Prólogo a El futuro no es nuestro
por Diego trelles Paz
Aunque en muchos de los relatos de El Futuro no es nuestro es reconocible esa convicción algo nihilista con la que se afronta individualmente el desencanto al que hace referencia Maldonado, así como las distintas opciones estilísticas y temáticas y las múltiples influencias no solo literarias de los escritores presentes, es posible también encontrar entre ellos puntuales correspondencias. Si es cierto, por ejemplo, que el cinismo, la indiferencia y el individualismo están presentes, directa u oblicuamente, en mucha de la producción de estos autores hasta el punto de tentar una unidad algo particular, ciñéndome estrictamente a los cuentos que conforman esta antología es posible agregar que las preocupaciones y los motivos medulares de la tradición literaria latinoamericana, en esencia, no se han alterado. En muchos de estos relatos, por ejemplo, son las diferentes manifestaciones de la violencia, tanto en las relaciones interpersonales como a partir del difícil proceso de convivencia cultural, social y político de naciones altamente desiguales, las que forman o complementan el nudo general de los conflictos. Por un lado, está esa violencia cotidiana, rutinaria y generalizada que lo impregna y lo degrada todo, como en el caso de “Los curiosos” de Juan Gabriel Vásquez, donde el espectáculo de la muerte esteriliza a una turba de mirones apostada sobre un puente para ver el rescate de los muertos que han sido arrojados al río Medellín. Este voyeurismo intrigante y morboso es el mismo que paraliza y fascina al hombre que observa la violación de una niña en “Rapiña” de Yolanda Arroyo Pizarro, un cuento de fuerte carga alegórica, escalofriante y poderoso como un golpe de puño. Por el otro lado, está la violencia del enfrentamiento entre clases, del odio racial y de la segregación comunitaria en todas sus feroces vertientes, es decir, la generada por el deterioro social que produjeron las olas migratorias del campo a la ciudad y que se intensificaron en muchos países latinoamericanos desde finales del 70 por la pobreza, el narcotráfico y la violencia política. Este tipo de violencia está presente, de diversas formas y a distinta escala, en los cuentos de Ronald Flores, Daniel Alarcón y Santiago Roncagliolo.
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