macho abusador pero también pobre y no educado. Esta entrada de los estudios de las masculinidades ha servido para descubrir muy poco de las relaciones entre los diferentes hombres, hombres blancos, mestizos, negros, etc., pero ha fortalecido esta mirada objetivizante y clasista hacia los hombres.

Hoy no puedo más que acabar esta corta ponencia, diciendo que sabiendo que este seminario es sumamente importante y que pone en relieve temas cruciales para las luchas contra las hegemonías, no podemos olvidar que hoy y mañana son días de paro Nacional. Un paro organizado por organizaciones sociales a raíz de las medidas de un Estado que ha asesinado nativos en la Selva, que criminaliza la protesta pública, que vende riquezas naturales sin una consulta popular. Un paro que representa la lucha social de la que hemos hablado hoy, contra el racismo y contra el sistema económico actual.
 

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