Por Lourdes López
La hoja en blanco, todavía careciente de palabras, se retuerce de dolor mientras el lápiz de punta afilada la rasguña con frenesí.
-¡Sólo una palabra! - Implora al lápiz la hoja ya mutilada con borrones, tachones y símbolos sin significado.
-Una palabra es suficiente para escribir un cuento.-
El lápiz comprende su misión y escribe una palabra. Luego dos. Luego cien. La hoja ya no está en blanco; sobre ella yace un cuento.
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1 comentario:
¡Un final feliz!
Saludos
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