Reseña a
Yo, Makandal por: Wilkins Román Samot
Yolanda Arroyo Pizarro (1970-) no deja de escribir. El
trabajo creativo de Yolanda va de la mano de su personalidad. Yo, Makandal, su
más reciente poemario, nos lo vuelve a demostrar. Arroyo Pizarro, cuentista,
ensayista, novelista, editora, antóloga… escritora, en Yo, Makandal resuelve
afrontar y cortar desde el cuajo el blakfase. Lo hace por su etnia, su raza, su
color, pero, sobre todo, por su misma vida, la suya y la de los suyos. En sus
propias palabras, mejor que las mías, nos lo dice así:
“porque
se nos va la vida
a mí, a
mis hermanos de lucha, a
nuestros
hijos y nietos por venir
al reino
de este mundo”.
Yo, Makandal, es el poema que da título al poemario,
en el cual Yolanda recoge un total de 42 poemas. Los distribuye en dos partes,
20 en la primera, 22 en la segunda. La primera parte se intitula, “El reino”,
mientras que la segunda, “De este mundo”. Le inspira Alejo Carpentier (Suiza,
1904-1980), con su novela, El reino de este mundo (1949), pero, como hemos
visto, le motiva, su lucha, su vida, la suya y la de los suyos. No es para
menos si tenemos presente el texto y el contexto en el que Yolanda desarrolla
su obra literaria, como también le tuvo Carpentier al escribir su novela y
desarrollar el personaje de Mackandal. Fue así como nos lo dejara escrito, en
su primer “Prólogo” a El reino de este
mundo:
“Hay
todavía demasiados ‘adolescentes que hallan placer en violar los cadáveres de
hermosas mujeres recién muertas’ (Lautréamont), sin advertir que lo maravilloso
estarían violarlas vivas pero es que muchos se olvidan, con disfrazarse de
magos apoco costo, que lo maravilloso comienza a hacerlo de manera inequívoca
cuando surge de una inesperada alteración de la realidad (el milagro), de una
revelación privilegiada de la realidad, de una iluminación inhabitual o
singularmente favorecedora de las inadvertidas riquezas de la realidad, de una
ampliación de las escalas y categorías de la realidad percibidas con particular
intensidad en virtud de una exaltación del espíritu que lo conduce a un modo de
‘estado límite’. Para empezar, la sensación de lo maravilloso presupone una fe.
Los que no creen en santos no pueden curarse con milagros de santos, ni los que
no son Quijotes pueden meterse, en cuerpo, alma y bienes, en el mundo de Amadís
de Gaula o Tirante el Blanco. Prodigiosamente fidedignas resultan ciertas
frases de Rutilio en los trabajos de persigues y se, acerca de hombres
transformados en lobos, porque en tiempos de Cervantes se creía en aquejadas de
manía lupina.
[…] […]
Esto se
me hizo particularmente evidente durante mi permanencia en Haití, al hallarme
en contacto cotidiano con algo que podríamos llamar lo real maravilloso pisaba
yo una tierra donde millares de hombre ansiosos de libertad creyeron en los
poderes licantropía y dos de Mackandal, a punto de que esa fe colectiva
produjera un milagro que el día de su ejecución.
[…] […]
A cada
paso hallaba lo real maravilloso. Pero pensaba, además, que esta presencia y
vigencia de lo real maravilloso no era privilegio único de Haití, sino
patrimonio de la América entera, donde todavía no se ha terminado de
establecer, por ejemplo, un recuento de cosmogonías. Lo real maravilloso se
encuentra a cada paso en las vidas de hombres que inscribieron fechas en la
historia del Continente y dejaron apellidos aún llevados: desde los buscadores
de la Fuente de la Eterna Juventud, de la áurea ciudad de Manoa, hasta ciertos
rebeldes de la primera hora o ciertos héroes modernos de nuestras guerras de
independencia de tan mitológica traza como la coronela Juana de Azurduy” (Carpentier
1949).
