Texto publicado originalmente en Derivas.net
Esta mañana estornudé y se me salió el tampón. Entonces abrí la puerta de par en par, me detuve en medio de todos los escritorios, de todos los cubículos, de todas las oficinas de mi lugar de trabajo y pregunté: “¿Qué he hecho yo para merecer que a estos machos de la especie no les duela algo extremadamente significativo una vez por mes? ¿Qué?”
Este mes no me ha dolido tanto la regla, pero me ha manchado mucho, en especial y en detrimento de mi nueva fajita –bikini style, que a presión esconde barriguitas abultadas durante estos malditos días. Y lo peor es que debo evitar la bañera y acostumbrarme a la ducha mientras me dura, si no deseo ver una sopa de especias en rojos matices (bastante grotesca) dando vueltas a mi alrededor.
Otra vez la maldita regla. Otra vez las compresas, el Anaprox, las inexplicables ganas de comer galletitas de avena con azúcar negra, los deseos de llorar viendo películas románticas (Love Actually, 50 First Dates, Sabrina), sentir las náuseas, las diarreas, aghhhh, ¿para qué seguir?
“¿Qué he hecho yo para merecer esta mierda?” — grito otra vez.
Claro, me voy en brote, pierdo el caché, el garbo y la compostura. Otro mes en que deseo SIN ANESTESIA meterme la mano muy adentro y sacarme hasta el último pedazo de matriz. Arrancarme los ovarios por la garganta. El cuestionamiento más importante es en realidad qué podría inventarme para que, en efecto, sientan estos machos algún tipo, el que sea, de incomodidad mensual, so pena de no sentirme yo tan violada, tan dolida y hastiada.
Alguien dijo que, de haber sido una mujer la inventora de la bomba atómica, habría sido un artefacto que provocaría dolores en los hombres cada 28 días, más o menos. Y estoy totalmente a favor de este enunciado.
Intentando un vano alivio a mis penas se me ocurren varias cosas, no sé. Desde el reventón regular y continuo del vaciarse un testículo, el desgarre meticuloso del escroto, un rajamiento horizontal y vertical del glande, ¿por qué no?, o un tumor gravitacional en forma de fibroma dentro del conducto deferente (por donde eyaculan, sí), o qué se yo, hasta el pronunciamiento incisivo y profundo de la abertura anal, rectal, internalgal, que se multiplique y se siga abriendo y que no cicatrice por días (digamos 28) hasta que la raja, la herida abierta, se extienda como la falla de San Francisco a lugares insospechados por arriba del tallo fálico en extensión hasta la parte baja de la espalda cerca del cóxis u otra delicada área más allá de la lumbar. ¡Lo que sea, por Dios! Cualquier cosa. ¡Lo que sea, maldita sea, que los haga pasar por un suplicio similar periódico y continuo desde los once años hasta el climaterio a los 50! Algo que se active con el ciclo lunar y que se acentúe con la alineación de los planetas y las mareas altas. Algo que los haga caer en un mal humor infundado y eterno durante los días en que les dure tal mutación, tal evolución de la carne, tal metamorfosis hormonal. ¡Cómo odio la regla!
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Acerca de mí
- Yolanda Arroyo Pizarro
- Yolanda Arroyo Pizarro (Guaynabo, 1970). Es novelista, cuentista y ensayista puertorriqueña. Fue elegida una de las escritoras latinoamericanas más importantes menores de 39 años del Bogotá39 convocado por la UNESCO, el Hay Festival y la Secretaría de Cultura de Bogotá por motivo de celebrar a Bogotá como Capital Mundial del libro 2007. Acaba de recibir Residency Grant Award 2011 del National Hispanic Cultural Center en Nuevo México. Es autora de los libros de cuentos, ‘Avalancha’ (2011), ‘Historias para morderte los labios’ (Finalista PEN Club 2010), y ‘Ojos de Luna’ (Segundo Premio Nacional 2008, Instituto de Literatura Puertorriqueña; Libro del Año 2007 Periódico El Nuevo Día), además de los libros de poesía ‘Medialengua’ (2010) y Perseidas (2011). Ha publicado las novelas ‘Los documentados’ (Finalista Premio PEN Club 2006) y Caparazones (2010, publicada en Puerto Rico y España).
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