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martes, agosto 26, 2014

La inmortalidad, a 100 años de Cortázar

      Julio Florencio Cortázar
      (Bruselas, 26 de agosto de 1914 - París, 12 de febrero de 1984)

      La inmortalidad, a 100 años de Cortázar
      Por Yolanda Arroyo Pizarro

      El primer cuento que leí de Julio Cortázar fue ‘La autopista del sur’ en mi año de prepa en la Universidad de Puerto Rico. Mis sentidos literalmente estallaron y se bifurcaron con el polvo cósmico que aún pulula luego de ese encuentro. Cual big bang atronador, la prosa de Cortázar me acompañó en miles de noches de insomnio. Conseguí casi todos sus libros, siendo mi favorito ‘Final del juego’. Como si yo fuera el personaje de Leticia, entumecida y atrofiada por una educación hegemónica que poco o nada toleraba la diversidad en mis años mozos, mi psiquis estatua se fue desenmarañando cuando descubrí que leer —leer a Cortázar— da mundo. Leerlo a Julio te enseña la verdad, te enseña la valentía. Así que la efigie inamovible poco a poco se fue desenrollando, y bebí más y más de este hombre Autopista, de este hombre Cronopio, de sus tesoros apalabrados. Bebí hasta entender ‘Instrucciones sobre la forma de tener miedo’. Las contemplé con pavor; las estudié de un modo muy obsesivo. Y con algo de sosiego me enteré de mi inmortalidad, ya que en un pueblo de Escocia venden libros con una página en blanco perdida en algún lugar del volumen. Si un lector desemboca en esa página al dar las tres de la tarde, muere.


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