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jueves, junio 29, 2006

viernes, junio 23, 2006

Mayra Santos-Febres nos enamoró en el Museo


La escritora carolinense Mayra Santos-Febres convirtió el atrio del Museo de Arte de Puerto Rico (MAPR) en el “Elizabeth's Dancing Place”, ese lugar, donde la madama ponceña Isabel La Negra erigió el imperio que retrata la autora en su más reciente novela Nuestra Señora de la Noche.

El miércoles pasado, el público recibió oficialmente la obra. Los presentes no iban en busca de placeres de la carne -como los que asistían al bar de Isabel La Negra- sino para “celebrar que Mayra Santos haya sido finalista del Premio Primavera de Novela 2006 que organiza la Editorial Espasa Calpe”, según explicó la maestra de ceremonias, Melanie Pérez.

Fragmento de cobertura por Pablo Arroyo León en Endi.com






jueves, junio 22, 2006

Me hiciste el amor con las manos

El evento es multitudinario y allí estamos. Encontrados; rodeados de gente. Mientras dialogo con los seres que habitan el salón, aparece tu mano que roza mi brazo y lo reclama. Reclama mi atención, pero el decoro y las reglas que dictan ser mujer interesante me impiden saludarte de momento. Acuesto mi mano sobre la hamaca de tus dedos y tenso la espalda. Debo terminar de hablar con el resto de la gente, debo, si fuera posible, intentar tratarte con serenidad. Te miro. Te sonrío. La serenidad se va de paseo y desde las pulsativas entrañas se me va formando una percusión que amenaza con secarme la garganta para pedirte que me la humedezcas. Sístole, y recorro sin mapa, una vez más, la curvatura de tu barba canosa. Diástole, y prometo esta noche masturbarme en tu nombre. Saludo tus ojos con mis ojos; sonrío mi boca tragando con la mirada tu boca. Labios finitos, blancos, curvos, justo como me encantan. Me encantas. Aún con mi brazo en tu cautiverio regreso a mi conversación trivial con los otros, mientras la piel que se muere por adoptarte, empieza a dar muestras de sucumbir a tus atenciones. Los dedos besan tus dedos, contestan tus caricias, se dejan provocar por las rotaciones de tu dedo corazón, las uñas raspan suavecito la piel de tu muñeca. Sigo de espaldas y las venas del envés de la palma de tu mano laten aceleradas junto a las mías. Palpitan juntas, unas contra otras. La yema de tu índice acaricia la cicatriz que tengo cerca del pulgar. La habitación nos ve hacernos el amor con las manos, aplaude el evento de nuestros latidos incoloros y cobija los deseos que se quedan a flor de piel y que se provocan a flor de piel, y que desean e intentan traspasarnos la piel.

sábado, junio 17, 2006

Deliciosa velada de letras
con Luis López Nieves

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Deliciosa. Así fue la velada que diseñó para nosotros el Director de la Maestría en Creación Literaria, Luis López Nieves y su colaboradora, la Profesora Consuelo Martínez Justiniano la pasada noche del 15 de junio de 2006 en La Tertulia del Viejo San Juan. La lectura de los cuentos comenzó a las ocho y se extendió hacia cerca de las diez. La maestra de ceremonias del evento lo fue Awilda Cáez, una escritora en ciernes con muchísimo talento que se ha caracterizado en los últimos tiempos por su gesta cultural en programas radiales y en eventos de envergadura literaria como Proyecto Barrigas.

Entre los asistentes que siempre dicen presente en estas actividades tan medulares se encontraban la activista cultural Bárbara Forestier y el profesor y escritor Mario R. Cancel.

Los cuentos que nos leyeron los talentosos escribientes se gestaron a raíz de el nuevo Programa de Maestría en Creación Literaria de la Universidad del Sagrado Corazón. Este programa es el único de su tipo en la historia de la educación puertorriqueña. Su objetivo es formar escritores bajo la dirección de prominentes autores y profesores.

La página de Internet de la universidad nos dice: “Por primera vez se ofrece en Puerto Rico un grado universitario que otorga crédito académico por el trabajo creativo literario. El estudio de la literatura se realiza como disciplina artística, como oficio, y no como un mero objeto de análisis histórico. Los egresados serán escritores. Asimismo, estarán capacitados para trabajar como profesores universitarios. Se podrán desempeñar, además, como maestros preuniversitarios o en cualquier otra profesión que requiera escritura original y atractiva, como la redacción para los medios y la publicidad, entre otros.”

