Cuarenta y tres nubes
por Yolanda Arroyo Pizarro
En Ayotzinapa siguen las dudas
no hay certezas
cuarenta y tres latidos
la probabilidad de un luto profundo
ante un crimen obsceno
pero las madres
a esas les duele el músculo que
tirita en el pecho
que se contrae amorfo
de tanto arrumaco desperdiciado
caído en la tierra
borrado en el verter de gasolina
y los quejidos
a esas les duele la certeza
del terreno que ya sabe de formación
fetal
de la dignidad intercambiada por las
súplicas
lo saben las nubes
cuarenta y tres pedazos de lana de
borrego
algodones destetados
que navegan entre una humedad de
ojos devastadora
a las madres siempre les dolerá el
útero
las contorsiones se hilarán de una
tela carmesí
como si hubiese un dolor vacío
una orfandad palpable
ante la nueva posibilidad de la no
llegada
de la ausencia
de tantos hijos desgajados
tanto grito que alguien ignorará
ya no abrazos
ya sin nanas nocturnas
hay cuarenta y tres clamores que
desentonan
un ritmo que recrea la guirnalda de
sangre pura
cuarenta y tres lenguas
que no volverán a probar el sabor leche
de teta
y las rodillas se doblan y se crispan
y para qué negar la tortura
y el destruir de mandíbulas
o la retirada de dientes a sangre
fría
triturar los huesos de los dedos de
los pies
cortes con navajas sobre la boca
amordazada
la mano pulverizada
doblada hasta atrás
vendados los ojos y obligadas las
rodillas
y unos niños vuelven a ser adultos
que sueñan que serán maestros
los salones de clase se quedarán
vacíos
llenos de fantasmas
llenos de manos levantadas sin
elegidos
el griterío en el recreo
y uno de las cuatro decenas más tres
hijo tuyo
o el hijo nuestro
rodará cabeza abajo por el risco
se inundará algún puente
esconderán los cuerpos
abrirán como urna el fondo del lago
lleno de rocas y extremidades
o quizás será la costra que deje el
fuego cuando se apaga
después de quemar los restos
serán carniceros los tantos narcos-estados
los verdaderos responsables
y el acelerado desarrollo de tantas
naciones
que se compran al mejor postor
no tendrán tiempo para detenerse en
una plegaria
mucho menos en cuarenta y tantas
En Ayotzinapa, en Guerrero, en
México ya no hay dudas
hay certezas
cuarenta y tres latidos
y la monstruosidad de un luto
profundo
ante el crimen más obsceno
Gracias, gracias. Qué lindo, qué doloroso. Como México lindo y “qué herido.” Aquí plegao y agradecido por la catarsis y la esperanza que ofrece la poesía.
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