Arroyo Pizarro, en su prólogo a Yo, Makandal, nos deja
pistas al contexto en que desarrolla su poemario. Primero, nos deja saber que
por recomendación de David Caleb Acevedo (Puerto Rico, 1980), retomó “la
escritura reflexiva diaria para entender y entenderme”. Más adelante, también
nos deja saber:
“Yo
acababa de entregar una monografía a [Raúl] Guadalupe sobre El reino de este
mundo de Alejo Carpentier en medio de una de un vórtice de conflictos
originados por el racismo descarado y rampante que arropa a Puerto Rico, y la
tendencia del Blackface que parecía querer regresar a los medios de
comunicación como un bumerang ancestral y opresor. Así que junto a la
monografía, le entregué al profesor un poema desahogo titulado El reino de esta
mofa que luego de algunas transformaciones vino a convertirse en el poema Yo,
Makandal.”
Tal, pues, el contexto de una obra que, si bien se
afinca en “el racismo descarado y rampante que arropa a Puerto Rico”, refleja
la sólida formación en literatura creativa de Yolanda (doctoranda en el Centro
de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe), de la que ya nos había
dejado constancia en Transmutadxs (2016), su extraordinario trabajo de grado
conducente a su Maestría en Creación Literaria con especialidad en Narrativa de
la Universidad del Sagrado Corazón (febrero de 2016).
Yo, Makandal, es uno de los 20 poemas de la primera
parte del poemario, “El reino”. De esa primera parte, son también, entre otros
poemas: “Padre nuestro”, “Yo, Calibán” y “El día que murió Fidel”. En “Padre
nuestro”, el primer poema del poemario, Arroyo Pizarro confronta. Lo hace con
la valentía de la que se sabe sobreviviente de la masacre de Orlando, Florida,
en la que estuvo presente vuestro Padre nuestro. El “Padre nuestro” de Yolanda,
pues es una denuncia contra la voluntad de vuestro Padre nuestro, pero a su vez
una oración de solidaridad para y con los 49 caídos por el odio contra nuestra
comunidad LGTBIQ en Orlando, el 12 de junio de 2016. También, es un abrazo de
amor a sí misma, y a todos sus hermanos homosexuales, bisexuales, transexuales,
intersexuales y pan-sexuales.
En “Yo, Calibán”, Yolanda se declara en lucha contra
Próspero, personaje de ficción de William Shakespeare (Reino Unido, 1564-1616)
en La tempestad (1611). Su lucha, la de “Calibán de senos y vagina”, además de
ser por su libertad, es por la libertad de sus “ancestros ahogados/ estatuas de
sal debajo del mar/ hombres y mujeres mandíbulas/ quienes abrieron sus dientes
para/ engullir las vísceras del esclavizador”. Estamos, pues, ante otro poema
de denuncia, y reivindicación de su raza, la suya y la de los suyos contra esa
otra forma de dominio y opresión, la racial, la del blanco.
De otra parte, en “El día que murió Fidel”, Arroyo
Pizarro retoma su vida amorosa, y pasa balance del estado de situación de su
país al fallecer Fidel Castro Ruz (Cuba, 1926-1916). Es un poema en el cual la
poeta, al pasar balance, nos recuerda que, al 25 de noviembre de 2016, Puerto
Rico está gobernado por una Junta de Control Fiscal, alimentado de cenizas
tóxicas, “vergonzoso territorio cabecibajo”. También, entre otras verdades
dolorosas, Yolanda nos recuerda que es un país con presos políticos -como
entonces lo estaba Oscar López Rivera (Puerto Rico, 1943-)-, con pobladores
“valerosos que/ no luchan demasiado” y sin uno que orquestara “un plan de
escape/ un dinamitar la celda/ un intercambio de balas a la huida”. En ese
país, su país, entre otras cosas, “criticábamos al cubano exiliado/ no nos
identificábamos con su alegría o su dolor/ mofa a las celebraciones en la
Havana/ o de su luto, o de su duelo tempestivo”. Fue, sin embargo, ese día que
murió Fidel, una oportunidad para Yolanda comenzar desde cero:
“El día
que murió Fidel
tú me
besabas
yo te
prometía abrazos en mis aureolas
tú me
acenizabas la boca
un
estertor orgásmico nos bautizaba etéreas
yo te
bebía
tú me
tragabas
nos
juramos amnesia ante los meses perdidos
volvíamos
a comenzar desde cero…”
De la segunda parte de Yo, Makandal, intitulada “De
este mundo”, son, entre otros poemas, “Poema a wanda”, “Lugares Públicos” y
“Julia rebelde”. En “Poema a Wanda”, Yolanda invita a la reflexión a la
“anticrística wanda/ patética apóstol/ de la nueva inquisición/ ¡de cuanto te
pierdes!” En este poema, Yolanda reflexiona sobre su sexualidad como mujer, su
desarrollo y el gozo de su disfrute, “real, academia, real academia/ palabra/
verbo que se hace carne/ y habita entre nosotras/ letras santificadas/ más
sagradas que las del otro libro/ que tergiversas”. Es un poema singularmente
labrado con perspectiva de género, y en el que la poeta confronta desde su
sexualidad de mujer a la “apóstol Wanda Rolón”.