Los cursos de maestría son nocturnos. Se reúnen una vez a la semana durante tres horas, de 6PM a 9PM, en el campus de la Universidad del Sagrado Corazón, en Santurce, Puerto Rico.

Para solicitudes, información sobre ayuda económica o cualquier otra pregunta, se pude comunicar con la propia Prof. Consuelo Martínez Justiniano, en cmartinez@sagrado.edu o en el teléfono 787-728-1515, extensiones 2333, 2314 y 2150. Para información adicional puede visitar http://graduado.sagrado.edu/secuencial_CLT.htm.htm

Disfruten del vídeo que resume la actividad en donde un grupo de primigenios escritores compartieron sus lecturas con el público. Entre ellos se encontraban Maribel Ortíz, Irma Rivera, Maximiliano Charriez, José Rabelo, Myriam García, Maribel Rivera, Jaime Marzan, Damarys Reyes, Rubis Camacho y Eduardo Vera. Además, Emilio del Carril nos leyó el cuento erótico “El misterio de la cruz”, Maira Barbará leyó “Envidia”, José Borges leyó “El contrato” (blog http://elblogdeborges.blogspot.com), Jorge Valentine leyó “A dónde vamos” (blog http://ernestodarien.blogspot.com), y Neftalí Cruz Negrón leyó “Dedico un poco de tiempo para aplastar tu rostro” (blog http://thetalios.blogspot.com) entre otros.

jueves, junio 15, 2006

Nuestro árbol




Me enseñaste a recorrer la Isla recostada de tu hombro, frotándote los muslos y acunando la palma de la mano completa entre ellos. A veces el juego de mis dedos, que iba de tu ombligo a las aureolas de tus pechos, nos desconcentraba y el vehículo de al lado saludaba curioso, indagador, cuestionando nuestros jadeos y rostros de gemidos, de mordidas de labios propios y compartidos, tuyos y míos, a sesenta millas por hora. Después de Salinas, las curvas no nos mareaban aunque por ocasiones, nos dejaban en blanco los ojos, quizás por alguna otra cosa. El cerro que nos tragaba cómplice con el secreto de nuestros amoríos, poseía un arbolito en el tope que era tuyo, o al menos eso me habías dicho siempre. Ése es mi árbol—decías—, es muy mío, me saluda, me entiende, me sonríe desde que estás en mi vida, será nuestro algún día. Haremos allí una casita, o al menos cerca, nos tiraremos por la loma y nos quitaremos la ropa sobre el pasto, seco o mojado. Ya lo verás.

Catorce años más tarde nuestro árbol se ha robustecido, ha florecido, ha engordado por el capricho de los vientos alisios y las tormentas de temporada. No estás conmigo. Haces tu vida en otro lugar, en otro país. Yo igual te extraño y te pienso. Ahora es a mí a quien saluda tu árbol, me entiende, me sonríe y me ha prometido esta mañana que en el futuro nos tiraremos por la loma y nos quitaremos la ropa sobre el pasto, seco o mojado. Se ha vuelto un soñador nuestro árbol.

lunes, junio 12, 2006

Una verdad nada conveniente

Fui el sábado a ver el documental An Inconvenient Thruth y quedé de una pieza. Tanto así que decidí hacer algo. Quizás no es mucho, pero al menos deseo pedirle a todos mis amigos y conocidos que vayan a verlo. La están dando en Fine Arts, en Santurce. Este documental presenta los efectos devastadores del cambio climático. El ex-vicepresidente norteamericano Al Gore muestra un contundente y preocupante retrato de la situación de nuestro planeta, amenazado por el calentamiento global provocado por las ingentes emisiones de CO2 por parte de la acción del hombre.

En el site de Univisión comentan: “Con criticas excelentes y un primer fin de semana muy impresionante (recaudó casi $2 millones en menos de 100 salas), AN INCONVENIENT TRUTH se ha colocado como el "must see documentary" del verano. Intentará lograr lo que FAHRENHEIT 9/11 y MARCH OF THE PENGUINS lograron en 2004 y 2005 respectivamente: colocarse como opción para los que se cansan de tantos blockbusters veraniegos. Los expertos especializados ya la nombran como una de las candidatas en la terna de mejor documental y si logra el crossover con audiencias más mainstream, también puede llegar a la terna de mejor película.”

Por otro lado, Luis Trelles escribió en estos días el artículo “Denuncia fílmica de crisis ambiental” para el periódico El Nuevo Día. Puedes leerlo aquí.





