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lunes, enero 20, 2014

Con licencia para crear: Yolanda Arroyo Pizarro y la palabra nueva


Por Nerys Santos Gómez

Los grandes libros ingleses impresos en el siglo XVI y a comienzos del XVII tales como “Utopía”, y las piezas teatrales de William Shakespeare ayudaron a formar la lengua inglesa. La  traducción de la Biblia por Tyndale se convirtió en  uno de esos libros que nos obsequia palabras nuevas y conformadoras tales como: beautiful (bella), peacemaker (pacificador), scapegoat (chivo expiatorio) y long-suffering (resignación). El idioma como un organismo vivo está cada día creciendo, alargándose, tomando nueva vida. Es Yolanda Arroyo Pizarro quien nos regala una de esas nuevas palabras que pasa a formar parte de nuestro argot casi sin que nos demos cuenta, de modo sutil, por lo bien que se ajusta, y lo atinada que suena:

“Pero igual he accedido a encontrarme con ella por dos razones. La primera es el desosirio que siento en su voz cuando me llama a mi oficina a principios de semana.”    —Página 14, novela “Violeta”.

Según su traductor, David Caleb Acevedo, desosirio es una palabra inventada por Arroyo Pizarro que surge de las conjugaciones entre desolación y delirio, y no es la primera vez que la utiliza.  Se puede encontrar en muchas de sus obras. Es una palabra adecuada que se introduce sin problemas en la lengua y crea esquemas mentales con su pronunciación.

Leer el nuevo libro de Yolanda Arroyo Pizarro “Violeta”  es como sentarse a contemplar un atardecer especial de tonos Lilas, donde en el horizonte aparecen castillos y formaciones de fatamorgana. Espejismos de amores que pudieron haber sido y no fueron. De amores que son y siempre serán, de encubrimientos y traiciones que generaron desgarres en Vita Santiago. Vita como sinónimo de Vida, la vida tal como es; imperfecta, injusta, enredada pero hermosa, como ese ocaso en plena libertad. Adentrarse en este libro y sus metáforas es disfrutar de este atardecer y observar el paso de un cometa. Saber que se tiene la suerte de observarlo porque está cerca del sol y por eso lleva su cabellera suelta. Dejarse embriagar por esos gases que despide su núcleo.

Para crear el color Violeta hace falta el frío rojo y al caliente azul. Conjugándose. El mal con el bien. Los opuestos. Los amores todos atados a una misma cinta de color morado. Iolante, el amor eterno; Violeta, la tía traicionera; Violeta, la esposa. Violeta el color, violetas las flores (la lavanda, la orquídea, la lila). Violeta la piel que define.

Iolant es un antiguo nombre que significa Yolanda. ¿Habrá una conexión entre la protagonista/narradora (Iolante) de esta historia y su autora (Yolanda)?

Índigo, violeta y morado representan sabiduría, creatividad, independencia, dignidad, serenidad, cambio, trasgresión. Iolante es una artista, es además transgresora, se enfrenta al mundo. A través de su yoga muestra su serenidad, su búsqueda de equilibrio. Yolanda Arroyo Pizarro es igualmente una artista de la palabra, transgresora que se enfrenta al mundo con serenidad, dignidad y amor. Una escritora que cambia paradigmas letra por letra, que denuncia, que revela.

Las mujeres de esta historia están todas en el mismo costal. Yuísa es como la cacica taína de Loíza: justa, respetuosa, luchadora de derechos civiles. Y ni hablar de las  “Violetas” en un gama de degrades, desde la más oscura hasta la más clara; desde la más traidora, hasta la más inmadura. Todas buscando a la fiel y eterna amante: Iolante. Todas unidas a Vita, Vita que significa Vida. Todas enfrentando la vida, el reguero cósmico de los pasos de cometas a que nos enfrentamos.

La “poliamoría” de Vita Santiago y sus múltiples matrimonios terminan siempre en aquella línea del horizonte, donde se tienden junto a Iolante a contemplar el atardecer. Siempre vuelve a ella, siempre envuelta por los tonos sublimes de lila y morado que deja escapar el sol, como en un suspiro antes de ocultarse.

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