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domingo, noviembre 30, 2014

Serie narradoras puertorriqueñas: Vanessa Vilches Norat y la escritura maldosa




Serie narradoras puertorriqueñas: Vanessa Vilches Norat y la escritura maldosa
Cómo escribí mi cuento favorito
Especial para Boreales de Yolanda Arroyo Pizarro

Me encantaría que se dijera de mí que soy una escritora maldosa. Ni mala, ni maldita; maldosa. Confieso que me gusta escribir desde la maldosería, es decir, la maldad en función de la diablura. Nada como jugarle una trastada al lector. El cuento es una travesura del pensamiento, una forma de derrumbe desde la sorpresa.  Me entusiasma pensar que lo que escribo podría afectar mínimamente un modo de mirar, una idea preconcebida, una sensación sentida, una manera de experimentar la vida. De aquí que he tratado temas que hablan de nuestros límites humanos y la transgresión de los mismos: la monstruosidad, la locura, el crimen, el amor familiar. Creo que pongo mucho empeño en eso; lo pretendo, es más, me atrevería a decir que lo persigo con ahínco cada vez que pienso un texto, en cada ocasión que me siento a escribir.

En mi última colección de cuentos Espacios de color cerrado (San Juan:Callejón, 2012) hay un relato que escribí consciente de la maldad de su escritura: Informe de guerra.  En él enfrento al personaje histórico  Margherite Arlina Hamm, periodista norteamericana que viajó a Puerto Rico a finales del siglo XIX  durante el cambio de soberanía como inspectora de abastecimientos y corresponsal de guerra de los Estados Unidos, y a Pedro, un ficticio monstruo campesino de la isla que padece el mal de hypertrichosis lanuginosa congénita. El encuentro entre el nativo hirsuto y la periodista protestante se multiplica en otros dobles: la norteamericana/el puertorriqueño; la higiene/ la suciedad; la blanca/ el mestizo; la normalidad / la monstruosidad; y la razón/la sexualidad. Quise provocar ese choque fulminante de dos mundos tan lejanos a través de la construcción detallada de los ambientes y los paradigmas de los personajes. El exceso de la maldad, siempre es excesiva la maldad, estuvo en acercarlos en el goce, en la animalidad. Debo confesar que me divertí muchísimo escribiéndolo, burlando la "realidad" desde el apretado y fabuloso espacio del cuento.  Les propongo parte del diálogo entre los personajes:

...Arlina no sabía qué hacer. Escuchaba la voz de Pedro como si viniera de un profundo pozo. Era una sagrada melodía que la confundía. No podía conjugar bien la escena. Había exigido estar en el tablado y ahora que lo había conseguido no reconocía su papel.  Se moría por tocarlo, pero no quería ser irrespetuosa.  Se vio forzada a controlar sus manos.  Las cerró en apretado puño y las acomodó cerca de sus muslos.  Sintió la aspereza de su traje de duro algodón. Agradeció que así fuera. La voz volvió a hablarle.
- Quiere tocarme, ¿verdad?
Por supuesto.  No sólo tocarlo, daría la vida completa si pudiera enterrar las fosas nasales en su cuello, en sus axilas.  Comprendió qué hacía allí. No quedaba nada de su severa cara blanca.  Sus grandes y redondos ojos negros parecían derretirse lentamente.  Y el moño que coronaba su cabeza estaba fuera de lugar.
- ¿Puedo?
La rapidez y el nuevo tono de su propia voz la impresionaron; era una total extraña para sí. 
- Sí, pero déjeme el dinero en la mesa. (p. 88-89)

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