Para ver el trailer ir www.climatecrisis.net

viernes, junio 09, 2006

Primer Capítulo: Nuestra Señora De La Noche
De Mayra Santos-Febres


Revelación

El cadillac del licenciado Caggiano paró en la rotonda del casino. Un botones abrió la puerta y ofreció la mano para ayudar a la elegante dama que de seguro se bajaría de aquel carruaje lujoso. No se esperaba la mano enguantada que en su muñeca llevaba un semanario de oro maciso al que le colgaba una medallita de la Virgen de la Caridad. Tampoco se esperaba que aquel guante dejara ver, ya a la altura del codo, un brazo duro, negro, que brillaba contra la noche cerrada, los reflectores del baile, el traje en seda cruda. Una gargantilla de brillantes adornaba el cuello de la dama, también negro. Una cascada de bucles caía a ras de aquel cuello. Los ojos del botones se posaron en el mentón y en la cara. Del cadillac se bajó Isabel Luberza Oppenheimer. La Negra Luberza. La Madama de Maragüez. El botones no pudo hacer otra cosa sino tragar.

En esos mismo momentos el representante de Distrito Pedro Nevárez entraba al baile de la Cruz Roja. También entraba el magistrado Hernández, el senador Villanueva y esposa. El obispo MacManus.

Todos la miraron espantados. Espantados vieron cómo el licenciado Caggiano le brindaba el brazo y la convidaba a pasar por la puerta ancha del casino. En la entrada, un mozo confundido tomó de manos de La Negra la invitación impresa en papel dorado con la insignia de la cruz. Cotejaba listas de invitados y encontraba su nombre entre ellos. Paso firme a la entrada del casino. Mano firme sobre el brazo de Caggiano. Sólo él notaba un el leve temblor de sus dedos, el pulso que le brincaba.

—No se apure Doña Isabel. Ya pasó lo peor.
—No esté tan seguro, Caggiano.

A la derecha, el representante Nevárez y esposa la miran de reojo. Hace una semana hablaba con ella. «Paso el sábado Isabelita, para que hablemos de la donación a la campaña.» Ella ya le tiene su carne preparada. Lisandra, la niña. Se la trajo de Colombia. «No llores niña, no te asustes. No llores más. Si todo sale bien ésta es la última vez que tienes que acostarte con el representante.» Unos pasos más adelante el secretario de Obras Públicas hablaba con el ingeniero Valenzuela. «Doña Isabel, pero qué elegancia. Me gustaría ir a visitarla para hablarle de un asunto que quizás pudiera interesarle.» Que fueran a verla a su mansión del Barrio Bélgica la semana entrante. «Yo siempre ando muy interesada en oir propuestas.» Al fondo del pasillo de entradas tertuliaban los tres hermanos Ferráns, Juan Isidro, Valentín, Esteban. Le regalaron una sonrisa lisonjera. Sus mujeres permanecieron calladas e inasibles agarrándolos fuertemente del antebrazo. La felicitaron por tan gran corazón. Por darse tanto a los necesitados.

—Cómo no voy a ayudar, si en carne propia sé lo que es la necesidad.

Caggiano le servía de Lazarillo. Los Colomé, los Tommei, los Valle. Allí estaban las familias más selectas del pueblo. En cada estación se paraba con el licenciado, quien conducía las introducciones como si ella nunca los hubiera visto, como si el día anterior, la semana pasada, no tuviera a muchos de esos hombres en su bar. Pero hacía su debut en el casino, al otro lado del río, vestida de seda y brillantes. Entraba por la puerta grande. Nadie osó detenerla. Casi paraba de temblar.

Entonces lo vio, al peor de todos. Esmoquin, barbilla cerrada, ojos verdes contra una piel pecosa, blanca, enmarcada en el negrísimo de su pelo engominado hacia atrás.
Tenía un brazo acodado contra la barra, un trago en una mano, probablemente un whisky. Fumaba. Su mujer lo acompañaba, nívea, parloteando sin parar en una tertulia que la llevaba a posar la mano sobre el hombro del Amado «¿Verdad querido?», intentando atraer su aprobación. Allí estaba el licenciado Fornarís con su esposa legítima del brazo. Las miradas hasta entonces lisonjeras se le hicieron inversas, revelaron su mueca escarnecida. «Aunque te vistas de seda…» Los ojos del licenciado la traspasaron, sin más, sin anunciarse, como si una fuerza extraña los hiciera gravitar hasta donde estaba ella, del otro lado del salón. Fernando se le quedó mirando y las conversaciones se evaporaron en el aire. Isabel tuvo que detenerse, fingir. Apretó duro el antebrazo de Caggiano, quien se detuvo en seco.

