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jueves, febrero 16, 2012

No le dije adiós



Incluyo este estupendo relato del admirado escritor Max Chárriez, agradeciendo al universo por poner amigos/maestros tan talentosos en mi camino...



No le dije adiós
por Max Chárriez

Lo vi entrar. Cualquiera diría que lo esperaba porque me pasé la noche pendiente a la puerta. Cada vez que se abría, miraba como si estuviese esperando a alguien. Y aunque no lo esperaba ver esta noche, lo sentí como lo más natural, como si tuviésemos una cita y él estaba llegando, aunque tarde… y borracho…

Pasó de largo tambaleándose, no me vio, ni tan siquiera se acercó a la barra a pedir un trago, lo que me hubiese dado la oportunidad de acercarme y saludarlo. No, siguió derechito hacia el cuarto oscuro. Le seguí con la mirada, se detuvo, como otras veces, en la esquina frente a los baños, solo unos breves segundos. Para mí esa era la señal, la señal de que me buscaba, de que esperaba que estuviese listo para recibirlo, de llenarlo de besos, acariciar su pecho velludo, sus molleros, oler el Old Spice en su cuello, sentir el roce de su barba de dos días, caer postrado y adorar su hombría… la que me dio vida y me hizo lo que soy ahora.

Lo alcancé cuando se lo tragaba la oscuridad y me mantuve cerca. Una vez adentro nos azotó una manada de roces y quejidos y antes que se perdiera lo tomé de la mano, reconoció el toque de la mía, la apretó y se dejó llevar.

Encontramos la esquina, se tumbo contra la pared y como siempre, metió las manos en los bolsillos. Fueron mis dedos los que violentaron los botones de la camisa y recosté mi rostro sobre el pecho velludo, aspiré su fragancia de macho, de bestia humana, esa mezcla de Old Spice, sudor y wiskey, lo abracé por la barriga, redonda y dura, me revolqué en su cuello, besé su barbilla y seguí bajando besando esa línea recta que conecta todos sus universos con los míos, bajé hasta tener mi cara frente a la cremallera del mahón oloroso a pintura y a polvo.

Era siempre él el que sacaba las manos de los bolsillos, se abría la correa, el botón, la cremallera, se bajaba el pantalón y el calzoncillo un poco y abría las piernas lo suficiente para que no resbalaran hasta el piso y volvía a depositar las manos en los bolsillo. El resto me tocaba a mí. Como en ocasiones anteriores, esperaba un poco antes de poseer el objeto de mi deseo. Me permitía ser embriagado por su mustio aroma, de sentirlo pulsar casi rosando mis labios…entonces venía el beso agrio en una boca hecha un charco de saliva… de dejarle saber que lo amaba.

Lo dejaría ir a toda prisa, sin despedirse, después de sujetar mi cabeza y vaciar tu esencia en mi garganta, de temblar y soltar ese quejido mudo, uno solo.

Yo saldría detrás, un poco distante, para verlo huir por la puerta, verlo alejarse por la acera y cruzar la calle mirando a todos lados menos atrás. Llegaré a casa, le comentaré a mi madre tirada en el sofá viendo alguna novela vieja y gastada en televisión que volví a ver a mi padre y ella me dirá como siempre que espera que no le haya hablado, que no le haya dicho ni el adiós, porque ni eso se merece ese desgraciado borracho.

—No, madre, no le dije adiós.


Esta entrada se encuentra en el blog del autor en http://www.maxcharriez.com/2/post/2012/02/no-le-dije-adis.html
 
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Nota al lector: Este escrito es el noveno de una serie de trabajos creativos a partir de las reglas/ ejercicios del libro La Macacoa, vivirse la creación literaria, de la escritora Yolanda Arroyo Pizarro. Los mismos están siendo publicados durante 10 semanas consecutivas, cada miércoles en el blog de Marlyn Cé en http://marlynce.wordpress.com/. En la sección ”Contagiados por el virus” encontrarán enlaces de escritores y artistas que se han unido al tema semanal desde su perspectiva.



Fragmento del libro: “La Macacoa, vivirse la creación literaria” de Yolanda Arroyo Pizarro.


Regla #9: Escribir la despedida a un amor clandestino
Ejercicio de escritura #9: Alejarse

I wish I knew how to quit you.
(Jack Twist, Brokeback Mountain)

”…
No debe ser fácil, pero lo entiendo. Sin embargo, te veo aún observarme distante, te veo virarme el rostro y continuar tu rumbo. Créeme, comprendo que es lo justo. Pero si hubiera sabido que aquella era la última vez que hablábamos, hubiera dicho otras cosas, cosas más importantes, cosas con más significado. Te hubiera llamado “mi amor de siempre” y hubiese dicho “aquí esperaré, algún día, para cuando se pueda”. Te hubiese besado dando gracias por la canción “The space between” y “American Baby”. Y te hubiera obligado a besarme, a tocarme… te hubiese exigido un último orgasmo…”




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