Páginas

viernes, diciembre 14, 2012

Cimarronas en Mayagüez, 1872


Cimarronas en Mayagüez, 1872
Por Yolanda Arroyo Pizarro

 

Mujeres esclavas en Mayagüez, 1872. Encontré este extraordinario artículo de la autoría de la Dra. Ivonne Acosta Lespier gracias a la Dra. Julia Ortiz Lugo, quien lo cita en su extraordinario libro ‘Saben más que las arañas’ publicado por la Casa Paoli de Ponce. Pregunté en mi status de Facebook quién me lo podía facilitar y los amigos de la Biblioteca de la UMET dijeron presente. Fue publicado en 1993 en el Volumen X de la Revista Cupey, página 106 a la 118. Me llama la atención de Acosta Lespier no solo su talento y cultivada sabiduría, sino también sus extraordinarias habilidades tecnológicas para manejarse en la internet. Modera un blog titulado Sin mordaza en la dirección http://desahogoboricua.blogspot.com en el que trabaja ensayos, reflexiones y post sobre la historia como los que titula ‘El día que la Marina de EEUU se fue deVieques’, ‘El regimiento 65 de Infantería’, ‘El San Jerónimo y la victoria boricua de 1797’, ‘Lares en 1868 y Hormigueros en 2005’, ‘Pachín Marín: un poeta boricua que no debemos olvidar’, ‘Recordemos a Francisco Oller’, ‘Se repite la Historia: los Marines de Estados Unidos se apoderan de Haití’ y ‘El terremoto de 1918’ entre otros.

‘Mujeres esclavas en Mayagüez, 1872’ se acaba de convertir en el marco histórico con el que doy principio a la secuela Cimarronas, libro que se ha convertido en la continuación de ‘las Negras’ y que verá la luz muy posiblemente a finales de 2013. Dos de los artículos de ‘Saben más que las arañas’ también figuran como colofón inspiracional para varios de los relatos al igual que el abarcador texto ‘Puerto Rico Negro’ de Jalil Sued Badillo y Ángel López Cantos.

En el escrito de Acosta Lespier se establece que para esa fecha, las mujeres representaban una mayoría entre los esclavos de Mayagüez, y que muy reveladoramente, un 35 por ciento de los dueños de estas esclavas también eran mujeres. Se menciona a Doña Ursula Mangual con 24 mujeres labradoras, seguida de Doña Josefa Charron con 11 labradoras. Entre los apellidos de las dueñas esclavistas figuran los Bayron, los Agostini y los Ithier. Se precisa además que los apellidos de los dueños blancos pasaron a ser los apellidos de los propios esclavos al estos liberarse, y hoy día son casi exclusivamente de familias negras.

El nombre de las esclavas es otro de los tópicos favoritos abordados en el artículo. De hecho, brinda una  perspectiva mayor a la conferencia que ofrecí en abril de 2012 en University of Albany, New York sobre los nombres propios de las esclavas, titulada ‘Midwives And Witches: Inside A New Slave Narrative In Puerto Rican Literature’ y el creative writting workshop 'Slave names in the new Puerto Rican poetry'. Acosta Lespier hace énfasis en la degradación y el desarraigo que sufrieron las mujeres esclavas ante la ausencia de apellidos que no les permitía sentirse valiosas o pertenecientes a familia alguna, elemento favorito de invisibilización y bestialización muy común de todas las esclavitudes. Como ella misma lo indica, abundaron las Teresas, las Adelinas, las Marías, las Josefinas, las Socorro, Inocencias, Catalinas, Matildes y Estefanías. Esto causó mayor trauma a las esclavas bozales, aquellas nacidas originariamente en África. Existían además para ese tiempo, esclavas negras de doce años que ya contaban con varios hijos paridos, resultado de las diversas violaciones por patrones, amos y capataces.

De las conclusiones esbozadas en este ensayo, luego del estudio meticuloso de los registros de antes y después del censo de 1873, la más que llama mi atención es cuando Acosta Lespier expone que el predominio de mujeres labradoras en Mayagüez, esencialmente siendo este un pueblo cañero, contradice la idea de que a la mujer se le excluía de este tipo de faenas. Y es aquí cuando me pongo en la piel de estas mujeres esclavizadas y abusadas. Si tenían la fuerza suficiente para trabajar tanto, debieron haber tenido la disposición mental y la entereza suficientes para haberse rebelado tanto, para haberse fugado y para haber iniciado actividades de insurrección y cimarronaje como lo dicta la lógica. Así que por ahí va mi estructura de rebelde perpetua, por el camino de volver a darle voz a esas cimarronas que decidieron no sentarse a esperar a que el amo les diera la libertad, sino que la exigieron… y la lograron.

1 comentario:

  1. Yolanda: No me perdono el haber llegado tan tarde a tu blog pues este casi homenaje que me haces pasó desapercibido hasta hoy. Lo curioso es que nos une mi querida amiga Julia Cristina Ortiz Lugo y a las tres nos une el interés por los traumas ocasionados por la esclavitud sobre todo en la mujer y nos motiva darlo a conocer.
    Gracias mil.

    ResponderBorrar