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sábado, octubre 17, 2015

Reseña a Cielopájaro nuestro de Mairym Cruz Bernal, poeta puertorriqueña




Brujería, hechicería y magia en el Cielopájaro nuestro de Mairym Cruz Bernal
Por Yolanda Arroyo Pizarro

A lo largo de la Historia, sobre todo de la historia literaria, se viene percibiendo una presencia constante en el campo de la poesía, influenciada por los tiempos de avanzada en término de libertades y derechos. Esa presencia es la de una mujer que se apodera de la escena (los géneros literarios, los estilos escriturales, la temática ficcional y confesional, la metaliteratura) y que inspira respeto, admiración o hasta miedo. Algunos pudieran decir que es, en esencia, la poeta. Sin embargo, más que la poeta, a mí me gusta llamarle la poeta bruja, aquella que embauca, hechiza, maldice y subyuga con sus letras. Estamos frente a una poeta bruja cuando se habla del trabajo de Mairym Cruz Bernal.

La Revista Cultural Vulture de España publicó en el 2011 un artículo de la autoría de Ricard Millàs sobre la poesía de Anne Sexton. En este Millás indica: “Anne Sexton fue bruja y poeta, cocinera de sí misma, fumadora de salón. En sus poemas las palabras desfilaban hechizadas, sus hijos eran poemas confesionales, la palabra enmudecía para poder ser admirada como una escultura. Anne sonreía aun a sabiendas de la conclusión de su vida. Tras volver de la muerte participó en diferentes talleres literarios. Amante de las palabras, sabía cómo darle sentido a los besos perdidos, las balas sin dueño, las lágrimas sin sentido... describió el lado sórdido de la américa bienestante y fue hermana gemela de su tía abuela Anna Ladd Dingley. Anne Sexton lloraba notas de piano mientras escribía. Cruzaba las piernas en el jardín con un cigarrillo en los labios y se jactaba de su postura como poeta, ladrona de emociones y verdugo de los convencionalismos. Hacha de guerra en un papel en blanco quiso demostrarle al mundo su virtud como escritora y plasmar el odio de su padre hacia ella en sus poemas. Su venganza le arrancó la careta a un hombre supuestamente convencional para encontrar un asesino de emociones, un mercader de lágrimas que no tenía reparo en provocar el llanto de su hija. El premio Pulitzer le acarició la mejilla, como la muerte, que la besó directamente en los labios después de comer con su mejor amiga Maxine Kumin. Y allá queda el recuerdo de una poeta suicida, de una poeta hechicera que veía los canales educativos de Boston, que fue en el taller de Robert Lowell donde conoció a otra artífice de la palabra, Sylvia Plath, mujer, poeta y amante (…).”

Invito a una pausa para reflexionar en las similitudes. Yo he encontrado varias, me he regocijado en la casualidad y he sospechado de la coincidencia. ¿Poeta bruja reencarnada,  poeta bruja asimilada por la intensidad artesanal que despotrica en la construcción de su entorno?  ¿Poeta bruja con una hermana gemela… a lo mejor siamesa? La poesía de Mairym Cruz Bernal mueve, regocija, aturde. Es, en efecto una poeta bruja. He sido testigo de sus maldiciones, de sus bendiciones, de su palabra enmudecida, de sus versos confesados y confesionales, que no son lo mismo.

Como la Sexton, despliega un Hacha de guerra. Yo he visto esto con mis propios ojos: una tarde la poeta bruja anunció que renunciaría a existir desde la cresta de la ola del Mar Atlántico que se apretuja frente a Casa Lola en Condado. Colocó un anuncio público en su estatus de Facebook. Allá llegué corriendo, no preocupada, sino justiciera y convencida de ser testigo de algo colosal. La vida me regaló llegar en el justo y preciso momento en que la bruja caminaba sobre las aguas. La vi, les digo, con estos ojos que se han de comer el fango. Danzó sobre algunos marullos profundos y entorpecida por sus ropajes translucidos, se despojó de los mismos. Quedó aterciopelada y brillosa frente a mí y a otros pedestres cursis que se arremolinaban ya frente al coral.  Sacudió su melena de oro y regresó a la orilla haciendo puntapiés, elucubrando pas de bourrée, pas de basque, haciendo pliés, piruetas de danza moderna y finalmente, un entrelazado de piernas. Emula a Isadora Duncan, pensé. Abrió su boca, emitió un hechizo que convirtió sus labios de piquito en fauces de bruja maléfica.

He sido testigo de sus besos perdidos, de sus balas sin dueño, de sus lágrimas inmerecidas a hombres sin digna nacionalidad, de las veces en que algunas mujeres le flirtean a ver si se nos une al clan. Es justiciera, también una ladrona de emociones y una verdugo de los convencionalismos. Cruz Bernal ha sabido identificar muy bien a los asesinos de emociones en su vida, a los mercaderes de lágrimas, a las traidoras quitamores, y mientras fue Presidenta del PEN Club de mi país, y Embajadora de congresos culturales en más de una docena de otras patrias, ha sabido denunciar la hipocresía de los penes y las vaginas amachorradas por los oportunistas, amancebadas de conveniencias y hasta desbordadas de espuma rabiosa homofóbica, chauvinista y racista. Con más de uno ha tropezado en su ir y venir. Y a más de uno a maldecido y les ha hecho frente con poemas embrujados y pócimas de versos.

Y hay algo que debo repetir, para hacer énfasis. La he visto levantarse de la muerte, cual ninfa enfrentada a alguna piedra sepulcral removida en el tercer día de pestilencia y podredumbre. He querido decirte esto siempre amor, decírtelo así Mairym, frente a tanta gente, frente a tantos nosotros y nosotras: gracias por quedarte, gracias por no irte al inframundo y quedarte aquí cerquita de esta siamesa. Te amo.

En este Cielopájaro nuestro hay otro libro, Árbol de patio que responde a poemas bien pequeñitos, muchos poemas, con espaciado aireado para que respire el verso dentro de la página. Son diálogos con la escritora Isabel Fraire que se inició en unas navidades durante el  2011. Justo un 24 de diciembre. Cruz Bernal me cuenta que esta conversación empezó para acompañar la soledad terrible que la bruja sentía, ante un abandono.

Auris Magna, pronuncia Cruz Bernal y de inmediato me explica que este hechizo sirve para escuchar a través de muros y paredes. Parecería una escena sacada de una película de Harry Potter.

Avifors, grita, y convierte objetos inanimados en aves. A cielos en pájaros y a hombres en pollitos.

Protego Poetrix, susurra y crea un escudo más fuerte que cualquier otro hechizo, protege de la magia negra, repele cualquier maldición, y garantiza vivir el último amor descubierto como si fuera el primero y más intenso de todos. Cruz Bernal, su arte, su talento, su libro Cielopájaro nuestro envicia, encadena el cuerpo de un poeta en ciernes hacia su poeta pater , hacia su poeta mater, y promete dejarnos sin aire si pasamos más de 24 horas sin leer de él. Bendito sean los cielopájaros y las poetas brujas siamesas. Amén.


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