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martes, abril 03, 2012

Sobre asilos y refugios: unas palabras a ‘Bajo las sombras de las palabras’

José Ernesto Delgado
foto por Raúl Ubieta
Por Yolanda Arroyo Pizarro

Si se habla de tenacidad, hay que hablar de José Ernesto Delgado, aprendiz de poeta que ya cuenta a su haber con un hijo publicado, el que lleva el título “Bajo las sombras de las palabras”. 

Casa de los poetas, entidad de divulgación cultural y literaria en plena ebullición, ha dado su voto de confianza a este talentoso autor permitiéndole habitar en su catálogo que incluye además a los escritores Michele Dávila Goncalves, Ana María Fuster, Etnairis Rivera y Pedro Juan Ávila, entre otros.  Nesty, cariñoso apodo con el que se conoce a este nuevo creador de versos, estará presentando su libro próximamente el 12 de abril de 2012, en el Museo de Arte de Caguas a las 7:00 pm, en una actividad que estará a cargo de Zoé Jiménez Corretjer y José Manuel Solá. Este último ha dicho: “J.E. Delgado nació marcado con el signo que identifica a los auténticos poetas—maldición o tatuaje indeleble.” Con él coincidimos, ante todo porque el libro de este autor viene a salvarnos un poco del tedio. 

‘Bajo las sombras’ se une a la tradición de literatura del refugio, un tipo de cultura del asilo en donde bohemios, agonizantes, apasionados y sin tornillos pueblan los diferentes planetas humanos. Las diferentes vidas de locos y loqueros, por amor, por erotizados, por seductores.  El libro de 58 páginas da cuenta de amantes anónimos, de vidrios rotos, de llamas de fuego y relojes acongojados, pero su sección más impactante es la llamada “Y otros delirios”. Tales delirios incluyen el que lleva por título ‘Llueven pinceladas de locura’, que me parece un texto que dialoga con ‘Avisos de locura’ del también joven poeta Javier Febo, el poema ‘Hoy tengo la soledad acurrucada’ que intertextualiza las voces de Fuster y de Anjelamaría Dávila, y mi favorito ‘Los años me enseñaron a apostarle a las tristezas’, una alegoría de la superación del espíritu, del encontrarse retratado uno en la vocación de poeta y de ser algo así como un rebelde ateísta, llamando a dios con minúsculas.

La poesía de José Ernesto Delgado es también un llamado esdrújulo al arte amatorio, y un tratado de la felicidad inalcanzable, o al menos asequible a pequeños sorbos.


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