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sábado, julio 05, 2014

“Las estadísticas”: cuento de Yolanda Arroyo Pizarro en Revista Trapecio

Yolanda Arroyo Pizarro obtvo el Premio Nacional PEN Club 2013 por el libro de cuentos Las negras. Sus obras se han publicado en Europa y América Latina. Ha sido invitada como conferenciante magistral a varias universidades de Estados Unidos y América Latina, y ofrece talleres de creación literaria en San Juan, Puerto Rico.


“Las estadísticas”: cuento de Yolanda Arroyo Pizarro en Revista Trapecio
1.
Mi teoría es esta: el gobierno nos está envenenando para que seamos autómatas, seres sin juicio propio y sin opinión. Se les hará más fácil manipularnos.

Mientras llego a esta conclusión, leo una revista médica de psicología que seguramente confirmará mi sospecha. Entonces, el hombre anciano que habita mi casa desde hace semana y media, Saturnino, interrumpe de pronto para preguntar por enésima vez que dónde guardo la leche.
—Ya has tomado demasiada leche hoy, abuelo.

No es mi abuelo, pero me gusta fingir que lo es. Se lo digo con seriedad.  Acto seguido no puedo evitar la condescendencia y sonrío. Me quedo mirando fijo sus canas, un remolino de cabellos que más bien parece un manojo de algodones. La textura invita al toque. Casi siempre que miro su cabellera termino acercándome para acariciarla, jugar con los rebeldes ramilletes blancuzcos. Me levanto de la mesa, revista en mano, y aún leyendo la historia del  boticario del hospital Bethlem de Londres en 1879, abro la puerta de la nevera, saco el envase de leche fresca y le sirvo al viejo en un vaso de plástico tupperware. Saturnino muestra sus dientes, vencedor. Se toma la leche dejando escapar varias flatulencias y camina hasta el balcón de la casa. Allí se sienta a mirar hacia fuera de la casa, risueño, ojos de mar caribeño azuloso, de desconcierto y acierto, desorientados, según ha hecho por los pasados diez días.

Regreso mi atención a la revista y a la historia del hospital londinense sobre un niño de cinco años que según informes de los médicos de la época, manifestaba un comportamiento raro, parecido al autismo de la actualidad. Se concluye que este padecimiento no es un fenómeno moderno. La revista también da cuenta que en la Rusia zarista les decían “idiotas benditos”. De la misma manera se explica que Víctor, el niño salvaje encontrado en  los bosques Aveyron de Francia en el siglo XVIII, se ajusta al perfil de un autista.
Crece mi interés por el tema y dejo a un lado el artículo para ir a la Internet.  Hago una búsqueda y es en ese momento cuando doy con las estadísticas: hace más de 50 años, la prevalencia de esta enfermedad era de uno en cada diez mil niños.

¡Uno en cada diez mil! Mi corazón late acelerado y casi hiperventilo, porque pienso que estoy a punto de descifrar la conspiración mundial más escandalosa de la que se tenga conocimiento.  Sigo leyendo y encuentro que en los años ochenta la tendencia aumentó a tres niños de cada diez mil. Luego, en los noventa, se halló que eran veinte niños de cada diez mil. Según el último estudio del  Centro de Control de Enfermedades en los Estados Unidos,  en el año 2009 la cifra fue de 107 niños, es decir, uno de cada noventa y tres niños sufre alguna enfermedad dentro del espectro autista. (continúa en Revista Trapecio)

Leer el resto del cuento en Revista Trapecio

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