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domingo, junio 24, 2007

Del por qué me he enamorado de una negra hechicera




Toni Morrison es una hechicera y me ha enamorado. De esos amores que uno sabe que perdurarán. Su novela Sula me ha hecho levantar a un niño en vilo, darle vueltas cerca de un río y lanzarlo a las aguas. Verlo desaparecer por el hueco creado en los aros minerales, viscosos.

Ambientada en Estado Unidos a partir de los años veinte, durante la entreguerra, durante las luchas por sobrevivir la crisis, esta novela explora el poder de lo femenino en una comunidad pobre y rural de negros, donde las mujeres gobiernan regentes ante los papeles maternales y bélicos, como guerreras, brujas y herederas de una misteriosa tradición. En la novela, Sula Peace se hace amiga de Nel Wright y crean ambas un contraste de conductas que sólo hasta el final serán descifradas.

En 1993, Morrison obtuvo el Premio Nobel de Literatura por esta y otras obras. Su trabajo habla de la vida de los negros, especialmente de las mujeres. Su gran habilidad para la percepción de sinsabores, de incomodidades, de inconformismos, se combina con un carácter compasivo, añejado en el tiempo, estrujado en los sentimientos de los personajes que crea. Lo hace con un lenguaje poético, esotérico, místico.

“A Morrison le interesa que los negros tengan autoestima, que acepten su identidad, su físico y luchen por sus derechos” […] “la obra de Toni Morrison básicamente tiene que ver con las mujeres, los personajes masculinos siempre están en el trasfondo de la historia” declaró María Rosa Fiscal.

Aunque se ha dicho que la historia central de Sula aborda la vida de dos amigas, Sula y Nel, que son como las dos caras de la moneda, y que Sula es la maldad y Nel la bondad, tengo que diferir. Si bien de buenas a primeras esto es lo que se permea en el primer plano de la historia, un estudio más reflexivo y elocuente desentrañará que el elemento maniqueísta es tan solo un adorno a un gran universo estampado por la Morrison. Sula y Nel no son tan disímiles, tampoco son tan iguales, pero entre ellas se da una simbiosis que únicamente en determinados binomios se da, que tan sólo en determinados proyectos de dos se sucede. La una es conspiradora con la otra, es confidente con la otra, pero son conflictivas, cada una es fiel sin tener que recurrir a lo leal. Ese es el caso de cuando Nel descubre que Sula se acuesta con su marido. Años más tarde, luego de la desaparición de Sula en el plano terrestre, Nel se dará cuenta que durante ese entuerto de tres, que rompió la amistad de ambas, a quien verdaderamente extraña, por quién verdaderamente llora es por Sula, y no por el traidor esposo. Sula jamás fue traidora, siempre actuó de acuerdo a la fidelidad de su compromiso con ella misma y lo que quería de la vida, que es a su vez, el compromiso juramentado ante Nel.

En su lecho de muerte, la rebelde Sula le pregunta a su amiga: ¿Cómo sabes? Nel le contesta: “¿Cómo sé qué?” Y Sula responde: “Que tú fuiste la buena y yo la mala…” Palabras que desmoronan la psiquis de cualquier inventor de fábulas.

Ese diálogo es toda una reflexión supraexistencial de lo que se esperaba de una negra en el hábitat de los años 1930, allá en el Fondo, en Medallion. Sula fue a la universidad cuando nunca debió haberlo hecho. Sula nunca dependió de hombres, como debió haberlo hecho. Los tomaba y descartaba a su antojo. Esto trajo consigo que la miraran diferente, que le dejaran el paso libre cuando caminaba, que la llamaran bruja por los sortilegios que se sucedían en su natal pueblo y de los cuales a ella responsabilizaban.

Al final, luego que a lo largo de toda la novela desertara a su mejor amiga, que viera quemar a su madre con inusitado regocijo, que encerrara a su abuela en un asilo con toda la premeditación y alevosía del mundo, y que desconcertara a casi todos los que la tocaban, Sula muere, veinte páginas antes de que acabe la novela. Es aquí cuando Nel, finalmente, acepta que la extraña.

¿Acaso no se trata de la deshumanización lógica hecha esperanza? Yo tengo a mi Sula, la tengo en mi vida. Contrario a todo presagio de rompimientos y conflictos de faldas, y odios desatados, rencores asignados, ahí se ha quedado y las veces que no ha estado, la he extrañado. ¿Albergamos todos a una Sula en nuestras vidas, o sólo soy yo?

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