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domingo, noviembre 08, 2015

Un vistazo a 'Catálogo de cuerpos' de Melanie Pérez Ortiz



El poemario Catálogo de cuerpos de Melanie Pérez Ortiz juega con el lector y es, a su vez, una jugada atinada. La poeta-jugadora ha concebido un documento sutil, entretenido y reflexivo. 

Su catálogo me provoca y me pide que a conciencia mire al mundo desde ese análisis tan profundo que a veces puede ser desolador. Mi sección favorita es Vintage. Aquí los cuerpos se trastocan y nos piden a gritos que nos sentemos a escucharles el romance anaranjado del atardecer. Ese poema que dedica a Federico García Lorca nos pinta más que estampas de un derrotado intentando no serlo, acaso metáfora de un país que se muda, como tantos.

Hay piel y colores y cosquillas en la glosa libre que dedica a Nicolás Guillén. La glosa dedicada a Manuel Ramos Otero titulada También yo, Manuel es una de mis favoritas, sobre todo aquellos primeros verso que con delicadeza susurran: Te gloso aquí Manuel/ mi bien amado/ poeta de tus bichos, tus orgías/ Resplandecen/ no faltan tus poesías /pues al lector el culo has manoseado. Más juego, más jugo lúdico por parte de la habilidosa poeta.

Cuando Pérez habla de Huidobro nos recuerda ese tiempo que se acaba, ese tiempo que no hay que perder; el tiempo que brilla como un cometa celeste. Podemos oler el miedos en este poema, entre verso y verso, y a pesar de ello se nos invita a que nos dejemos caer en ese miedo, al vacío. La artesana construye unas imágenes desde las luciérnagas centellantes, desde los epitafios, desde los árboles y las semillas. Nos invita a caminar y es ahí que comienza el baile lúdico de nombrar. Nos hace la historia del origen y la epistemología de una mujer llamada Eva, de una mujer llamada Ariadna, una mujer llamada Lilian — acaso la misma, acaso diferente —, y entonces llegamos a Melanie, miel de anís, melón, liana fresca, molusco anillo cerrado en sí mismo. La autora nos está amenazando. Y nos reta a que aceptemos que no somos lo que creemos ser. Como si pintara una puerta, un autorretrato, mientras en medio de ese espejo descubierto se sigue perdiendo la existencia sin dejarnos lejos para que no nos perdamos.

Hay una invitación a conquistar, para que nos lancemos con la voz poética en el poema número 38, 'Poema borracho'. Aquí el homenaje se queda en mí, toda vez que me habla de un río que se hace mar, toda vez que presagia a una piel de alguien en la piel de un otro salado. Piel pesada y un "tú" que se hunde borracha y que por supuesto, ostenta un epígrafe de Julia de Burgos.

Hay otros poemas que me seducen. 'Caníbal' y ese mordisqueo de cadáveres que nos pasan por la garganta, esos muertos vivos y andantes que trivializan las lágrimas, esos ojos de pez sin agua que respiran. Este libro es una agradable y maravillosa gesta que explica los interrogantes más agudos de la poeta.

¿Cómo se alimenta uno de 10 muertos? ¿Cómo la luna es nueva y el sol es sangrante? ¿Cómo hay que comer de los Espíritus vivos de los difuntos? La respuesta es volverse caníbal en este mar de resistencia que a veces no entendemos, precisamente porque es la muerte la que nos arrebata todo.

En el poema número 15, titulado 'Caer', la voz versada vuelve a Vicente Huidobro y a Ura quién se lo leyó un día. Lo importante es caer sin vértigo, — insiste — caer o dejarse caer, defender con gracia o con estrépito, caer en cunetas o jardines floridos, de espaldas y mirando el cielo y sus nubes, las estrellas que sonríen y saludan. El poemario tiene gracia, de esas agrias, porque la vida es en sí misma, una sonrisa vertical. El libro provoca sonrisas, nos provoca hasta carcajadas en el muy buen sentido autoreflexivo. La piel de Melanie Pérez Ortiz ya ha sido catalogada, ya ha sido coleccionada en estas páginas en la que los cuerpos son simplemente una excusa.

Enhorabuena por esta ópera prima.

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