Antología de la UNAM: Sólo cuento tomo II
Fragmentos del prólogo
Se trató de armar una buena antología de cuentos en lengua española, “cuentos excepcionales de autores vivos, de distintas tendencias, edades, intereses temáticos y estilísticos cuya única vinculación es la lengua en que están escritos”, como apuntó en su momento Rosa Beltrán. También, como en su precedente, se estructuró la antología por “atmósferas” (límites, aprendizajes, revelaciones, criaturas, etcétera), que son fronteras subjetivas construidas en este caso por Ana García Bergua (artífice de la selección y ella misma notable practicante del género), y que funcionan como posible guía del lector en esta summa hispanoamericana de ficciones portátiles cuya lectura continua (corrida, sin pausas) podría provocar delirios extremos, por lo que se recomienda aplicar los cuentos en dosis reducidas: uno o dos o hasta tres por día. No más. A riesgo de contraer una severa, aunque gozosa, intoxicación narrativa.
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En la sección inicial, “Límites”, en los primeros cuentos (“Una raya en el agua” de Andrés Neuman, “Fin del mundo” de Héctor Manjarrez y “Ley de costas” de Lola López Mondéjar), las fronteras son tanto geográficas (los tres están ubicados en zonas de playa o acantilados) como personales: los lazos de los amantes son puestos a prueba y los paisajes exteriores se vuelven reflejo de un malestar interior conjunto. Luego (en “Ángeles caídos” de Alondra Badano Gaona y “El jardín de los ciegos” de Guillermo Fadanelli) se visita a la infancia y a la vejez, que son las playas, digámoslo así, entre la nada y la vida, una, y entre la vida y la nada, la otra.
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La antología da entonces un salto de lo impalpable a lo corpóreo con dos apartados, “(Des)Encuentros” y “Perversiones”, y se transita en ellos de manera peculiar, como si se pasara de la primera cita (o ni siquiera eso, de la primera vez que dos miradas se funden) al develamiento no instantáneo pero sí consecuente de las honduras del Eros. Ya se ha dicho que la construcción de una antología implica el riesgo de atar lazos de un modo que no estaba previsto: riesgo o fortuna, porque se crean por azar comunidades. Y de esa forma funciona, más o menos, la vida en sociedad.
En cuanto a “(Des)Encuentros”, una recurrencia es el observar a dos personajes que podrían estar juntos y atender con mirada científica el modo como se atraen o se repelen: pasa entre un melómano y una deportista (“La corredora de Cuemanco y al aficionado a Schubert” de Mónica Lavín), o entre los que pacientemente se forman en el banco (“En la fila” de Enrique Jaramillo Levi), o cuando se pasa de las virtualidades al conocimiento concreto (“Emoticons” de Aurora Arias), o entre dos que viven juntos pero no cumplen la sentencia de Antonio Porchia de que “estar en compañía no es estar con alguien sino estar en alguien” (en “Pie sucio” de Hernán Ronsino), como homenajes también a las inevitables disonancias (“Las notas falsas” de Karla Suárez) o al falsete (a lo Shakira, la cantante colombiana) del amor, éste visto como enfermedad (en “Avalancha” de Yolanda Arroyo Pizarro).
Septiembre 2010
Fuente: http://alejandrotoledo.blogspot.com/2010/09/prologo-solo-cuento-ii-casi-dos-decadas.html
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