Instintos y convenciones
El Nuevo Día
27 Mar 2016 (fragmento)
Por lo menos dos de los doce cuentos reunidos aquí habían aparecido en libros anteriores o en antologías. Son los mejores de esta colección.
Tanto “Los amamantados” como “Golpe de gracia” son narraciones poderosas que van al meollo mismo de lo femenino –la maternidad- y exploran perversiones que la degradan y desvirtúan.
En el primero la perversión se refiere a la desviación del deseo masculino, que quiebra uno de los tabúes más antiguos y sagrados: la inviolabilidad de la madre o la figura materna (una nodriza, en este caso). La negritud de ese personaje, su despersonalización a ojos de su hijo de leche, que la convierte en poco más que un animal a ser usado para el placer logra contraponer dramáticamente dos fuerzas elementales: el apremio del sexo y el amor filial.
El ambiente histórico en que se desarrolla la acción, un momento en que aún existía la esclavitud, refuerza la proyección de una degeneración moral tan absoluta que deforma las actitudes humanas más básicas. Este es un cuento poderoso y bien construido que reflexiona sobre uno de los peores males sociales que ha afectado a la humanidad y cuya presencia en nuestro entorno fue particularmente fuerte.
Igualmente dramático, “Golpe de gracia” se sitúa en una actualidad desvirtuada también en sus prioridades. La inmadurez de una adolescente con varios hijos dependientes (la palabra dependiente es clave, dado lo que implica de ayudas gubernamentales) define al personaje, incapaz de cumplir con su rol de madre. Sometida a impulsos elementales que propician su promiscuidad y su prolífica maternidad indiscriminada, la mujer –inconscientemente- expone a sus hijos al mal. En este cuento, un ambiente de amoralidad acentuado por circunstancias de pobreza contribuye al efecto certero de la narración. La zafiedad y despreocupación del personaje de la madre tiene su contraparte sorprendente en la maldad previsora y eficaz del personaje que narra la acción. El contraste presentado en la narración funciona bien y el “golpe” constituye un clímax tan sobrecogedor como el del primer cuento.
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