Finalmente, ser negro o negra en Puerto Rico, ha asumido un elemento presencial. Es decir, se inicia un reconocimiento, y de acuerdo al Censo Federal del 2010, que el 11 por ciento de la población se asume como afro-descendiente. De igual, forma, un 40 a 50 por ciento de la población se asume en cualquiera de las tonalidades negras que se puedan definir, desde el ser trigueño hasta la mulatería.
Desde esta mirada, y lejos de lo que se ve como todo opresión, represión e invisibilidad, la presencia de lo afro-descendiente en Puerto Rico, se sigue expresando desde tantas formas y miradas, que posiblemente en cuanto a este tema hoy en la isla, se atraviesa por un momento de expansión, crecimiento y reconocimiento.
Es ante lo dicho, que ayer no nos sorprendió participar en la Cátedra de Estudios Afro-Descendientes; Mujeres Negras Ancestrales, que la destacada escritora puertorriqueña, Yolanda Arroyo Pizarro, ha iniciado en la casa Ashford de Condado. La cátedra es una iniciativa de la escritora, bajo el principio de actuar de forma soberana, y promover el desarrollo de una literatura en torno a los afro descendientes.
Ante una sala llena, donde participaban de forma gratuita y voluntaria sobre 15 estudiantes, la profesora Arroyo Pizarro inició un diálogo en torno a negras ancestrales, en particular mujeres esclavas del Siglo 19. Se trata de un importante proyecto de recrear la micro-historia, en la cual los escritores y escritoras potenciales asume la responsabilidad de estudiar el perfil de una mujer esclavizada y convertir su historia en un trabajo literario. Es posiblemente de una de las inicitiavas más revolucionarias en el quehacer de la historia, que hemos visto en muchos años.
En el día de ayer la crítica literaria Marie Ramos Rosado, y el escritor Daniel Nina, fueron invitados a participar en el taller y compartir con los estudiantes sus experiencias en el proceso de la escritura creativa y de integrar a esta la contribución de los afro-descendientes en Puerto Rico.
Un dato importante de la contribución social que hace la escritora Yolanda Arroyo Pizarro, es el hecho de retomar la casa Ashford y reescribir su memoria histórica. En particular la de su propietario Bailey Ashford, quien fue un médico militar parte del ejército de invasión de los EE.UU. a la isla, y quien desde el 1899 se mudó a vivir a Puerto Rico. Este se casó con una mujer de Mayagüez, y vivieron toda su vida, hasta que Ashford falleció en el 1934 en dicha casa en Condado.
Ahora bien, Ashford se dedicó a curar la “anemia”, de los boricuas. No sin controversias médico éticas, desarrolló campañas, que lo llevan a fundar el instituto de Medicina Tropical, aún existente en el Viejo San Juan. A dicho instituto se integró en el 1931, Cornelius Rhodes P. Rhodes, quien como denunció en su momento Pedro Albizu Campos, se distinguió por hacer experimentos práctica médica racista en Puerto Rico.
Los experimentos que realizó Rhodes en Puerto Rico en la década de 1930, negados por él como actos racistas, hicieron que se estableciera un premio de investigación a su nombre en el Instituto de Investigación del Cáncer de los EE.UU. No obstante, y a partir del 2002, dicho premio no lleva el nombre de Rhodes, pues se entendió que pese a no violar ninguna norma en Puerto Rico, era una práctica médica racista.
Pese a las figuras de Rhodes y de Ashford, la Cátedra de los estudios Afro-descendientes está, literalmente hablando “dictando cátedra”. Adelante Yolanda Arroyo Pizarro. Adelante.
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