Brujería, hechicería y magia en el Cielopájaro nuestro de Mairym Cruz
Bernal
Por Yolanda Arroyo
Pizarro
A lo largo de la Historia, sobre todo de la historia
literaria, se viene percibiendo una presencia constante en el campo de la
poesía, influenciada por los tiempos de avanzada en término de libertades y
derechos. Esa presencia es la de una mujer que se apodera de la escena (los
géneros literarios, los estilos escriturales, la temática ficcional y
confesional, la metaliteratura) y que inspira respeto, admiración o hasta miedo.
Algunos pudieran decir que es, en esencia, la poeta. Sin embargo, más que la
poeta, a mí me gusta llamarle la poeta bruja, aquella que embauca, hechiza,
maldice y subyuga con sus letras. Estamos frente a una poeta bruja cuando se
habla del trabajo de Mairym Cruz Bernal.
La Revista Cultural Vulture de España publicó en el
2011 un artículo de la autoría de Ricard Millàs sobre la poesía de Anne Sexton.
En este Millás indica: “Anne Sexton fue bruja y poeta, cocinera de sí misma,
fumadora de salón. En sus poemas las palabras desfilaban hechizadas, sus hijos
eran poemas confesionales, la palabra enmudecía para poder ser admirada como
una escultura. Anne sonreía aun a sabiendas de la conclusión de su vida. Tras
volver de la muerte participó en diferentes talleres literarios. Amante de las
palabras, sabía cómo darle sentido a los besos perdidos, las balas sin dueño,
las lágrimas sin sentido... describió el lado sórdido de la américa bienestante
y fue hermana gemela de su tía abuela Anna Ladd Dingley. Anne Sexton lloraba
notas de piano mientras escribía. Cruzaba las piernas en el jardín con un
cigarrillo en los labios y se jactaba de su postura como poeta, ladrona de
emociones y verdugo de los convencionalismos. Hacha de guerra en un papel en
blanco quiso demostrarle al mundo su virtud como escritora y plasmar el odio de
su padre hacia ella en sus poemas. Su venganza le arrancó la careta a un hombre
supuestamente convencional para encontrar un asesino de emociones, un mercader
de lágrimas que no tenía reparo en provocar el llanto de su hija. El premio
Pulitzer le acarició la mejilla, como la muerte, que la besó directamente en
los labios después de comer con su mejor amiga Maxine Kumin. Y allá queda el
recuerdo de una poeta suicida, de una poeta hechicera que veía los canales
educativos de Boston, que fue en el taller de Robert Lowell donde conoció a
otra artífice de la palabra, Sylvia Plath, mujer, poeta y amante (…).”
Invito a una pausa para reflexionar en las
similitudes. Yo he encontrado varias, me he regocijado en la casualidad y he
sospechado de la coincidencia. ¿Poeta bruja reencarnada, poeta bruja asimilada por la intensidad
artesanal que despotrica en la construcción de su entorno? ¿Poeta bruja con una hermana gemela… a lo
mejor siamesa? La poesía de Mairym Cruz Bernal mueve, regocija, aturde. Es, en
efecto una poeta bruja. He sido testigo de sus maldiciones, de sus bendiciones,
de su palabra enmudecida, de sus versos confesados y confesionales, que no son
lo mismo.
Como la Sexton, despliega un Hacha de guerra. Yo he
visto esto con mis propios ojos: una tarde la poeta bruja anunció que
renunciaría a existir desde la cresta de la ola del Mar Atlántico que se
apretuja frente a Casa Lola en Condado. Colocó un anuncio público en su estatus
de Facebook. Allá llegué corriendo, no preocupada, sino justiciera y convencida
de ser testigo de algo colosal. La vida me regaló llegar en el justo y preciso
momento en que la bruja caminaba sobre las aguas. La vi, les digo, con estos
ojos que se han de comer el fango. Danzó sobre algunos marullos profundos y
entorpecida por sus ropajes translucidos, se despojó de los mismos. Quedó
aterciopelada y brillosa frente a mí y a otros pedestres cursis que se
arremolinaban ya frente al coral.
Sacudió su melena de oro y regresó a la orilla haciendo puntapiés,
elucubrando pas de bourrée, pas de basque,
haciendo pliés, piruetas de danza moderna y finalmente, un entrelazado de
piernas. Emula a Isadora Duncan, pensé. Abrió su boca, emitió un hechizo que
convirtió sus labios de piquito en fauces de bruja maléfica.
He sido testigo de sus besos perdidos, de sus balas
sin dueño, de sus lágrimas inmerecidas a hombres sin digna nacionalidad, de las
veces en que algunas mujeres le flirtean a ver si se nos une al clan. Es justiciera,
también una ladrona de emociones y una verdugo de los convencionalismos. Cruz
Bernal ha sabido identificar muy bien a los asesinos de emociones en su vida, a
los mercaderes de lágrimas, a las traidoras quitamores, y mientras fue
Presidenta del PEN Club de mi país, y Embajadora de congresos culturales en más
de una docena de otras patrias, ha sabido denunciar la hipocresía de los penes
y las vaginas amachorradas por los oportunistas, amancebadas de conveniencias y
hasta desbordadas de espuma rabiosa homofóbica, chauvinista y racista. Con más
de uno ha tropezado en su ir y venir. Y a más de uno a maldecido y les ha hecho
frente con poemas embrujados y pócimas de versos.
Y hay algo que debo repetir, para hacer énfasis. La he
visto levantarse de la muerte, cual ninfa enfrentada a alguna piedra sepulcral removida
en el tercer día de pestilencia y podredumbre. He querido decirte esto siempre
amor, decírtelo así Mairym, frente a tanta gente, frente a tantos nosotros y
nosotras: gracias por quedarte, gracias por no irte al inframundo y quedarte
aquí cerquita de esta siamesa. Te amo.
En este Cielopájaro
nuestro hay otro libro, Árbol de
patio que responde a poemas bien pequeñitos, muchos poemas, con espaciado aireado
para que respire el verso dentro de la página. Son diálogos con la escritora
Isabel Fraire que se inició en unas navidades durante el 2011. Justo un 24 de diciembre. Cruz Bernal me
cuenta que esta conversación empezó para acompañar la soledad terrible que la
bruja sentía, ante un abandono.
Auris Magna, pronuncia Cruz Bernal y de inmediato me explica que
este hechizo sirve para escuchar a través de muros y paredes. Parecería una escena
sacada de una película de Harry Potter.
Avifors, grita, y convierte objetos inanimados en aves. A
cielos en pájaros y a hombres en pollitos.
Protego Poetrix, susurra y crea un escudo más fuerte que cualquier
otro hechizo, protege de la magia negra, repele cualquier maldición, y
garantiza vivir el último amor descubierto como si fuera el primero y más
intenso de todos. Cruz Bernal, su arte, su talento, su libro Cielopájaro nuestro envicia, encadena el
cuerpo de un poeta en ciernes hacia su poeta pater , hacia su poeta mater,
y promete dejarnos sin aire si pasamos más de 24 horas sin leer de él. Bendito
sean los cielopájaros y las poetas brujas siamesas. Amén.
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