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viernes, diciembre 14, 2012

Si Kobbo Santarrosa hubiese leído El Principito no estaría haciendo La Comay

Volver a El Principito
Este cuento de culto se presenta en una adaptación teatral con motivo del 75 aniversario de la Alianza Francesa en Puerto Rico
13 de diciembre de 2012  
 
Hay una rosa que habla, un niño que viaja de planeta en planeta y una caja en la que cabe todo lo que nos quepa en la cabeza. No es cuestión de magia, es la imaginación.

El Principito, ese cuento de largo aliento del escritor y aviador francés Antoine de Saint-Exupéry, publicado por primera vez en el 1943, es al día de hoy una obra con la que todo amante de la lectura probablemente se ha topado alguna vez. Un cuento para niños que muchos adultos visitan una y otra vez para evocar los pedazo de alma que se esconden –o se pierden– con el crecer.

Sucede, además, que cuando esa experiencia de evocar se vuelve colectiva el resultado es una historia de culto que no para de hablarle a todo el que la lea. Por eso, al momento de pensar en la obra artística idónea para celebrar el 75 aniversario de la Alianza Francesa en Puerto Rico, volver a El Principito fue una cosa natural. Después de todo, “es un símbolo universal de Francia, pero también un cuento que ha viajado un montón”, dice Camille Vandenbunder, coordinadora de actividades culturales en la Alianza y teatrera de formación.

Vandenbunder es francesa y lleva poco más de dos años en la Isla trabajando con esta institución, desde donde ha estado muy atenta a la escena teatral del país. Así que una cosa conectó con la otra y el resultado es que esta noche sube a escena una adaptación para teatro de El Principito que reúne a distintas compañías artísticas como la compañía de danza Coda 21, el Circo Nacional o la compañía teatral Y no había luz, entre otros de los alrededor de 35 artistas que le ofrecerán su mirada y estética particular a la pieza. Codirigida por Vandenbunder y por Arturo Gaskins del Circo Nacional, la puesta en escena tendrá como hilo conductor al primer actor Teófilo Torres, quien interpretará al piloto. El personaje del Principito estará a cargo del joven actor Yarlier López, de 19 años, quien encarnará a un principito muy distinto del niño rubio y delicado al que estamos acostumbrados.

“En todo lo que organizamos nos preocupamos mucho no solo por presentar aspectos de nuestra cultura y nuestro país, sino por poner todo eso en contacto y diálogo con las culturas locales y puertorriqueña. Para nosotros es muy importante esa conexión”, abunda Vandenbunder, quien en su exploración encontró que todas las personas con quienes hablaba sobre El Principito terminaban por narrarle una anécdota muy personal. En su caso se trató de un redescubrimiento.

“Lo había actuado de juventud, la rosa y una de las flores pero hace tiempo”, añade la directora, para quien esta nueva mirada le permitió imaginarlo en el contexto puertorriqueño con actores y actrices que venía siguiendo hace un tiempo.

A la ecuación se integraron además los estudiantes de la Escuela de Artes Plásticas de San Juan, cuyos distintos departamentos colaboraron en áreas como la escenografía y el vestuario. Por ello, anoche se celebró una gala premier pro fondos la principal institución de educación en artes en la Isla.

Lo leí cuando...
La escritora Yolanda Arroyo Pizarro vuelve a él una vez al año y al llamarla para esta historia se confiesa entusiasmada. “Ya tengo mis boletos”, dice la autora que leyó este texto por primera vez a los ocho años y desde entonces no ha dejado de volver a él. “Me hizo descubrir toda esa gama de la naturaleza que hay más allá del planeta, pensarse en términos de poder aterrizar en cada uno de los planetas, que nuestra mortandad no termina en este cuerpo. Eso hizo El Principito conmigo. Fue como una epifanía”.

“Además tiene unas lecciones de humanidad enormes. Si Kobbo Santarrosa hubiese leído El Principito no estaría haciendo La Comay”, añade Arroyo Pizarro, quien como escritora considera que el libro es una gran lección sobre el valor de sugerir las cosas más allá de decirlas.

El escritor y crítico literario de este diario, José Borges, lo recuerda vagamente de su adolescencia. Sin embargo, escuchar mencionar este cuento es hablarle “sobre el estímulo a la imaginación, esa manera particular de ver las cosas siempre se le queda a uno”.

“Eso es bien semejante a lo que un escritor necesita, esa astucia del que escribe para ver las cosas de otra manera”, abunda.

Sin embargo, no todo el mundo le profesa a este texto un amor incondicional. “Leí por primera vez El Principito cuando era un niño de tal vez diez años. A pesar de mi pasión por la admirable literatura francesa, no creo que sea un libro memorable. Más bien me pareció un texto ñoño y lacrimoso. Creo que el mensaje de este libro infantil es que los niños son sabios intuitivos y que al convertirse en adultos pierden esa sabiduría. Esto, por supuesto, es una locura. Los niños son niños”, sentencia el escritor Luis López Nieves, creador de la maestría en Creación Literaria de la Universidad del Sagrado Corazón, para quien los nuevos autores no tienen nada que aprender de un texto que considera “literatura cursi y simplista”.

“Lo leí de joven adulta, a los 22 años, cuando regresé de mi maestría en los Estados Unidos. Era el 69, 70 y en ese momento había un renacer, un redescubrir de obras muy sensibles, un regreso a lo auténtico, a lo hippie, a la idea de salvar la tierra, Carl Jung, Hesse y dentro de todo eso también El Principito tomó mucho auge. Recuerdo incluso que escribí algo muy parecido con dibujos a colores”, cuenta la escritora Magali García Ramis, quien en esta plática cayó en cuenta de que aún conserva uno de los carteles que solían venderse en San Juan con citas del texto.

“Había unas constantes en ese momento que tenían que ver con la niñez, con la sensibilidad, por eso caló tanto en nosotros Mafalda. También está toda esa magia de que su creador haya desaparecido, que alguien tan sensible desaparezca en el aire, ni siquiera se encontró su cuerpo. Todo eso le añade un drama y claro que nos acusan de sensiblería tonta, de cursis, pero como a muchos nunca nos ha preocupado eso y no nos avergüenza, lo seguimos disfrutando”, añade la autora dejando claro la máxima de siempre, este libro, como todos, le pertenece al lector.

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