En “Lugares Públicos”, Arroyo Pizarro cuestiona desde
su identidad de mujer negra y lesbiana. Es un poema en que la poeta reflexiona
mientras provoca a repensar nuestras conductas en lugares públicos, so color de
respeto a “los no oprimidos/ a los que nunca lo han estado/ sea usted una negra
respetable/ una pata digna y moral”. Así, nos repite su credo:
“repito
mi credo
hay que
ser estrictos
no
olvide ser blanca
lo más
blanca posible
no
olvide comportarse como hetero
lo más
hetero posible
de usted
se espera el mejor
comportamiento
en
lugares públicos
no lo
reniegue
no
instruya a aquellos que no cuestionan
aquellos
que no leen
a los
que no saben su historia y no la quieren saber
a
quienes desean permanecer necios o ignorantes
que
defienden la no lucha por aparentar
por parecer blanco
o
heterosexual
que al
final viene siendo lo mismo”.
Finalmente, en “Julia rebelde”, Yolanda honra y
recuerda la rebeldía de la también poeta, Julia de Burgos (Puerto Rico,
1914-1953). Este poema es una invitación al recuerdo de esa vida “que eres
Patria completa/ que se alza en versos/ no en tu voz: en mi voz”. Y en la voz
de Pizarro Arroyo, Julia es guerrera, aún cuando “el tirano te trate con blanca
maldad/ Poeta serás con bandera, con lauros y gloria/ Rebelde, Gran Julia, te
llaman las hijas de la libertad”. Se trata de un poema reflejo de una poeta a otra
poeta, un poema que además de dejarnos constancia de la rebeldía de Julia, nos
deja constancia de la calidad humana de la poeta que le honra. Y honrar, honra.
Hace un tiempo atrás, decía de los cinco cuentos de
Yolanda en Transmutadxs, que no tenían que ser ciertos. Los poemas de Yo,
Makandal sí lo son. Yo, Makandal trae todo un trasfondo social, cultural, y
digamos histórico-literario, que, como los cuentos de Transmutadxs, le hacen
susceptibles de ser constatados en hechos y entornos socio-históricos que
rebosan la vida de Yolanda. Nacieron, como nos dice su autora en su nota
introductoria, “de esa interacción de estudios doctorales” y para “ser leídos y
compartidos en recitales dedicados a la visibilidad del amor lésbico, al
adelanto de las luchas de la comunidad LGTBQ de Puerto Rico, la actividad de la
Boda Masiva en la que contrajeron matrimonio 64 parejas del mismo sexo en San
Juan el 19 de julio de 2015 y protestas en contra de fundamentalistas
religiosos.” Yolanda, obvio, no escribe desde el privilegio.
Yo, Makandal contiene, pues, poemas de resistencia,
poemas de protesta que también invitan, como los cuentos de Yolanda en
Transmudatxs, a ser leídos con pasión, afección; son poemas reflexivos,
escritos con perspectiva e identidad de género, y conciencia nacional, de
género, de clase y de raza, poemas que han sido confeccionados desde el
sentir-ser de la propia Arroyo Pizarro. Se deben leer igual, y sin reverencia;
deben también provocarnos e invitarnos a reflexionar, conversar, cuestionar,
romper el silencio y con el silencio, y a superar nuestros temores y secretos,
los propios, ajenos y familiares. Aprendí, leyéndoles. También, gocé y lloré.
Los invito a aprender, gozar y llorar con Yo, Makandal.