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lunes, julio 07, 2014

Entrevista a Daniel Torres en el vigésimo aniversario de su ópera prima


Leer, escribir e investigar
Entrevista a Daniel Torres en el vigésimo aniversario de su ópera prima
por Yolanda Arroyo Pizarro

YA: ¿Cómo te sientes ante la celebración del aniversario número 20 de esta novela, Morirás si da una primavera?
DT: Muy contento porque cuando ganó el Premio Letras de Oro 1991-1992 y se publicó el libro en 1993, no existían los medios de difusión electrónicos con los que contamos en este siglo XXI.  Apenas comenzaba en 1996 con mi primera cuenta de correo electrónico y mucho después llegó Facebook, y ahí se ha podido armar un grupo de escritores y lectores queer boricuas que son los lectores idóneos de Morirás si da una primavera, aunque como dijo la poeta Karen Sevilla en la presentación, la novela es también un puñado de humanidad.  Además se leyó poco en ese momento aunque se asignó en cursos de la UPR en Río Piedras por la poeta María Arrillaga, una de mis más preciadas mentoras y por otros profesores del sistema de la UPR en Humacao, según me cuenta David Caleb que la leyó en 1995 enseñada por la Profesora Rosa Ventura, a quien agradezco el gesto de leerla y analizarla con su clase en ese momento.  Muchos de los escritores emergentes, como Carlos Vázquez Cruz, también me han confesado que la leyeron y podríamos decir que Morirás si da una primavera precede a textos ya paradigmáticos como tu Caparazones o hasta Mundo cruel.  Leyendo la carta de Papo a Alejandro en Morirás y la conversación telefónica de Nadia con Papo, me recuerda varios de los cuentos de Luis Negrón aunque la novela dialoga con otro texto crucial para mí en la literatura puertorriqueña y ese texto es Felices días tío Sergio de la preclara Magali García Ramis.  Papo es como el tío Sergio que nos cuenta su historia en directo y sin tapujos.  Otro dato que me hace sentir muy contento con esta celebración del aniversario número 20 de Morirás es el hecho de lo mucho que hemos avanzado como comunidad lesbigaytrans en la Isla, y el estado controlado en el que se encuentra la pandemia del VIH/SIDA.  Que aunque ha habido un repunte de infecciones, hay tratamiento con retrovirales que ha permitido vivir con el virus como una  condición crónica.  Y Morirás también fue un libro didáctico que enseñaba al lector acerca de los temores de un grupo de hombres amenazados de muerte por sus prácticas sexuales.

YA: ¿Cómo difiere el Daniel Torres de hace 20 años al de ahora a la luz de esta reimpresión?

DT: El Daniel Torres que escribió Morirás era un estudiante de postgrado que a la par escribía su tesis sobre el calco aparente en la lírica del Barroco de Indias.  Este Daniel Torres de veinte años después, aunque como dice el tango, veinte años no son nada, es un Daniel Torres tal vez más maduro (c)académicamente con una carrera como profesor, crítico literario y catedrático, pero con unas ganas increíbles de seguir escribiendo de manera creativa como si fuera la primera vez que se pone a escribir.  Sobre todo la tercera parte de esta trilogía.  Recuerda que Morirás si da una primavera (1993, 2014) es el inicio que continua Conversaciones con Aurelia (2007) y que, algún día no muy lejano, cerrará Y Lucy, ¿tú qué sabes?.  Y con Lucy podré atar todos los cabos sueltos de estas dos novelas fragmentarias como son las primeras dos de la trilogía.  Nunca pensé que me echaría más de veinte años en finiquitar este proyecto narrativo que le debe mucho a la poesía porque sobre todo soy poeta.  Han sido muchos los golpes, las caídas, los amores, los desamores, los triunfos, los sinsabores y tal vez este Daniel Torres es una persona mucho más centrada y descentrada a la vez que aquel estudiante de postgrado que en 1985, empezando la maestría y el doctorado, hacía sus pininos escribiendo una novela que fue Morirás.  Varios libros después y varias expectativas y ansias en remojo me hacen pensar que esta reimpresión (con algunas variantes en los epígrafes) es un volver a empezar o un cierre climático de mi carrera como escritor.  Curiosamente tengo en prensas José Emilio Pacheco o las voces subalternas de una poesía de las cosas en Mundi Books en Madrid y es como un péndulo porque uno de mis primeros libros de crítica fue precisamente sobre el Premio Cervantes 2009 que lamentablemente se nos fue este enero pasado.  Es como cerrar dos ciclos a la vez, el creativo con una reimpresión y el crítico con un nuevo estudio.