Contuvo la respiración, uno… dos… tres …cuatro… cinco, pero no caía de nuevo en ella misma. Fernando Fornarís hizo ademán de caminar pero también se contuvo. Cristina siguió el gesto con su vista hasta la misma dirección. Los dos la vieron, aparición detenida. «Asísteme en la zozobra, protégeme, Madre.» Isabel, con sus dedos enguantados, restregó la medalla de la Cachita, para siempre colgada de su muñeca. Su cara se deshizo queriendo sostenerse del aire.

El licenciado Caggiano la supo leer. «Con su permiso caballeros, que aún no he bailado ni una sola pieza con la señora.» Hizo una venia ante sus comensales y condujo suavemente a Isabel hasta la pista. De espaldas aún quemaban las miradas de Fernando Fornarís y esposa, aunque menos. Así de espaldas ya comenzaba a sobrevivir a aquella aparición.

—Ahora sí está pasando lo peor, Caggiano.
—Si no se siente bien me avisa y nos vamos ahora mismo.
—No me puedo dar ese lujo, me sienta como me sienta. Usted sujéteme fuerte, hasta que se vayan ellos.

Fuente: El Sitio de los libros
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Novela Finalista Premio Primavera Espasa Calpe 2006
Doña Isabel Luberza Oppenheimer es una de las mujeres más poderosas, respetadas y temidas de su ciudad. Pero no siempre ha sido así, Isabel La Negra, Isabelita, fue una niña abandonada por su madre, que trabajaba de lavandera, y a los ocho años ya servía como criada en una casa noble de la ciudad hasta que, en su pubertad, el señor quiso meterse en su cama y se vio obligada a trabajar como costurera primero y vendedora de licor ilegal después. La historia de Isabel es la historia de una lucha descarnada por ascender socialmente, sobreponerse a la desgracia y obtener el respeto de los suyos y la independencia y libertad que da el dinero. Pero

Nuestra Señora de la Noche, ambientada en el Puerto Rico de los años 40, es también la historia de su renuncia al amor de un hombre de ojos verdes de muy diferente clase social a la suya.

Con su prosa sensual, plástica, llena de color y poesía, Mayra Santos-Febres narra la crónica del ascenso social de una mujer en una novela que nos habla de pasión y ambición pero, también, de la desigualdad entre una burguesía acomodada y la pobreza de los desfavorecidos, del choque de culturas entre la sensorialidad tropical y el muy pragmático american way of life, de lucha social, de hipocresía y doble moral y, sobre todo, de la necesidad esencial de todo ser humano: el amor. Un amor que no puede suplir el dinero ni el poder y que, contra lo que se pudiera pensar a veces, nos hace, siempre, mucho más fuertes.

Mayra Santos-Febres nació en Carolina, Puerto Rico en 1966. Poeta, narradora y crítica, ha publicado tres libros de poemas, Anamú y manigua, seleccionado como uno de los diez mejores del año por la crítica puertorriqueña; El orden escapado, ganador del primer premio para poesía de la revista Tríptico (ambos publicados en 1991), y Tercer Mundo (2000). Como cuentista, su colección de relatos Pez de vidrio (EE.UU, 1994) obtuvo el Premio Letras de Oro y su siguiente volumen de relatos, Oso blanco (París, 1996), resultó ganador del Premio Juan Rulfo de cuento. Como novelista ha publicado Sirena Selena vestida de pena (2000), finalista del Premio Rómulo Gallegos de Novela en 2001) y Cualquier miércoles soy tuya (2002). Recientemente ha publicado un volumen compilatorio de ensayos cortos, conferencias y artículos titulado Sobre piel y papel (2005). Sus obras han sido traducidas al inglés, francés, alemán e italiano.

sábado, junio 03, 2006

Seda


Crítica literaria por Yolanda Arroyo Pizarro

¿Será cierto que la literatura termina regalándonos momentos de vida que nunca tendremos, aunque rocemos de a poco esos momentos mientras se nos escurren de las manos? Alessandro Baricco ha creado a Hervé Joncour, uno de esos hombres que regala momentos, que los aprisiona y los comparte mientras asiste a un estadio o dimensión de existencia allá en el 1861, año en que Flaubert escribía Salambó, y época en que el comercio de huevos del gusano de seda se ve amenazado por una epidemia. Hervé Joncour, que especula sobre Louis Pasteur y viaja a Japón buscando huevos sanos para su seda, se encuentra en esa expedición arrebatado de pronto por un amor sin palabras, apenas sostenido de una mirada y algunos ideogramas incomprensibles escritos en tinta negra.

