martes, enero 20, 2009

Tamarindo remixed


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Gaza continúa haciendo titulares y el gato, prestado, me aruña los brazos mientras juega conmigo al picabuuuu. Me embadurno de triple antibiotic cada arañazo y recuerdo que he perdido toda capacidad de autocomplacencia desde que me hace compañía la melancolía.

Anoche me quedé dormida viendo la película Crash, y tarareando la canción tema de Bird York “Thought you had all the answers / to rest your heart upon. / But something happens, /don't see it coming, now / you can't stop yourself. / Now you're out there swimming./ In the deep.

Entonces en la madrugada me tocaron a la ventana y era otra vez el sabor del tamarindo, en esta ocasión, un poco más amargo y menos agrio que antes. Su vuelo de NY llegó de madrugada. Me puse muy contenta. Tú sabes, de esas contenturas estilo “quickies” que llegan y se van igual de rápido que llegaron. Nos abrazamos y nos dormimos juntitos, el tamarindo y yo. No hicimos nada, solo dormir, porque nos extrañábamos. Tú sabes cómo son estas cosas del desapego, del despegue paulatino. Pero ya en la mañana nos miramos como fieras, como rivales. Contestaciones secas. Monosílabos. Estudiadas de rostro de ambas partes. Análisis de guayazos, raspaduras, algún moretón mal puesto. Nos olimos, pasamos inventario a ver quién tenía jiquis, a ver a quién se le veía la boca hinchada… Como si cada cual buscara las respuestas de lo que se hizo en rebeldía, en el despecho, mientras nos cobijara la separación. Y por supuesto, nadie dijo nada. Nadie explicó nada. Pero la animosidad, la malquerencia, la animadversión podía cortarse con un sable.

Me levanté para irme a la oficina. El neumático de mi vehículo estaba reventado por un hoyo que cogí horas antes, doblando la esquina de entrada a la urbanización. Saqué el auto de la marquesina y tuve que llegar hasta una gomera a que me pusieran la repuesta. El tamarindo me siguió, supongo que para tranquilizarse asegurando mi bienestar. Justo antes de irse me dijo: “Eso te pasa por guiar borracha”. Así nomás. De la nada y sin preguntar nada. Regalando una acusación que nadie le había pedido. Yo le contesté: “Cágate en la madre que te parió” y entonces el tamarindo refutó con algo digno de todo un tamarindo: “Puta”, y por ahí yo me sonreí, me monté devuelta al carro y me largué. Same old, same old. Lo mismo de siempre y lo mismo que siempre sucederá. Recuérdalo, me dije. Esto es lo que pasa siempre con semejante tamarindo.

And then again, let us be pleasure delayers…

2 comentarios:

Sirama Bajo dijo...

Nada que ver con el tamarindo de mi niñez. Estoy casi segura de que you pintaba graffitti en ese mismo lugar.

Anónimo dijo...

¿y qué podemos hacer cuando se le desarrolla un vicio por el tamarindo? Sabes que ese exceso parte la lengua y labios.

Yes pleasure delayers always mi amiga! :)

Acerca de mí

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Yolanda Arroyo Pizarro (Guaynabo, 1970). Es novelista, cuentista y ensayista puertorriqueña. Fue elegida una de las escritoras latinoamericanas más importantes menores de 39 años del Bogotá39 convocado por la UNESCO, el Hay Festival y la Secretaría de Cultura de Bogotá por motivo de celebrar a Bogotá como Capital Mundial del libro 2007. Acaba de recibir Residency Grant Award 2011 del National Hispanic Cultural Center en Nuevo México. Es autora de los libros de cuentos, ‘Avalancha’ (2011), ‘Historias para morderte los labios’ (Finalista PEN Club 2010), y ‘Ojos de Luna’ (Segundo Premio Nacional 2008, Instituto de Literatura Puertorriqueña; Libro del Año 2007 Periódico El Nuevo Día), además de los libros de poesía ‘Medialengua’ (2010) y Perseidas (2011). Ha publicado las novelas ‘Los documentados’ (Finalista Premio PEN Club 2006) y Caparazones (2010, publicada en Puerto Rico y España).

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