YA: ¿Qué cambios y avances, si alguno, has visto en las pasadas 2 décadas en términos de la literatura queer en PR? ¿Qué nuevos proyectos tienes en mente?
DT: Yo recuerdo la reticencia hacia lo queer que había en el medio universitario que en los 80 para mí era el medio literario.  Yo en las clases de Literatura Comparada y Estudios Hispánicos hacía un análisis que a muchos profesores les parecía que estaba “traído por los cabellos” porque leía en Baudelaire o en Whitman niveles de mariconería a ultranza.  Había cierta incomodidad de hablar del tema.  Aunque había profesoras como Merce López Baralt o María Arrillaga que estaban muy cómodas con el asunto y me dejaban, tanto una como la otra, explorar mis dos vertientes de crítico y de creador.  Con Merce escribí mi primer libro de crítica literaria sobre los poemas inéditos del Coronel Buendía rescatados en el discurso narrativo de Cien años de soledad, libro que se publicó en Chile en 1985, a un año de graduarme del bachillerato de Literatura Comparada con una concentración menor en Estudios Hispánicos.  Con María tallereamos muchos poemas, pero no me atreví a publicar poesía hasta Siete poemas de Cariño  (1995) y Fusilado dios (2000), que ganó Segundo Premio del PEN Club de Puerto Rico en la categoría de poesía.  Aquella reticencia de la que te hablaba antes creo que ha cedido a un grupo de escritores que ha renovado la literatura boricua con propuestas de una escritura del deseo que es muy refrescante.  El Colectivo Literario Homoerótica fue muy importante porque creó un espacio, tanto virtual como en el papel, con su base de datos sobre escritores queer, que culminó en la revista Corpóreo y en una antología, Ó, que amalgamó a escritores de varias generaciones.  Desde 1993 que se publica Morirás si una primavera hasta hoy 2014 ha habido cambios y avances favorables para el discurso literario lesbigaytrans isleño.  De pingazos es otra antología que recoge de una manera valiente y combativa el ansia de hablar de la sexualidad sin tapujos.  

Mi nuevo proyecto es leer, escribir e investigar para Y Lucy, ¿tú qué sabes?  Morirás se cierra con la espera en una parada de guaguas como un punto de indecisión del personaje ante su condición de seropositivo, Conversaciones acaba con una boda gay en el Caribe Hilton donde a la draga Aurelia se la ningunea y la sientan por la parte de atrás del salón del banquete como para esconderla, y Lucy se abre con un grupo de dragas cansadas de caminar desde el cementerio de San Juan donde acaban de esparcir las cenizas de Aurelia, Gran Madama del Dulce de Coco, y van pensando y diciendo qué será de ellas ahora que la Reina se les ha ido y se acaban esas conversaciones...  Entre una boda y una muerte se balancea el discurso narrativo de esta trilogía que busca hablar de la posición del transgénero y el transexual en nuestra sociedad puertorriqueña como impresiones o fotos posibles a añadir al álbum de una familia boricua mucho más completa con todas las posibilidades y combinaciones del género.


Otro proyecto que tengo casi armado es un libro que recoge todas las reseñas que he escrito y publicado de la novísima literatura boricua queer, a titularse Isla del espanto: Apuntes sobre una nueva literatura boricua.  Como ves sigo con el contrapunto de creación y crítica porque esa ha sido la tónica de mi escritura.  Para escribir hay que saber leer y para leer bien hay que querer escribir.  Es una especial simbiosis que se da en el escritor que es crítico y en el crítico que es escritor porque una disciplina informa siempre a la otra.  No hay nadie que se pueda plantar frente a una página o a una pantalla de computadora en blanco sin haber investigado y estudiado sobre lo que se quiere escribir. 

