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jueves, junio 09, 2016

Reseña del nuevo libro del escritor puertorriqueño Max Chárriez titulado “2058 D.C.”

La ilustración de portada y las imágenes de interior son de la autoría del talentoso Julio García

No pude soltar el nuevo libro del escritor puertorriqueño Max Chárriez titulado “2058 D.C.” Tan pronto inicié la lectura me capturó. Chárriez ya ha demostrado que domina muy bien la trama y el suspenso. Encontrarlo en estas páginas haciendo alarde de su gran técnica para construir cuentos de ciencia ficción o ciencia especulativa (como más me gusta a mí llamarla) ha sido muy grato. El primer cuento, que lleva el título del libro, transcurre en ese preciso año y describe el momento en que la humanidad ha enviado personas y criaturas hacia Europa, una de las lunas de Júpiter, pero se concentra en lo que han dejado detrás. Así pues, se nos muestra un planeta revolcado gracias a que un consorcio de países latinoamericanos ha invadido lo que antes fuera los Estados Unidos. Sumamente interesante resultan otras situaciones que se llevan a cabo en otros lugares de la Tierra, como por ejemplo, en el Nuevo Palacio de Santa Catalina mientras se instaura una ley marcial en la antigua isla de Puerto Rico. Es en ese momento cuando el protagonista —padre de uno de los humanos lanzados al espacio—, le escribe cartas a su hija para que ella no olvide de dónde ha venido y para que a través del repaso de la historia, haga todo lo posible para que la misma no se repita.

Le seguirán cuentos como “Uso natural” que relatan un futuro antiparadigmático en el que  un muchacho debe sufrir por sentirse diferente al resto. El personaje vive en una época en la que el homosexualismo es la norma. Hombres tienen parejas hombres, y mujeres tienen parejas mujeres. El protagonista, a medida que pasa el tiempo, se da cuenta de cómo sus sentimientos son volcados a privilegiar, o al menos preferir, el romance con una de las muchachas que observa mientras esta y su novia se besan en las tardes.

Otros cuentos como “Azul”, y “José de papel y de palabras” nos remiten a una atmósfera de romance elegante, de nostalgias, de tristezas. El resto de los textos nos recuerdan a Isaac Asimov y a Ray Bradbury, y a las narraciones futurísticas y apocalípticas que construyeron.

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