Es un amor que no es exclusivo, un amor que comparte la misma dimensión de sangre, latidos y respiraciones con otros amores declarados y dedicados en cuerpo y alma. Otra vez las dimensiones. ¿Se ama en dimensiones? ¿Se ama en vidas paralelas con la ferviente intención de no alterar el orden establecido ni las expectativas fijadas? ¿Se ama todo cuanto se puede amar sin dañar todo cuanto se puede amar?

Alessandro Baricco, autor de la Seda que no solo envuelve a Hervé Joncour, sino a todo aquel que se viste de su existencia, es uno de los mejores escritores contemporáneos que puede hacer con las palabras lo que le da la gana. Y lo logra conciso, y lo logra enfático, que no es lo mismo que repetitivo. Y lo logra con sencillez y brevedad.

Seda es un libro que ha vendido ya más de 700 mil ejemplares y que puede leerse en un día. Su lección nos durará un buen rato; su lección nos transformará. Leerlo es como “morir de nostalgia por algo que no vivirás nunca”.



Seda (fragmento)
59.
"Permanece así, te quiero mirar, yo te he mirado tanto pero no eras para mí, ahora eres para mí, no te acerques, te lo ruego, quédate como estás, tenemos una noche para nosotros, y quiero mirarte, nunca te había visto así, tu cuerpo para mí, tu piel, cierra los ojos y acaríciate, te lo ruego, no abras los ojos si puedes, y acaríciate, son tan bellas tus manos, las he soñado tanto que ahora las quiero ver, me gusta verlas sobre tu piel, así, sigue, te lo ruego, no abras los ojos, yo estoy aquí, nadie nos puede ver y yo estoy cerca de ti, acaríciate señor amado mío, acaricia tu sexo, te lo ruego despacio, es bella tu mano sobre tu sexo, no te detengas, me gusta mirarla y mirarte, señor amado mío, no abras los ojos, no todavía, no debes tener miedo estoy cerca de ti, ¿me oyes?, estoy aquí, puedo rozarte, y esta seda, ¿la sientes?, es la seda de mi vestido, no abras los ojos y tendrás mi piel, tendrás mis labios, cuando te toque por primera vez será con mis labios, tú no sabrás dónde, en cierto momento sentirás el calor de mis labios, encima, no puedes saber dónde si no abres los ojos, no los abras, sentirás mi boca donde no sabes, de improviso, tal vez sea en tus ojos, apoyaré mi boca sobre los párpados y las cejas, sentirás el calor entrar en tu cabeza, y mis labios en tus ojos, dentro, o tal vez sea sobre tu sexo, apoyaré mis labios allí y los abriré bajando poco a poco, dejaré que tu sexo cierre a medias mi boca, entrando entre mis labios, y empujando mi lengua, mi saliva bajará por tu piel hasta tu mano, mi beso y tu mano, uno dentro de la otra, sobre tu sexo, hasta que al final te bese en el corazón, porque te quiero, morderé la piel que late sobre tu corazón, porque te quiero, y con el corazón entre mis labios tú serás mío, de verdad, con mi boca en tu corazón tú serás mío, para siempre, y si no me crees abre los ojos señor amado mío y mírame, soy yo, quién podrá borrar jamás este instante que pasa, y este mi cuerpo sin más seda, tus manos que lo tocan, tus ojos que lo miran, tus dedos en mi sexo, tu lengua sobre mis labios, tú que resbalas debajo de mí, tomas mis flancos, me levantas, me dejas deslizar sobre tu sexo, despacio, quién podrá borrar esto, tú dentro de mí moviéndote con lentitud, tus manos sobre mi rostro, tus dedos en mi boca, el placer en tus ojos, tu voz, te mueves con lentitud, pero hasta hacerme daño, mi placer, mi voz, mi cuerpo sobre el tuyo, tu espalda que me levanta, tus brazos que no me dejan ir, los golpes dentro de mí, es dulce violencia, veo tus ojos buscar en los míos, quieren saber hasta dónde hacerme daño, hasta donde tú quieras, señor amado mío, no hay fin, no finalizará, ¿lo ves?, nadie podrá cancelar este instante que pasa, para siempre echarás la cabeza hacia atrás, gritando, para siempre cerraré los ojos soltando las lágrimas de mis ojos, mi voz dentro de la tuya, tu violencia teniéndome apretada, ya no hay tiempo para huir ni fuerza para resistir, tenía que ser este instante, y este instante es, créeme, señor amado mío, este instante será, de ahora en adelante, será, hasta el fin."

-Alessandro Baricco