YA: A los autores que publican en estos días, ¿qué recomendaciones o consejos les darías? ¿En cuáles lecturas te has sumergido recientemente?
DT: Yo les pido a ellos consejo, que me recomienden lecturas y direcciones hacia dónde debo encaminar mis palabras porque no soy quién para recomendar ni aconsejar.  En la presentación de Morirás en Libros AC se dio cita un nutrido grupo de escritores jóvenes y precisamente nos sentamos a hablar de cómo narrar ciertos pasajes algo escabrosos a la hora de escribir erótica.  Fue fascinante escuchar todo lo que teníamos que decir sobre diversas perspectivas de un mismo ángulo a la hora de contar nuestras historias.  Yo los leo y los reseño como parte de mi quehacer (c)académico.  He enseñado y reseñado a Luis Negrón, a ti Yolanda Arroyo Pizarro, a Ángel Antonio, a David Caleb, a Ana María Fuster Lavín, mi adorada Ana María, a Moisés Agosto Rosario, a José E. Muratti Toro, a Julio A. García Rosado con su brillante novela Ombligo de la luna, a Max Chárriez que me conquistó desde que leí su cuento en Otros cuerpos y su novela detectivesca, a Mayra Mayra con su otra Julia en proceso y la que sigue su misma ruta, amén de Sirena, y la lista es larga porque están mis compañeros poetas de los 80, Edgardo Nieves Mieles, Rafa Acevedo, Zoé Jiménez Corretjer que los leo y releo, y a mis maestros de los 60, los guajanos, y de los 70 con Wico, Edgardo Rodríguez Juliá, Ana Lydia Vega e Iván Silén a la cabeza como voces discordantes de una misma obsesión urbana y esquizoide.  Es como cuando te miras en la plástica de esos años, la de Martorell y Homar, por ejemplo, y luego lees los textos literarios como La guaracha o La noche oscura del Niño Avilés y hay ahí un discurso que viaja de las palabras a las imágenes y viceversa. 


Últimamente leo varios libros a la vez en mi Kindle: a Charlaine Harris, su serie de novelas de Sookie Stackhouse (voy por la número 10 de 13), la protagonista de True Blood, a C.S. Lewis y sus crónicas de Narnia, a Michael Dobbs y su Casa de naipes o House of Cards, a Teresa Dovelpage y su La Regenta en La Habana, a Junot Díaz y su This Is How You Lose Her.  En papel leo la brillante poesía de Manuel A. López, la edición anotada de Marithelma Costa de La carreta de René Marqués, Ciudades como mares de María Arrillaga, a los maestros hay que leerlos y releerlos, así como El silencio de Claudio de otro maestro, Enrique Giordano y las Poesías selectas 1962-2013 de su hermano Jaime Giordano, ambos maestros míos en Nueva York y en Cincinnati.  Y releo siempre a José Emilio Pacheco, su Tarde o temprano (2009), la última versión de todas las versiones que escribiera este otro maestro a quien enseñé el semestre pasado, conocí en 1990 y lloré a finales de enero de este año cuando se nos fue.  Elenita Poniatowska nos mandó a los participantes de la Feria Internacional de Lectura de Yucatán un correo informándonos de su muerte, y fue un día muy triste para la Poesía.  Se suponía que lo volveríamos a ver en nuestro amado Yucatán, pero apenas pudimos leer sobre él y recordarlo y homenajearlo con mucho cariño.  Se dieron cita Rosa Beltrán, la misma Elenita, Sara Poot Herrera y Doña Margot Glanz.  Mi libro en prensas sobre la última etapa de su poesía y las voces subalternas que se alzan en su discurso poético será mi último tributo a un gigante de las letras hispanoamericanas. 

*Para la realización de esta entrevista colaboró mi hija Aurora.


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